El cultivo de girasol convive
desde hace décadas con un desafío recurrente: el impacto de palomas y cotorras
que se alimentan de los capítulos maduros. Un equipo de investigación del INTA
Reconquista propone un manejo integrado para el norte de Santa Fe. Desde siempre, el girasol es
un alimento atractivo para las aves;
por ello, minimizar el impacto es un desafío histórico.
Ante este escenario, los
especialistas del INTA Reconquista proponen una estrategia integral
que combina planificación, selección de híbridos y secado anticipado para
reducir pérdidas por las palomas y cotorras.
Las
recomendaciones técnicas consolidan años de trabajo en la
región y ofrecen
un marco claro para mejorar las decisiones a campo en el tramo final del
cultivo.
La clave, coinciden los
especialistas, es pensar el manejo desde la
planificación y no recién cuando los primeros capítulos muestran signos de daño.
“Las decisiones deben integrarse
desde el inicio de la campaña, porque la presión de aves condiciona todo el
manejo posterior”, subrayó Gonzalo Scarpin, técnico del INTA Reconquista y
referente en la región.
Los estudios del INTA muestran que el impacto no solo varía entre campañas, sino
también dentro de un mismo lote o entre zonas muy próximas. Esa irregularidad complica cualquier intento
de estimación precisa, pero al mismo tiempo confirma la necesidad de
anticiparse.
GIRASOL: AJUSTARSE A LA REALIDAD
“Cuando la población de aves es alta, el objetivo debe ser proteger el cultivo desde el
comienzo: elegir
híbridos adecuados, ajustar densidad y trabajar para lograr capítulos más
compactos”, explica Daniela
Vitti, especialista
en manejo del cultivo INTA Reconquista.
En áreas con baja presión, en cambio, el productor disfruta de un margen
más amplio para priorizar el potencial de rendimiento sin tantas restricciones.
Pero una vez que el
girasol entra en estados reproductivos avanzados, la estrategia cambia de foco: allí emerge el secado anticipado como herramienta decisiva para reducir la ventana de exposición
del cultivo.
“Cuando los daños
comienzan, el tiempo pasa a ser el factor central. Cada día extra en el lote es una oportunidad
para que las aves aumenten el impacto. Ganar tiempo es fundamental”, enfatiza
Scarpin.
Según ensayos y experiencias zonales, desecar el cultivo con el momento justo puede
adelantar la cosecha entre 17 y 24 días, dependiendo de la fecha de siembra.
Por su parte, Vitti detalló que, en siembras óptimas, el mejor momento de aplicación es con 34 % de
humedad del grano, cerca de
los 38 días después de floración, lo que permite adelantar la cosecha al menos
17 días.
En siembras tardías, el umbral sube a 53% de humedad, alrededor de los 28 días posteriores a la floración, logrando
adelantos de hasta 24 días.
“Las diferencias dependen del híbrido y de las condiciones de cada
campaña, pero el
principio es el mismo: cuanto antes pueda retirarse el cultivo, menor será la
pérdida”, afirma Daniela Vitti.
COSECHA ANTICIPADA DE GIRASOL
Los especialistas remarcan que este adelantamiento no afecta la calidad industrial. “La cosecha anticipada no modifica el porcentaje
de aceite, porque su síntesis se completa antes del fin del llenado de los
granos”, aclara Vitti.
Respecto de las herramientas
químicas disponibles, ensayos previos mostraron que determinados insumos
químicos ofrecen los resultados más sólidos para homogeneizar el lote y acelerar
la madurez.
Ambas recomendaciones requieren,
según remarcan los técnicos, revisar siempre los registros
oficiales del SENASA y respetar los períodos de carencia establecidos para el
cultivo.
Más allá de las herramientas
puntuales, Scarpin remarca la importancia de comprender el fenómeno desde una
mirada amplia. “El daño por aves forma parte del
sistema agrícola. No se resuelve solo en el momento final del cultivo. Hay que integrarlo a la rotación,
a la elección del cultivar y a cada decisión que se toma durante la campaña”,
sostiene.






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