No fue Sarmiento el inventor del guardapolvo blanco escolar, como algunos creen. En invierno de 1.915, en la escuela Cornelia Pizarro de la calle Peña 2.670, la maestra Matilde Filgueiras organizó una reunión de padres que sería el eje principal de esta historia.
Ese día les explicó que la ropa de los estudiantes ponía en manifiesto su condición social y eso generaba divisiones y actos de discriminación, a los cuales quería encontrarles una solución. Y no se equivocaba, con solo un vistazo uno se daba cuenta de los niños más humildes y quienes pertenecían a las familias adineradas.
La docente les comentó la idea de crear un guardapolvo blanco que los unificara a través de una imagen más igualitaria. ¿Con esto se logró la paz?…. Pues no, algunas padres, provenientes de las mejores familias, no estaban de acuerdo y pusieron el grito en el cielo. Los que sí la aceptaban no se ponían de acuerdo con el color o no podían permitirse gastar mucho dinero.
La maestra Filgueiras, terca como buena taurina, corrió hacia el centro de la peatonal Florida, y compró varios metros de género blanco que pagó de su propio bolsillo, lo cortó y lo distribuyó entre los alumnos. Le explicó a cada madre de los chicos cómo deberían ser confeccionado los mismos para que así todos los chicos se vean iguales.
Algunos de los padres seguían sin estar de acuerdo y protestaron. Como resultado el ministerio de educación decidió enviar un funcionario al consejo escolar, pero este recorriendo las aulas y espiando en los recreos entendió que la idea valía la pena. Comenzó una cruzada a favor del guardapolvo.
Muchos colegios organizaban rifas y bailes para juntar el dinero y ayudar a otras escuelas que no podían gastar para que puedan comprar el género necesario. El ministerio siguió inspeccionando el tema. Sería recién en 1918 cuando se envió una circular a todas las escuelas de la zona para que implemente la medida sugerida por Filgueiras. En 1942 el uso pasó a ser obligatorio en todo el país.
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