SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



sábado, 27 de julio de 2019

La PASIONARIA es la flor del sueño, del dulce sueño.

La pasionaria es la flor del sueño, del dulce sueño. Por eso es precisamente también la flor de la pasión, de la pasión no erótica, del padecimiento, porque la tradición religiosa la vincula a la muerte de Cristo y a sus estigmas y a la base de su Iglesia.

Normalmente, cuando hablamos de la pasiflora (su variedad más común es la Passiflora incarnata) vinculamos esta planta trepadora a su uso medicinal, para el sueño y la tranquilidad. Uno de los usos más comunes es el de infusiones contra la ansiedad, por sus virtudes sedantes, siendo positiva en casos de nerviosismo, insomnio, ansiedad o estrés diario. La pasiflora también calma el dolor, especialmente cuando este está relacionado con problemas del sistema nervioso, y favorece la desaparición de una serie de síntomas físicos que tienen su origen en problemas emocionales.


Sin embargo, el propio nombre del género, Passiflora, nos indica otro significado, al menos desde el punto de vista etimológico, que poco o nada tiene que ver con el sueño, ya que significa flor de la pasión. El vocablo proviene del latín, flos passionis, que significa literalmente flor del sufrimiento o flor de la pasión. El origen de esta denominación, otorgada por Carlos Linneo está vinculado con la llegada de los españoles al Nuevo Mundo, y concretamente con la llegada de la orden Jesuita en en el siglo XVI. 

La apariencia de la flor, similar a una corona de espinas, indujo a los colonizadores españoles a denominarla fruto de la pasión por ver en ella los instrumentos utilizados durante la Pasión de Cristo. Su estructura pentarradial recibió una interpretación teológica, con los cinco pétalos y cinco sépalos simbolizando a los diez apóstoles (doce, menos Judas Iscariote y Pedro), mientras que los cinco estambres representarían los cinco estigmas de Cristo. Finalmente, los tres pistilos corresponderían a los clavos de la cruz.


Además, la visión de popular de esta planta se vio reforzada años después con la leyenda de un sacerdote que salvó la vida de una niña en la selva cruzándose en el camino de la fiera que la perseguía. La fiera se abalanzó sobre el sacerdote y con zarpazos terribles y potentes destrozó su cuerpo. Según la leyenda popular, la sangre del misionero regó un suelo sobre el que al poco tiempo nació una planta, la pasionaria, cuya flor recordaría al mundo la belleza de sufrir por el bien de los demás.


Si hacemos una descripción botánica, la pasiflora es una planta perenne de la familia de las passifloráceas, que puede llegar a medir hasta 9 metros de altura. Tiene tallos trepadoras y leñosos, con hojas alternas, trilobadas y de color verde oscuro. Las flores son cremáceas con tintes rosados y sus frutos comestibles, conocidos como fruta de la pasión, pequeños huevecillos anaranjados que encierran unas semillas rojizas que se interpretan como las gotas de sangre coagulada que brotaron de las heridas del santo cuerpo.

Passiflora es el género más importante de la familia Passifloraceae, que cuenta con más de 530 especies. Crece principalmente en la zona tropical de América y sólo 22 especies crecen en el sur de Asia, Australia y Oceanía, por lo que podemos encontrar variedades del género de la Passiflora en casi todo el mundo, excepto en la Antártida y en el continente africano. Esta planta puede crecer a alturas muy diversas, desde el nivel del mar hasta altitudes superiores a los 3000 metros de altura, y por eso igual podemos encontrarlas en la cordillera de los Andes que en el litoral oeste del continente americano. Sin embargo, la mayor riqueza de estas especies se encuentra en las regiones templadas y cálidas, entre los 400 y los 2000 metros de altura.

La compleja estructura de la pasionaria, única en el mundo, hace que en la mayoría de los casos tenga que ser polinizada por insectos de gran tamaño, por ejemplo las abejas. Por eso, en algunas zonas de América se montan vigas de madera cerca de las plantaciones de maracuyá para alentar a las abejas carpinteras a que aniden sobre ellas. En algunas zonas su tamaño se ha optimizado para permitir la anidación de abejorros, avispas y murciélagos.



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