La
figura de los educadores tiende a estar poco reconocida, pero es fundamental
concienciar desde las edades más tempranas de la importancia de su labor diaria
a nivel social y educacional. En la sociedad actual la
figura del maestro está presente a lo largo de toda la vida escolar. No solo se
trata de un modelo para la infancia, sino que acompaña el
aprendizaje a lo largo de las distintas etapas educativas, desde
las más tempranas hasta la vida adulta, siendo incluso figura de referencia y
guía en los estudios superiores, universitarios o profesionalizados.
En 1994,
la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (Unesco) declaró el 5 de octubre como el Día
Mundial de las y los Docentes, una conmemoración
que busca destacar la dedicación y entrega de los educadores y profesores,
cuyo impacto en el desarrollo individual y colectivo es verdaderamente
invaluable. Y es que ¿quién no guarda en su memoria a un maestro que le marcó
en su etapa educativa, por cómo transmitía su asignatura con pasión y
dedicación? ¿Quién no mantiene intacto el recuerdo de algún aprendizaje que
adquirió gracias al cariño, la paciencia y el amor de su maestro?
Su labor
es plenamente vocacional, porque es un trabajo que supone una gran entrega a
todos los niveles, tanto físico como emocional e intelectual. En la etapa de
Educación Infantil y Primaria los niños pasan muchas horas diarias con el mismo tutor, convirtiéndose este en una de las figuras de
apego más importantes de su día a día. Este vínculo, basado en la amabilidad y
la firmeza, potenciará aspectos como la calma y la tranquilidad en el niño,
elementos necesarios para
relacionarse en un nuevo espacio y ambiente donde todo resulta novedoso para
este.
Para el
menor, su profesor es su ejemplo a seguir en muchos aspectos relevantes de la
vida, como el comportamiento, la educación, las relaciones interpersonales y la gestión
emocional. Los maestros transmiten seguridad y confianza en los
pequeños en sus primeros momentos de separación de sus progenitores. Son
aquellos que reciben con los brazos abiertos y una sonrisa a sus alumnos,
llenos de herramientas e ideas para establecer
un vínculo de seguridad, con estrategias de interacción y conexión que fomentan este
vínculo, como las canciones, los cuentos, las adivinanzas o los juegos.
Además, se
enfrentan a constantes desafíos diarios en una sociedad que evoluciona
continuamente, teniendo que adaptar su metodología de manera habitual para
captar la motivación y atención de los alumnos. Son ejemplo de paciencia y
amabilidad, ya que llevan a cabo su profesión delante de una población que está
aprendiendo a manejar todas estas habilidades y necesita de práctica, mucho
ensayo, respeto y cariño para su adquisición.
Contradecir
las decisiones o pautas de los docentes desde el hogar no es beneficioso para
los menores, ya que esta actitud hace que el niño se sienta inseguro, percibiendo
que sus figuras de referencia (sus padres) no muestran confianza hacia este. Además, es una
conducta poco coherente porque pese a elegir dicha escuela no se está de
acuerdo con los profesionales que la componen y con el modelo educativo que
ofrecen a los hijos. Una vez se elige colegio, los padres y madres también
depositan sobre esta figura la confianza y el acompañamiento de lo más
importante para ellos, sus propios
hijos y su aprendizaje. Y así lo deben transmitir al menor.
Por todo ello, no solo recae en los profesores la responsabilidad de educar,
sino que familia y escuela deben ser uno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario