SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



miércoles, 12 de junio de 2019

A pesarde viajar al espacio y crear robots, los CURANDEROS se mantienen y proliferan, ¿Porque??

Se mantiene, a pesar de los avances de la ciencia. Ante un dolor de cabeza o de estómago, muchas personas recurren a estos supuestos sanadores para aliviar el “mal de ojo” o el “empacho”. A pesar de ser una práctica ilegal, algunos médicos los recomiendan, en cambio otros los tildan de embaucadores. Entre la réplica y la defensa.

Pata de cabra, culebrilla, mal de ojo o empacho son los padecimientos más frecuentes que los “curanderos” -término que refiere al equivalente moderno del chamán aborigen- afirman sanar con diferentes métodos que no se corresponde con los de la medicina occidental y, por lo tanto, son criticados por carecer de aval científico. 

En tanto, mientras sus “pacientes” los defienden, algunos profesionales los atacan, incluso la Ley. Curiosamente, las creencias se entrecruzan en la práctica del curanderismo. Así, en la mayoría de los casos, los curanderos utilizan oraciones religiosas en forma de rezos, la señal de la cruz cristiana, agua bendita u otros elementos especiales, como hilos de colores o tinta china. 
Lo concreto es que sus procedimientos tienen una demanda constante que no declinó, pese a los avances de la ciencia. 

En muchos barrios matanceros hay, al menos, un curandero y, mediante el “boca a boca”, logran difundirse entre la gente, por la recomendación de unos a otros. “Tenía un salpullido en la cintura. La peluquera le dijo a mi mujer que era culebrilla y que conocía a una señora que podía curármelo”, comentó Alberto poco tiempo después de que, mediante la intervención de la mujer, su padecimiento desapareciera. 

“Mi hijo, a la semana de nacer, no podía ingerir ningún alimento porque lo vomitaba. Los médicos no entendían qué le sucedía. Hasta que mi suegro me sugirió ir a una curandera porque, según afirmó, era ‘pata de cabra’”, narró Estrella. En esa oportunidad, según relató, la curandera dibujó la señal de la cruz sobre el bebé, con su alianza de matrimonio embebida en aceite. “Y vi cómo se le formaba una mancha en la espalda, con forma de pezuña de cabra”, aseguró a este periódico la mujer.

 A los pocos días el niño, sorpresiva e inexplicablemente, mejoró. ¿Un milagro? Opiniones encontradas Por un lado, el hecho de creer o no en esta clase de curaciones parece asociarse con las tradiciones. En este sentido, la herencia familiar, muchas veces, es determinante para la confianza hacia estos métodos. Por otro lado, está eso de creer o reventar, aunque siempre se niegue o se disimule: “muchos de los que se presentan a consultarme dicen que no creen, aunque en el fondo tienen esperanza, ya que por algo vienen”, explicó Alicia, que “ayuda a curar” hace 40 años. 
¡Cuidado con este tipo de curanderos!!

Pero, el problema surge cuando las personas, ante algún malestar físico, solo acuden a un curandero, dejando de lado la consulta profesional. En cambio, otros optan por ir a un curandero cuando, desesperados, ya no encuentran respuestas en la medicina moderna. Y aquí es donde aparecen los embaucadores, que se aprovechan de la buena fe y de la situación que vive el enfermo. A esto, Alicia aclaró que “si una persona cobra por hacer el bien, no es un don, es una mentira”. 
Dentro de los médicos se dividen las aguas. Están aquellos que recomiendan y hasta practican alguna clase de cura como “tirar el cuerito”, pero otros profesionales caratulan a los curanderos como “charlatanes” que se aprovechan de la gente. A este último grupo pertenece Luis Eizaguirre, secretario de Salud de la Municipalidad de La Matanza, al sentenciar que “es parte del folklore argentino, pero no deja de ser ejercicio ilegal de la medicina. Muchas veces retrasan la consulta oportuna y con eso agravan la enfermedad”. 

En cambio, Claudia González, médica clínica del hospital Simplemente Evita, explicó que “cuando la medicina ya no da más respuestas, la esperanza y la religión pueden llegar a mejorar el espíritu”. En el mismo sentido, Enrique Arribas, jefe de la guardia pediátrica del hospital Teresa Germani, aunque cauto, coincidió: “Cuando se cura algo de palabra no me opongo, pero sí estoy en contra de los que dan algo para ingerir, porque la persona puede intoxicarse”. 

Mónica Parrota, enfermera y trabajadora social, sostuvo que el hecho de que los curanderos sean tan requeridos se debe a cuestiones culturales: “Casi todos consideramos que este tipo de prácticas son ilegales y las mantenemos en las sombras. Pero, a la vez, es la misma sociedad la que las alimenta”. Por otra parte, Eizaguirre reflexionó sobre la vigencia de estas prácticas y se preguntó “porqué, muchas veces, los curanderos tienen más credibilidad que un profesional de la medicina”. 

Ante el mismo dilema, Claudia González reconoció que “quizás, tiene que ver con la enorme cantidad de pacientes que tenemos y la falta de tiempo para establecer un buen diálogo”, reconoció Claudia González. Un halo de magia y de poder sobrenatural envuelve a la práctica: muchos curanderos se niegan a dar su identidad, los “pacientes” sienten pudor de los tratamientos porque no terminan de comprenderlos, y las oraciones que se dicen son secretas y sólo se develan en días especiales. Mezcla de fe, creencia y desesperación. Una combinación que puede terminar con final feliz o con el lucro de embaucadores.

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