El 7 de junio de 1821 las fuerzas
realistas que todavía combatían en el territorio entraron en la ciudad de Salta
e hirieron de muerte a Martín Miguel de Güemes, quien con sus gauchos había
defendido la frontera norte de múltiples invasiones españolas. San Martín
destacó sus esfuerzos: «Los
gauchos de Salta solos están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan
terrible que lo han obligado a desprenderse de una división con el solo objeto
de extraer mulas y ganado”. Güemes moriría diez días más tarde, el
17 de junio de 1821 en la Cañada de la Horqueta.
Don Martín de Güemes había sido el antemural en que
se estrellaron los realistas en sus varias invasiones por el norte. Los gauchos
de Salta, a sus órdenes, habían salvado la causa de la revolución en 1816,
dando nervio a las deliberaciones del Congreso reunido en Tucumán, y en 1819,
después de la retirada del ejército del general Belgrano. Por el contrario, don
Bernabé Aráoz había comprometido esa causa cuando los realistas se hallaban en
las fronteras del norte, y había proclamado un absurdo de República
Tucumana, con el objeto de crearse un poder fuerte y con
prescindencia de la patria común que en vano reclamaba sus auxilios.
Güemes veía en Aráoz un peligro igual o mayor al
que le amenazaba de parte de los realistas. No sólo le negó siempre todo
auxilio en la guerra que con sus solos recursos sostenía Güemes contra los
realistas, sino que trabajó por derrocarlo del gobierno de Salta en combinación
con los aristócratas y godos de esa provincia, quienes en odio al generoso
republicano habían llegado hasta abrir negociaciones en el general Olañeta,
para que viniese a apoyarlos con sus soldados.
Cuando el general San
Martín lo nombró jefe del ejército de observación que debían entrar en el Alto
Perú y cooperar a la expedición de Lima, Güemes solicitó nuevamente auxilio a
Aráoz. Éste se negó. Entonces Güemes se puso de acuerdo con el coronel don
Felipe Ibarra que acababa de ser nombrado gobernador de la nueva provincia de
Santiago del Estero, y con el coronel Heredia que pretendía el gobierno de
Tucumán, para destruir a Aráoz que a su vez trabajaba abiertamente para
reconcentrar en sus manos el poder de las provincias del norte.
Mientras Güemes se lanzaba a esta campaña, el
general realista Olañeta llevaba una octava invasión a Salta, al frente de dos
mil soldados. Olañeta se fue sobre Jujuy en abril de 1821 y adelantó su
vanguardia a las órdenes del coronel Marquiegui. El gobernador delegado de
Güemes, don José Ignacio de Gorriti, le salió al encuentro con una división de
gauchos milicianos, y después de algunos combates parciales rindió a discreción
dicha vanguardia en la quebrada de Humahuaca tomando entre los prisioneros al
mismo Marquiegui
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