Hace
tiempo que la sociedad venía reclamando iniciativas en la vida práctica sobre
un compromiso real con el medioambiente, y pese a las reticencias parece que es
ahora cuando las estructuras de poder se caminan hacia esta dirección.
Esta semana Bruselas daba luz
verde al Green Deal Europeo que habían aprobado previamente hace unas semanas
desde la Comisión Europea. Por fin se ha aprobado un plan de financiación
cuantificado en un billón de euros para garantizar que Europa se convierta en
el primer continente en lograr la neutralidad climática en 2050.
Para ello el plan de la Comisión utilizará ingentes
recursos del presupuesto comunitario para estimular la inversión; diseñar un
marco legal que facilite y atraiga el capital privado; y reservar partidas
especiales para los socios de la UE menos ricos y para las regiones con alta
dependencia de fuentes energéticas o industrias con gran nivel de emisiones
contaminantes.
“Queremos que
la Unión Europea se convierta en un modelo y que sea el líder mundial en esta
materia”, ha remarcado Ursula Von der Leyen,
presidenta de la Comisión Europea.
Lo cierto es que pese al cuestionamiento de la UE
en otras facetas, en esta gestión de políticas sostenibles está demostrando una
mayor conciencia y liderazgo ante el desafío del cambio climático.
Por el contrario el compromiso de otras regiones
del mundo es contradictorio. En el caso de EE.UU donde el entusiasmo del año
pasado, en especial con la defensa de la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez al Green New Deal
(Nuevo Acuerdo Verde) no parece encontrar los cauces hábiles para llevarse a
cabo.
Mientras su presidente Trump se burla del acuerdo
verde, la presión en la calle a favor de un cambio en las políticas
medioambientales es mayor. Son conocidos las detenciones a la actriz Jane Fonda
que protesta en las afueras del Capitolio en Washington, Estados Unidos, en los
viernes verdes; a los que hay que sumar personalidades como los actores Joaquín
Phoenix y Martin Sheen.
China es la otra superpotencia que siempre ha
estado en el ojo del huracán, pero de un tiempo a esta parte hay un
acercamiento evidente en medioambiente.
Las formas en que China lleva a
cabo su revolución verde son muchas. Se ha convertido en el líder mundial de
fabricación de automóviles eléctricos y ha invertido mucho en una flota
nacional de autobuses eléctricos para el transporte público.
La República Popular tiene la tasa de forestación
más alta de cualquier país o región del mundo. Lidera la investigación, el
desarrollo y la fabricación de fuentes de energía renovables y es el principal
productor mundial de electricidad a partir de fuentes de energía renovables.
China está cambiando su situación ambiental al
ajustar su estructura industrial, conservando energía y mejorando la eficiencia
energética, optimizando la estructura energética, controlando las emisiones de
gases de efecto invernadero (GEI) de actividades no energéticas, aumentando los
sumideros de carbono plantando millones de árboles y designando millones de
hectáreas de áreas de conservación, fortaleciendo el control coordinado de GEI
y contaminantes del aire y promoviendo pilotos bajos en carbono y acciones
locales.
En este sentido sería una buena
noticia que las regiones del mundo compitieran en compromiso medioambiental,
pero más importante que con diferencia de las ideologías se llegara a acuerdos
para la articulación de un pacto verde mundial.
La respuesta debe ser conjunta puesto que la
sostenibilidad del planeta no se diferencia de credos o sensibilidades
políticas, sino es una cuestión de sentido común.
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