Es uno de los datos de un estudio elaborado en la FAUBA, en el que se detalla la expansión que tuvo este método alternativo producción en los últimos 25 años y los desafíos que enfrenta para continuar por la senda alcista.
Un
estudio de la Facultad de Agronomía de
la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) afirma que la
superficie destinada a la producción “orgánica” se multiplicó 750 veces
en los últimos 25 años, al pasar de 5.500 hectáreas en
En esa línea,
la cantidad de establecimientos que
utilizan este método alternativo de producción se cuadruplicó, de
Y añadió: “En
la actualidad, se transformó en un atributo diferencial de calidad que se respalda en la certificación de los productos, y es
cada vez más importante en el mundo”.
CULTIVOS,
CARNE y SUBPRODUCTOS “ORGÁNICOS”
Entre otros
datos, con las cifras antes mencionadas, Argentina ocupa el segundo lugar a nivel mundial dentro del ranking con mayor superficie
certificada como “orgánica”.
Además, el 95% de esta producción corresponde a ganadería: la
mayor cantidad se ubica en la Patagonia, para la producción de lana de
exportación.
“En menor
medida producimos miel, carne bovina y
huevos de gallina. En cuanto a lo agrícola, nos destacamos como exportadores de peras y manzanas, y sus procesados, y
también de cereales, oleaginosas y cultivos
industriales”, explicó de Bargas.
SUSTENTABILIDAD:
La
investigadora está realizando su tesis de maestría sobre este tema, y en ese
marco ha entrevistado a más de 60 productoras y productores orgánicos, con el
fin de analizar qué motivaciones
tuvieron para ingresar a la actividad.
“Encontré que
el motor principal para adoptar esta modalidad de producción es una cuestión de
principios relativos, sobre todo, al cuidado del ambiente, a
la salud de los consumidores y a la calidad de los productos. Recién en segundo
lugar, el aspecto económico”, afirmó.
En
ese sentido, aclaró que “si bien los productos orgánicos son más caros,
producir de esta manera no implica una mayor rentabilidad. La producción orgánica incluye una mirada del mundo que rechaza
los paquetes tecnológicos basados en insumos de síntesis química y
organismos modificados genéticamente, entre otros”.
También
consideró que no es adecuado considerar a esta producción alternativa como
“antigua o ‘atrasada’”, porque “las tecnologías no son
buenas ni malas en sí mismas, pero tampoco son neutras.
Incorporan los valores de quienes las crean y de quienes las adoptan”.
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