EL INVENTOR, GOBIERNOS, PERIODISTAS y FABRICAS de AUTOMÓVILES ASESINARON A MILLONES DE PERSONAS, SABIENDO QUE LIBERABAN VENENO de M.A.F.G: Aseguro su inventor que la gasolina con plomo era segura. Su inventor estaba
seguro de ello. Encarando a escépticos reporteros en una conferencia de prensa,
Thomas Midgley sacó con mucho teatro un contenedor de tetraetilo de plomo -el
aditivo en cuestión- y procedió a lavarse las manos con él.
"No me estoy arriesgando a
que me ocurra nada malo", declaró. "Ni me estaría arriesgando si lo
hiciera a diario".
Midgley no estaba siendo muy
sincero. Podría haber mencionado, por ejemplo, que recientemente había pasado
varios meses en Florida, EE.UU., recuperándose de intoxicación por plomo.
Algunos de los que habían estado
trabajando en el invento de Midgley no habían tenido tanta suerte, y por eso
era que los reporteros estaban tan interesados.
Un
jueves de octubre de 1924, en una planta de Standard Oil en Nueva Jersey, un empleado llamado Ernest Oelgerth había empezado a alucinar.
El viernes, estaba corriendo por el laboratorio, gritando del terror. La mezcla parecía mortífera, pero ¿qué decían los
resultados de experimentos para ponerla a prueba?
El
sábado, con Oelgert peligrosamente trastornado, su hermana llamó a la policía:
se lo llevaron al hospital y le pusieron una camisa de fuerza.
El
domingo estaba muerto.
En
cuestión de una semana, también lo estaban cuatro de sus colegas en el
laboratorio, y 35 más estaban hospitalizados.
Ya
eran 40 entre fallecidos y enfermos de las 49 personas trabajaban ahí.
No era la primera vez
Nada
de eso sorprendió a los empleados de Standard Oil en otras partes.
Sabían
que había un problema con el tetraetilo de plomo. De hecho, se referían al
laboratorio donde lo desarrollaban como "el edificio del gas
loco".
Tampoco
debió haber consternado a Standard Oil, General Motors o a la corporación Du
Pont, las tres compañías involucradas en añadirle tetraetilo de plomo a la gasolina.
La
primera línea de producción en Ohio ya había sido cerrada tras dos muertes.
En
una tercera planta, en otro lugar de Nueva Jersey, también había habido
muertes; los trabajadores alucinaban, veían insectos y trataban de espantarlos.
Ese laboratorio era conocido como "la casa de las mariposas".
Las tres compañías que experimentaban con echarle
plomo a la gasolina debían saber que había problemas.
Un buró de investigación a la medida de General
Motors.
Con
mejores métodos laborales podría haber sido más seguro producir el aditivo.
Pero, ¿realmente era sensato añadírselo a la gasolina si los gases iban a ser
liberados en las calles de las ciudades?
Cuando
General Motors había propuesto por primera vez agregarle plomo al combustible,
un par de años antes, los científicos se alarmaron.
Urgieron
al gobierno a investigar las posibles implicaciones en la salud pública.
Thomas
Midgley despreocupadamente le aseguró al cirujano general de Estados Unidos que
"la calle promedio probablemente estará tan libre de plomo que será
imposible detectarlo o su absorción", aunque concedió que "no
se han tomado datos experimentales reales".
General
Motors financió un buró del gobierno para que hiciera algo de investigación.
Añadió una cláusula en la que decía que los resultados tenían ser aprobados por
la petrolera.
¿No hay razón para preocuparse?
El
informe del buró fue publicado en medio de un frenesí mediático por la
intoxicación de los colegas del difunto Ernest Oelgert.
Aunque
el estudio le dio el visto bueno al tetraetilo de plomo, no acalló las dudas.
Bajo
la presión del público, el gobierno organizó una conferencia en Washington DC
en mayo de 1925.
"Pintura con base de plomo" advierte el
anuncio, pues es peligroso, como sabían en 1678 quienes producían albayalde que
les producía, entre otras cosas, "ceguera y estupidez".
El debate que
tuvo lugar ejemplifica los dos extremos de criterios ante cualquier idea nueva
que, aunque riesgosa, es útil.
En
una esquina: Frank Howard, vicepresidente de
Ethyl Corporation, una empresa conjunta de General Motors y Standard Oil.
Howard
se refirió a la gasolina con plomo como "un regalo de Dios",
argumentando que "el desarrollo continuo de carburantes de automoción es
esencial para nuestra civilización".
En
la otra esquina: Alice Hamilton, la experta más grande
del país en plomo.
Hamilton
argumentó que la gasolina con plomo era un riesgo que no valía la pena tomar:
"Donde hay plomo -dijo- tarde o temprano aparece algún caso de
intoxicación, incluso bajo la supervisión más estricta".
Hasta los romanos lo sabían
Hamilton
sabía que durante miles de años la gente se había intoxicado con plomo.
En
1678, unos trabajadores que hacían albayalde (del árabe al-bayūd, 'blancura')
-el carbonato básico del plomo, un pigmento para pintura- sufrieron dolencias
que incluían "mareos en la cabeza, con fuertes dolores en la
frente, ceguera y estupidez".
Para los romanos, el acceso al agua era un derecho,
y sus acueductos a menudo tenían tuberías de plomo, como ésta, a pesar de que
los riesgos de intoxicación por contacto directo eran conocidos.
En
la época del Imperio romano, usaban el plomo, entre otras cosas, para los
acueductos: plomero viene de la palabra en latín para plomo, plumbum.
Los
romanos sabían que los mineros de plomo a menudo se volvían locos o morían
intoxicados, pero para eso tenían esclavos. No obstante, algunos intuyeron
correctamente que la exposición a niveles bajos a largo plazo tampoco era muy
sabia.
"El
agua conducida por tuberías de barro es más saludable que la que corre por
tuberías de plomo", escribió el ingeniero
civil Vitruvius, hace 2.000 años. "Eso se puede verificar observando a los
que trabajan con plomo, que son pálidos".
Décadas de plomo
Estados
Unidos sólo empezó a ponerle impuestos a la gasolina con plomo en los años 70.
Finalmente prohibió su uso, como parte de una legislación de aire puro.
Eventualmente, hubo opción: comprar la gasolina con
plomo o sin plomo, hasta que vetaron la primera.
Dos
décadas más tarde, en los años 90, los índices de crímenes violentos
empezaron a bajar.
Hay
muchas razones por las cuales esto pudo haber pasado pero la economista Jessica
Reyes hizo una intrigante reflexión: si los cerebros de los niños eran
especialmente susceptibles a la intoxicación crónica por plomo, ¿sería posible
que los niños que no respiraron los gases de escape de la gasolina con plomo
cometieran menos delitos violentos?
La
hipótesis de Reyes se podía poner a prueba pues los estados de EE.UU. habían
prohibido el uso de esa gasolina en distintos momentos.
Comparando
las fechas de la entrada en vigor de legislación de aire puro con las cifras de
delincuencia, concluyó que el 56% de la reducción en crímenes violentos
se debía al cambio a gasolina sin plomo.
Otros
investigadores encontraron vínculos similares entre el plomo en las tuberías de
agua y los homicidios urbanos.
EL INVENTOR: Por lo visto, Thomas Midgley era un hombre genial;
hasta es posible que hubiera creído eso de que lavarse las manos diariamente
con tetraetilo de plomo era seguro.
Pero como
inventor, parecía que le hubieran echado una maldición.
Su segunda mayor contribución a la
civilización fue el clorofluorocarbono o CFC, que mejoró la refrigeración y
destruyó la capa de ozono.
Luego, aquejado por el polio,
Midgley inventó una máquina para levantar su debilitado cuerpo de la cama. Se
inventó un ingenioso sistema de poleas y cuerdas. Desafortunadamente, se le
enredaron alrededor del cuello y lo mataron.
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