SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



martes, 20 de noviembre de 2018

Aseguro el Papa Francisco: “los derechos fundamentales de todos los migrantes, sin importar su status migratorio, deben respetarse”.

Perspectiva del Papa Francisco y del Vaticano sobre el desafío de la migración, un fenómeno que “es tan antiguo como la misma humanidad” y una de las “claras prioridades” del Santo Padre.
La migración es “uno de los desafíos de nuestro tiempo y una de las claras prioridades del Papa Francisco y de las actividades internacionales de la Santa Sede”, dijo Mons. Auza en la ponencia titulada “El Papa Francisco y el desafío global de la migración”, pronunciada el 14 de noviembre en el McMillan Center for International and Area Studies de la Universidad de Yale.
El Prelado dijo que la perspectiva del Santo Padre sobre este tema puede resumirse en tres puntos. “El primero es que la migración es una respuesta humana natural y un testamento del deseo de todo ser humano para tener felicidad, libertad, mayores oportunidades y una vida mejor”, señaló.
En segundo lugar, continuó, “la Santa Sede cree en dos derechos: el de migrar y el derecho anterior a no migrar. La migración voluntaria, segura, ordenada, regular y bien manejada contribuye al desarrollo y al enriquecimiento cultural”.
En ese sentido, el Arzobispo recordó el importante rol que jugó la Santa Sede para la firma del Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, un importante marco aunque no vinculante para hacer frente al tema desde las Naciones Unidas, basado en la cooperación internacional, que se inició con la declaración de Nueva York de 2016.

El tercer punto, señaló, se refiere a que “los derechos fundamentales de todos los migrantes, sin importar su status migratorio, deben respetarse”.
A continuación, el Arzobispo precisó que el mismo “Papa Francisco ha resumido en cuatro verbos la aproximación general de la Iglesia Católica al desafío global de la migración: Estos cuatro verbos son acoger proteger, promover e integrar”.
Acoger –continuó– significa  ofrecer a los migrantes variadas opciones para ingresar a los países de destino de manera segura y legal, y asegurar que su repatriación, que usualmente es voluntaria, se cumpla en condiciones justas y seguras (…). En todas las instancias la centralidad de la persona humana nos obliga a tratar a todo migrante con dignidad y respeto”.
Proteger: Se deben dar todos los pasos necesarios para defender los derechos fundamentales y la dignidad de los migrantes sin importar su status migratorio. Esa protección comienza en el país de origen y consiste en ofrecer información confiable y verificada antes de la partida; así como dar seguridad ante los reclutadores ilegales, los contrabandistas humanos y los traficantes”.
Esta protección debe seguir en el lugar de destino y debe hacerse lo posible para encontrar alternativas a la detención de los migrantes. Además, precisó Mons. Auza, “la Santa Sede no ve la detención de un niño migrante como algo que responda a los mejores intereses de un menor, como está definido en la Convención de los Derechos del Niño”.
Promover: Yendo más allá de la protección de los derechos y la dignidad de los migrantes, se debe poner en marcha, en todo lo que sea posible, políticas y programas para asegurar a los migrantes que puedan contribuir a su propia manutención, ejercer sus derechos fundamentales, mejorar sus capacidades, participar en la vida de su comunidad anfitriona y contribuir al bien común”.
Sobre el último verbo, integrar, el Nuncio ante la ONU resaltó que “cuando la migración es bien manejada y se alienta una cultura del encuentro, los migrantes hacen una contribución positiva a la economía, a la vida cultural y social, enriqueciendo a las comunidades”.
“La integración no es una asimilación que lleve a los migrantes a suprimir u olvidar su propia identidad cultural, en vez de eso es un proceso de conocimiento mutuo y de apertura recíproca a lo que es bueno y positivo de la identidad cultural de cada uno”, subrayó el Arzobispo.
“Todos sabemos que la integración es un desafío enorme que puede llevar al fracaso o que puede llevar a la exclusión social y a la no armonización social”, comentó.
Mons. Auza reiteró la importancia del Pacto Global y destacó que “nuestra responsabilidad compartida solo puede materializarse si todos nosotros nos comprometemos a hacer algo concreto y damos nuestra parte”.

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