Si has tenido hijos es probable que ya lo sepas, en caso contrario, la noticia puede que sea una sorpresa: a los niños menores de un año no se les debe permitir nunca comer miel. ¿Por qué? La culpa la tiene la sustancia natural más venenosa conocida por el hombre: la toxina botulínica.
Y es que la miel puede contener Clostridium Botulinum, una bacteria que a su vez tiene la posibilidad de producir la toxina botulínica. Hoy sabemos que las esporas botulínicas se encuentran en muchos lugares y espacios de nuestra vida cotidiana, por ejemplo en el suelo, el polen, el polvo a nuestro alrededor… o en la miel.
Los humanos mayores de un año a menudo ingerimos esporas botulínicas y ni nos enteramos, en cambio, los menores de un año pueden enfermarse gravemente. Cuando un bebé ingiere una espora o un conjunto de ellas, tienen la posibilidad de germinar en el sistema gastrointestinal debido a su inmadurez.
Se entiende por inmadurez cuando el intestino (en este caso de los bebés) no es capaz de manejar problemas digestivos más complejos que se presentan con las esporas botulínicas vivas. En esencia, el intestino de un bebé permite que estas esporas se atasquen dentro de su intestino y acaben germinando, situación donde se puede producir una toxina botulínica dañina.
¿Por qué? A diferencia de los niños y adultos, los bebés de menos de un año no han estado comiendo alimentos sólidos. Básicamente beben leche, y cuando tienen alrededor de 4 a 6 meses, dejan de tomar leche materna y comienzan a comer otros alimentos que nunca antes habían comido.
Como resultado de ello, sus microbios intestinales cambian abruptamente. Y es aquí, durante este período de transición en el intestino del bebé, cuando las bacterias letales C. botulinum son libres de crecer y producir la toxina.
A medida que la toxina entra en el torrente sanguíneo del bebé, bloquea la capacidad de los nervios motores para liberar acetilcolina, un mensajero químico que envía señales nerviosas a los músculos. Como resultado de ello, el bebé comienza a perder el control de los músculos y parece cansado y débil. A medida que ingresa más toxina al torrente sanguíneo, los músculos que controlan la deglución y la respiración dejan de funcionar.
En grandes cantidades, la toxina ataca tu sistema nervioso causando la enfermedad conocida como botulismo. Esta puede llevar a la parálisis e incluso a la muerte. Y dado que C. botulinum es tan común en nuestro alrededor, los investigadores creen que las abejas la recogen en su camino hacia la colmena, espacio donde producen miel.
De hecho, un estudio reciente encontró bacterias C. botulinum en aproximadamente el 8% de todas las muestras de miel. No hay que alarmarse, normalmente cuando nos encontramos con C. botulinum, como en la miel, está inactiva. Incluso si la ingieres no estás en peligro, a menos que tengas menos de 1 año.
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