Fue el líder de la guerra gaucha que frenó el
avance español con sus tácticas guerrilleras, nació en Salta el 8 de febrero de
1785. Estudió en Buenos Aires, en el Real Colegio de San Carlos. A los catorce
años ingresó a la carrera militar y participó en la defensa de Buenos Aires
durante las invasiones inglesas como edecán de Santiago de Liniers. En esas
circunstancias fue protagonista de un hecho insólito: la captura de un barco
por una fuerza de caballería. Una violenta bajante del Río de la Plata había
dejado varado al buque inglés «Justine» y el jefe de la defensa, Santiago de
Liniers ordenó atacar el barco a un grupo de jinetes al mando de Martín Güemes.
Tras la Revolución de Mayo,
se incorporó al ejército patriota destinado al Alto Perú y formó parte de las
tropas victoriosas en Suipacha. Regresó a Buenos Aires y colaboró en el sitio
de Montevideo. Pero Güemes no olvidaba su Salta
natal, a la que volverá definitivamente en 1815. Gracias a su experiencia
militar, pudo ponerse al frente de la resistencia a los realistas, organizando
al pueblo de Salta y militarizando la provincia. El 15 de mayo de 1815 fue
electo como gobernador de su provincia, cargo que ejercerá hasta 1820.
A fines de noviembre de 1815, tras ser derrotado en
Sipe Sipe, Rondeau intentó quitarle 500 fusiles a los gauchos salteños. Güemes
se negó terminantemente a desarmar a su provincia. El conflicto llegó a oídos
del Director Supremo Álvarez Thomas quien decidió enviar una expedición al
mando del coronel Domingo French para mediar y socorrer a las tropas varadas en
el norte salteño a cargo de Rondeau, quién parecía más preocupado por
escarmentar a Güemes y evitar el surgimiento de un nuevo Artigas en el Norte
que por aunar fuerzas y preparar la resistencia frente al inminente avance
español. Finalmente, el 22 de marzo de 1816 se llegó a un acuerdo: Salta
seguiría con sus métodos de guerra gaucha bajo la conducción de Güemes y
brindaría auxilio a las tropas enviadas desde Buenos Aires.
Dos días después, iniciaba
sus sesiones el Congreso de Tucumán que designó Director Supremo a Juan Martín
de Pueyrredón. El nuevo jefe del ejecutivo viajó a Salta ante las críticas y
sospechas de muchos porteños, que dudaban de la capacidad militar de Güemes y
sus gauchos. Pueyrredón quedó tan conforme que ordenó que el ejército del Norte
se retirara hasta Tucumán y ascendió al caudillo salteño al grado de coronel
mayor.
San Martín apoyó la
decisión de Pueyrredón y confirmó los valores militares y el carisma de Güemes
y le confió la custodia de la frontera Norte. Dirá San Martín: «Los gauchos
de Salta solos están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan terrible
que lo han obligado a desprenderse de una división con el solo objeto de
extraer mulas y ganado«.
Belgrano también valoraba
la acción de Güemes. De esta forma nació entre ellos una gran amistad. Esto
expresó Güemes a su amigo en una carta: «Hace Ud. Muy bien en reírse de los
doctores; sus vocinglerías se las lleva el viento. Mis afanes y desvelos no
tienen más objeto que el bien general y en esta inteligencia no hago caso de
todos esos malvados que tratan de dividirnos. Así pues, trabajemos con empeño y
tesón, que si las generaciones presentes nos son ingratas, las futuras
venerarán nuestra memoria, que es la recompensa que deben esperar los
patriotas».
El jefe de las fuerzas
realistas, general Joaquín de la Pezuela, envió una nota al virrey del Perú,
señalándole la difícil situación en que se encontraba su ejército ante la
acción de las partidas gauchas de Güemes. «Su plan es de no dar ni recibir batalla decisiva en
parte alguna, y sí de hostilizarnos en nuestras posiciones y movimientos.
Observo que, en su conformidad, son inundados estos interminables bosques con
partidas de gauchos apoyadas todas ellas con trescientos fusileros que al
abrigo de la continuada e impenetrable espesura, y a beneficio de ser muy
prácticos y de estar bien montados, se atreven con frecuencia a llegar hasta
los arrabales de Salta y a tirotear nuestros cuerpos por respetables que sean,
a arrebatar de improviso cualquier individuo que tiene la imprudencia de
alejarse una cuadra de la plaza o del campamento, y burlan, ocultos en la
mañana, las salidas nuestras, ponen en peligro mi comunicación con Salta a
pesar de dos partidas que tengo apostadas en el intermedio; en una palabra,
experimento que nos hacen casi con impunidad una guerra lenta pero fatigosa y
perjudicial.«
A principios de 1817,
Güemes fue informado sobre los planes del Mariscal de la Serna de realizar una
gran invasión sobre Salta. Se trataba de una fuerza de 3.500 hombres integrada
por los batallones Gerona, Húsares de Fernando VII y Dragones de la Unión. Eran
veteranos vencedores de Napoleón. Güemes puso a la provincia en pie de guerra.
Organizó un verdadero ejército popular en partidas de no más de veinte hombres.
El 1º de marzo de 1817,
Güemes logró recuperar Humahuaca y se dispuso a esperar la invasión. Los
realistas acamparon en las cercanías. Habían recibido refuerzos y ya sumaban
5.400. La estrategia de Güemes será una aparente retirada con tierra arrasada,
pero con un permanente hostigamiento al enemigo con tácticas guerrilleras. En estas
condiciones las fuerzas de La Serna llegaron a Salta el 16 de abril de 1817. El
boicot de la población salteña fue absoluto y las tropas sufrieron permanentes
ataques relámpago. El general español comenzó a preocuparse y sus tropas
empezaron a desmoralizarse. No lo ayudaron las noticias que llegaron desde
Chile confirmando la victoria de San Martín en Chacabuco. De la Serna decidió
emprender la retirada hacia el Alto Perú.
Las victorias de San Martín
en Chile y de Güemes en el Norte permitían pensar en una lógica ofensiva común
del ejército del Norte estacionado en Tucumán a las órdenes de Belgrano y los
gauchos salteños hacia el Alto Perú. Pero lamentablemente las cosas no fueron
así. La partida de San Martín hacia Lima, base de los ejércitos que atacaban a
las provincias norteñas, se demorará en Chile por falta de recursos hasta
agosto de 1820. Belgrano, por su parte, será convocado por el Directorio para
combatir a los artiguistas de Santa Fe. Güemes y sus gauchos estaban otra vez
solos frente al ejército español.
En marzo de 1819, se
produjo una nueva invasión realista. Güemes se preparaba nuevamente a resistir.
Sabía que no podía contar con el apoyo porteño: su viejo rival José Rondeau era
el nuevo Director Supremo de las Provincias Unidas. La prioridad de Rondeau no
era la guerra por la independencia sino terminar con el modelo artiguista en la
Banda Oriental, que proponía federalismo y reparto de tierras. El nuevo
director llegó a ordenarle a San Martín abandonar su campaña libertadora hacia
el Perú y regresar a Buenos Aires con su ejército para reprimir a los
federales. San Martín desobedeció y aclaró que nunca desenvainaría su espada
para reprimir a sus compatriotas.
El panorama de Salta era
desolador. La guerra, permanente, los campos arrasados y la interrupción del
comercio con el Alto Perú habían dejado a la provincia en la miseria. Así lo
cuenta Güemes en una carta a Belgrano: «Esta provincia no me representa más que un
semblante de miseria, de lágrimas y de agonías. La nación sabe cuántos y cuán
grandes sacrificios tienen hechos la provincia de Salta en defensa de su
idolatrada libertad y que a costa de fatigas y de sangre ha logrado que los
demás pueblos hermanos conserven el precio de su seguridad y sosiego; pues en
premio de tanto heroísmo exige la gratitud que emulamos de unos sentimientos
patrióticos contribuyan con sus auxilios a remediar su aflicción y su miseria». Pero
los auxilios no llegaron nunca y la situación se hacía insostenible porque las
clases altas de Salta le retaceaban su apoyo por el temor de aumentar el poder
de Güemes y por la desconfianza que le despertaban las partidas de gauchos
armadas a las que sólo toleraban ver en su rol de peones de sus haciendas.
En 1820, la lucha entre las
fuerzas directoriales y los caudillos del Litoral llegó a su punto culminante
con la victoria de los federales en Cepeda. Caían las autoridades nacionales y
comenzaba una prolongada guerra civil. En ese marco, se produjo una nueva
invasión española. En febrero, el brigadier Canterac ocupó Jujuy y a fines de
mayo logró tomar la ciudad de Salta. San Martín, desde Chile, nombró a Güemes y
le pidió que resistiera y le reiteró su absoluta confianza nombrándolo Jefe del
Ejército de Observación sobre el Perú. A Canterac no le irá mejor que a La
Serna: terminará retirándose hacia al Norte.
El año 1821, fue sumamente
duro para Güemes porque a la amenaza de un nuevo ataque español se sumaron los
problemas derivados de la guerra civil. Güemes debía atender dos frentes
militares: al Norte, los españoles; al Sur, el gobernador de Tucumán Bernabé
Aráoz que, aliado a los terratenientes salteños, hostigaba permanentemente a
Güemes, quién sería derrotado el 3 de abril de 1821. El Cabildo de Salta,
dominado por los sectores conservadores, aprovechó la ocasión para deponer a
Güemes de su cargo de gobernador. Pero a fines de mayo Güemes irrumpió en la
ciudad con sus gauchos y recuperó el poder. Todos esperaban graves represalias,
pero éstas se limitaron a aumentar los empréstitos forzosos a sus adversarios.
Estas divisiones internas
debilitaron el poder de Güemes y facilitaron la penetración española en
territorio norteño. Los sectores poderosos de Salta no dudaron en ofrecer su
colaboración al enemigo para eliminar a Güemes.
El coronel salteño a las
órdenes del ejército español José María Valdés, alias «Barbarucho», buen
conocedor del terreno, avanzó con sus hombres y ocupó Salta el 7 de junio de
1821. Valdés contó con el apoyo de los terratenientes salteños, a los que les
garantizó el respeto a sus propiedades.
Güemes estaba refugiado en
casa de su hermana Magdalena Güemes de Tejada, «Macacha». Al escuchar unos
disparos, decidió escapar a caballo pero, en la huída, recibió un balazo en la
espalda. Llegó gravemente herido a su campamento de Chamical con la intención
de preparar la novena defensa de Salta. Reunió a sus oficiales y les transfirió
el mando y dio las últimas indicaciones. Murió el 17 de junio de 1821 en la
Cañada de la Horqueta. El pueblo salteño concurrió en masa a su entierro en la
Capilla de Chamical y el 22 de julio le brindó el mejor homenaje al jefe de la
guerra gaucha: liderados por el coronel José Antonio Fernández Cornejo, los
gauchos de Güemes derrotaron a «Barbarucho» Valdés y expulsaron para siempre a
los españoles de Salta.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
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