El
Vaticano difundió este viernes 15 de mayo el Mensaje del Papa Francisco para la
106ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado que se celebrará el próximo
27 de septiembre.
A principios de año, en mi discurso a
los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, señalé entre
los retos del mundo contemporáneo el drama de los desplazados internos:
«Las
fricciones y las emergencias humanitarias, agravadas por las perturbaciones del
clima, aumentan el número de desplazados y repercuten sobre personas que ya
viven en un estado de pobreza extrema. Muchos países golpeados por estas
situaciones carecen de estructuras adecuadas que permitan hacer frente a las
necesidades de los desplazados» (9 enero 2020).
La
Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo
Humano Integral ha publicado las “Orientaciones Pastorales sobre Desplazados
Internos” (Ciudad del Vaticano, 5 mayo 2020) un documento que desea inspirar y
animar las acciones pastorales de la Iglesia en este ámbito concreto.
Por ello, decidí dedicar este Mensaje al
drama de los desplazados internos, un drama a menudo invisible, que la crisis
mundial causada por la pandemia del COVID-19 ha agravado.
De hecho, esta crisis, debido a su
intensidad, gravedad y extensión geográfica, ha empañado muchas otras
emergencias humanitarias que afligen a millones de personas, relegando
iniciativas y ayudas internacionales, esenciales y urgentes para salvar vidas,
a un segundo plano en las agendas políticas nacionales.
Pero
«este no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga
dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el
sufrimiento de muchas personas» (Mensaje Urbi et Orbi, 12 abril 2020).
A la luz de los trágicos acontecimientos
que han caracterizado el año 2020, extiendo este Mensaje, dedicado a los
desplazados internos, a todos los que han experimentado y siguen aún hoy
viviendo situaciones de precariedad, de abandono, de marginación y de rechazo a
causa del COVID-19.
Lamentablemente, en
nuestros días, millones de familias pueden reconocerse en esta triste realidad.
Casi cada día la televisión y los periódicos dan noticias de refugiados que
huyen del hambre, de la guerra, de otros peligros graves, en busca de seguridad
y de una vida digna para sí mismos y para sus familias» (Ángelus, 29 diciembre
2013). Jesús está presente en cada uno de ellos, obligado —como en tiempos de
Herodes— a huir para salvarse.
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