La serenidad
para sobrellevar esa pesada carga es el la única opción, el único remedio que
puede aliviar vidas, que a veces están terriblemente frustradas y desesperanzadas.
Cuando
nuestro cuerpo se estresa o se agita, se activa automáticamente, generando adrenalina. Esta hormona
nos prepara para defendernos, pero también nos predispone especialmente
para atacar. Cuanto mayor sea la
ansiedad, la angustia o el miedo, menos control tendremos para
mantenernos (física y mentalmente) serenos y templados.
No solo eso, sino que,
como si de una fórmula matemática se tratara, mayor será la tendencia a
precipitarnos, a violentarnos y a estallar al llegar al límite de nuestra tolerancia.
La tranquilidad,
la serenidad y la calma, nos ayudarán a conseguir el beneficioso lujo de acumular sosiego. Y el sosiego nos ayudará a prestar y prestarnos atención, a
reflexionar, a meditar de forma introspectiva, observándonos hacia adentro,
evaluando nuestro comportamiento. También ayudará a pensar de forma
contemplativa, es decir, valorando y apreciando el mundo exterior que nos rodea
y sus circunstancias.
De cualquier
manera, el sosiego y la serenidad
nos obligarán a estar en CONEXIÓN con nosotros mismos. Nos invitan a MEDITAR para ayudarnos a
conocernos mejor, a VIGILAR la cantidad y el sobrepeso que acumulamos de
miedos, culpas, ofensas, etc y que tanto daño nos producen
inconscientemente a lo largo de nuestra vida.
De manera
irremediable, meditar y reflexionar
nos obliga a empaparnos de la serenidad necesaria para apreciar la vida
de una manera ecuánime, a considerar nuestras relaciones de forma lucida y a
mantener nuestra actitud y pensamiento libres de elementos nocivos.
De manera
progresiva, nuestro comportamiento y
también nuestra intención se alejarán de conflictos innecesarios. Pero hay algo
más importante aún: una vez que seamos capaces de asociar «el dominio de la
serenidad» a la capacidad de soportar como compañía nuestra soledad sin dramas,
sin escaparnos de nosotros mismos, sin provocar ruidos ajenos con nuestros
miedos, entonces tendremos un gran terreno ganado.
Es así
porque quien sea capaz de apreciar
y convivir con su soledad no
dependerá del reflejo de otros, ni necesitará perder su autoestima para que le reconozcan
lo valioso de su persona. Simplemente habrá aprendido a respetar y respetarse a
sí mismo.
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