En el centro de un
bosque de olivares ubicado en las afueras del pueblo riojano de Aimogasta,
departamento de Arauco, todavía crece el único sobreviviente de una tala masiva
de olivos ordenada por los reyes del imperio español, tres siglos atrás.
No están del todo claras ni las razones
de aquel olivicidio ni cómo se instrumentó la orden, pero las fuentes coinciden
en asignarle a este viejo ejemplar de Olea europaea un carácter decididamente
protagónico dentro la narrativa olivícola argentina, chilena y peruana.
Tiene más de cuatrocientos años de edad,
se lo considera el ejemplar vivo más añoso del continente y como siempre sigue
dando aceitunas. Declarado "árbol histórico nacional" por ser la
única "planta que quedó viva de la tala que mandó a hacer el rey Carlos
III en el siglo XVII", según establece el decreto 2235/1946, y por haber
sido responsable de diseminar la olivicultura en Sudamérica, la historia del
olivo cuatricentenario recuerda el relato bíblico del cruel Herodes y la
matanza de los Santos Inocentes, y es digna de una novela colonial.
Pero su presente es más bien preocupante
y su pronóstico reservado: puede morir en cualquier momento. Una bacteria se
metió en su interior y le está secando algunas ramas.
Como también fue declarado Monumento
Histórico Nacional en 1980, único vegetal que cuenta con una declaratoria de
este tipo, una comisión de científicos de distintos organismos nacionales
trabaja contrarreloj para salvarlo.
Registros paleobotánicos fechan la domesticación de
los olivos por parte del género humano hace unos 7 mil años, en la región de Asia
menor, lo que actualmente es Siria e Irán.
En paralelo comenzó a cultivarse en la
cuenca del Mediterráneo y es contemporáneo de la vid con la que se hace el
vino, la Vitis vinífera. Existen ejemplares muy añosos de este árbol que
representa la paz, de flor hermafrodita y fruto carnoso en cuyo interior guarda
hasta un 20 por ciento de aceite de oliva.
Al más antiguo lo llaman "El
grande" y está plantado en Al-Walaja, una aldea palestina a cuatro
kilómetros de Belén, en Cisjordania. Tiene más de 5 mil años. Otro ejemplar
milenario es el olivo de Vouves en la isla de Creta que tendría 4 mil años y
aún sigue dando aceitunas.
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