“El propietario no obtiene del alquiler la renta
que podría tener por el capital que compromete, y el ingreso medio no permite
retribuir la renta que el propietario espera”, dijo el funcionario en diálogo
con C5N.
No se trata de un tema nuevo. El año
pasado, en medio de las discusiones en torno a la ley de alquileres y a la
escasez de oferta de casas y departamentos, un posible impuesto a la vivienda ociosa surgió tanto desde
sectores del oficialismo como desde la oposición. El ministro
de Desarrollo Territorial y Hábitat, Jorge Ferraresi, planteó implementar un
impuesto como una de las posibles soluciones a los incrementos de los precios
de los alquileres de viviendas y Horacio Rodríguez Larreta recogió el guante y
se mostró a favor, aunque reconoció las dificultades para llevarlo adelante.
Pero, más allá de las voces a favor y en contra, el primer problema que se
plantea es desde su significado. ¿Cómo se diferencia una vivienda ociosa de una vivienda vacía?
En
la Ciudad de Buenos Aires, según el Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC)
publicado en 2019, se considera vivienda vacía
como “aquellos inmuebles de tipo residencial que registran un consumo eléctrico
anual inferior al mínimo indispensable considerado para su uso permanente”. Es
decir, aquellas propiedades que registren un consumo menor a 50 kilovatio/hora
por mes.
Según un informe de la Mesa de Estudio de Viviendas
Vacías de la Ciudad -que tomó información provista por el ENRE (Ente Nacional
Regulador de la Electricidad) sobre los niveles de consumo en el período 2017-2018-, determinó una
tasa de vacancia del 9,2% de los usuarios residenciales (138.328).
En tanto, la mayor cantidad de viviendas
vacías bajo este criterio se concentró en el corredor norte, con foco en la
comunas 1, que abarca a Puerto Madero y Retiro, donde el promedio trepa al
13,3%; la Comuna 2, de Recoleta, con 10%; y la Comuna 14, de Palermo.
Por su parte, las zonas con menos
cantidad de viviendas vacantes son la Comuna 8 -que comprende los barrios de
los barrios de Villa Soldati, Villa Riachuelo y Villa
Lugano- y la Comuna 4 integrada por La Boca, Barracas, Parque Patricios y Nueva
Pompeya. Otro de los problemas que se plantea es determinar cuáles
son las políticas que pueden aplicarse para reducir la cantidad de viviendas
que no se utilizan y lograr volcarlas al mercado de alquileres.
Según el informe presentado por el IVC,
hay distintas maneras para cuantificar la existencia de viviendas vacías. En la
mayoría de los casos se utiliza el censo o requisa gubernamental para indagar
sobre el estado de las propiedades. Otros tipos de indicadores, ya mencionado,
es el consumo eléctrico del inmueble.
Respecto a qué medidas toman para hacer
frente a la problemática, las políticas elegidas son muy diferentes: van desde
incentivos a los propietarios a castigos impositivos. Y, en los casos más
extremos, se da lugar a la expropiación y la demolición de los inmuebles.
Desde la Cámara Inmobiliaria Argentina,
coinciden en la dificultad de delimitar las viviendas vacías,
aunque no coinciden en el término “ociosas”. “Nosotros hablamos de vivienda
vacía, no consideramos que sea detectable como una variable ociosa. Pueden
estar bajo esa jerarquía propiedades que están en alquiler temporario o que se
utilizan para un traslado familiar de un estudiante, que están en mal estado y
no aptas para alquiler, que están en sucesión. Hay múltiples variables así como
dueños y razones para que estén vacías”, explicó el presidente de la CIA
(Cámara Inmobiliaria Argentina), Alejandro Benazzar, a LA NACION.
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