Los “demonios de la ciencia” es una
expresión que sirve como metáfora para nombrar aquello para lo que no
hay respuesta. La física mexicana-estadounidense Jimena Canales,
autora de Bedeviled: A Shadow History of Demons in Science (Endemoniados:
una historia sombría de los demonios en la ciencia), recoge
los grandes demonios de grandes científicos.
El matemático francés Pierre-Simon
Laplace imaginó una entidad que supiera dónde están todos los átomos
del universo y cuáles son las leyes del movimiento. En el célebre
pasaje de su Ensayo
filosófico sobre la probabilidad de 1814, escribió:
“Entonces debemos considerar el estado actual
del universo como el efecto de su estado anterior y como la causa del
siguiente. Dada por un instante una inteligencia que pudiera comprender todas
las fuerzas que animan la naturaleza y las respectivas
posiciones de los seres que la componen –una inteligencia suficientemente vasta
para someter estos datos al análisis– abarcaría en la misma fórmula tanto los
movimientos de los cuerpos más grandes del universo y los del átomo más ligero; para él nada sería incierto y el futuro, como pasado, estaría presente ante sus
ojos”.
Esta inteligencia calculadora
superpoderosa, más tarde conocida como el demonio de Laplace, significó
el comienzo del determinismo y de la idea de que la naturaleza es
cognoscible y la ciencia puede explicarlo todo.
Hay otro gran demonio en
ciencia, el del físico escocés James Clerk Maxwell.
“Un ser muy observador y de dedos pulcros” que separa las moléculas más calientes
y rápidas de las más frías y lentas… violando nada menos que la segunda ley de
la termodinámica. El demonio de Maxwell ha atormentado a los físicos
durante décadas.
COMO HAS
CAÍDO DEL CIELO, LUCERO del amanecer
Isaías –capítulo 14, versículos 12 a
14–: “¡Cómo has caído del cielo, Lucero, hijo de la Aurora!”. Los
demonios, en la tradición abrahámica, son ángeles o Glorias que cayeron de los
cielos.
Luzbel –el ángel
predilecto al que Isaías llama Lucero– recibe el nombre de Lucifer tras el
destierro. En la mitología romana, Lucifer
es hijo de Aurora y es representado como un personaje masculino que porta una antorcha. Existe, además, una correlación con
el planeta Venus, para los romanos el lucero del alba, estrella de la mañana.
El
diablo ejerce como figura que trae la luz –el conocimiento – a los humanos: Lucifer se presenta al amanecer conformando un relato
similar al del Sol Invictus , una festividad romana que es la
antesala de la tradición navideña cristiana.
En ciencia, se llaman luciferinas las proteínas responsables de
la bioluminiscencia y una astrofísica estadounidense,
Elizabeth Roemer, decidió llamar Lucifer a uno de los asteroides que descubrió.
EL QUE
INCITA AL CONOCIMIENTO
El capítulo 3
del libro del Génesis relata la primera
acción del demonio como incitador al conocimiento.
Transfigurado en una serpiente le
responde a Eva en relación a la prohibición que tenían los primeros moradores
del Jardín del Edén de comer frutos del árbol que estaba en medio del jardín:
“Incluso Dios sabe que cuando ustedes coman de
ese árbol, comprenderán todo mejor; serán como dioses porque podrán diferenciar entre el bien y
el mal”. Versículo 5.
Fuente:
National Geographic
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