SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



jueves, 17 de octubre de 2019

Investigadores del INTA lograron utilizar la leche de descarte para alimentación animal.

Investigadores del Instituto de Patobiología del INTA avanzan en el desarrollo de un equipo –denominado sanitizador–, que elimina los patógenos del calostro bovino mediante el proceso de ozonización sin dañar los anticuerpos contenidos en el alimento. Se trata de leche que no se comercializa y se destina a la alimentación de terneros.

La leche que no puede comercializarse, debido a que contiene calostro o por provenir de animales que están bajo tratamiento, representa un volumen estimado de 16 millones de litros en el país y, en general, se destina a la alimentación de los terneros. Para que sea de valor productivo, es fundamental aplicarle un tratamiento que permita eliminar los posibles patógenos que contenga, capaces de enfermar a los animales, y evitar, así, pérdidas económicas de importancia para los productores.
La pasteurización es el procedimiento más utilizado para realizar la eliminación de microorganismos y, si bien resulta efectiva, tiene como desventajas el costo elevado y la disminución de nutrientes por acción de la temperatura.

En conocimiento de la problemática, investigadores del Instituto de Patobiología del INTA avanzan en el desarrollo de un equipo –denominado sanitizador–, que, mediante el proceso de ozonización, elimina los patógenos del calostro bovino sin dañar los anticuerpos contenidos en el alimento. La clave de la innovación se encuentra en el método de ozonización, un procedimiento de bajo costo que minimiza el impacto sobre la calidad nutricional de la leche y cuya aplicación permite reutilizar la leche de descarte para la alimentación de los terneros en forma segura.
“El ozono es una molécula altamente inestable que, al descomponerse, produce radicales libres; al ozonizar la leche y el calostro, los radicales libres dañan las membranas y el ADN de los microorganismos y los inactiva”, explicó Winston Morris, investigador del Instituto de Patobiología del INTA, quien lleva adelante el estudio junto con los especialistas Daniel Vilte, Sergio Garbaccio y Mariana Dunleavy.
El diseño construido hasta el momento fue logrado gracias al financiamiento obtenido a través del Fondo de Valorización Tecnológica (FVT) en 2018, que gestiona el INTA –mediante la Dirección Nacional Asistente de Vinculación Tecnológica y Relaciones Institucionales– para proyectos que se encuentren cercanos a la transferencia de tecnología.
El proyecto tiene una duración de 18 meses. “Para fin de año, esperamos tener listo el primer prototipo y estar en el proceso de puesta a punto”, dijo Morris.
De acuerdo con el investigador, la financiación obtenida es suficiente para el diseño del prototipo, pero remarcó la necesidad de generar acciones de articulación público-privada en etapas posteriores del proyecto. “Para lograr el escalado y transferencia de la tecnología, seguramente será beneficioso trabajar con alguna empresa interesada en la innovación a fin de que pueda llevar a cabo la fabricación a escala y la comercialice como una herramienta para los productores de tambo”, apuntó.

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