SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



domingo, 4 de agosto de 2024

Dos científicas del CONICET reflexionan sobre las transformaciones que propició el feminismo en las nuevas generaciones.

 

Debemos crear otros mundos posibles, mundos sin opresión, dominación, ni explotación”.

Marina Larrondo y Sacha Lione comparten los hallazgos de sus estudios enfocados en las juventudes y en pensar la ciencia en clave de género. El feminismo se configuró como un nuevo modo de vivir y de estar en el mundo: en los últimos años irrumpió en las calles, en las instituciones académicas, políticas, educativas y hasta en la vida cotidiana de las personas.



La lucha por una mayor equidad de género, contra los prejuicios machistas y las injusticias patriarcales alcanzó su hito más visible cuando miles de mujeres salieron a marchar por las calles de Argentina reunidas bajo la consigna “Ni Una Menos”. ¿De qué modo esa irrupción en la arena pública se traspola hacia la intimidad de las nuevas generaciones? En el marco del Día Internacional de la Mujer, la investigadora del CONICET Marina Larrondo y la becaria doctoral Sacha Lione reflexionan sobre las transformaciones que vislumbran en las y los jóvenes de escuelas secundarias, y en las nuevas generaciones de científicas y científicos del CONICET, respectivamente.

“Los feminismos en las nuevas generaciones influyen de múltiples maneras”, advierte Larrondo, cuyo lugar de trabajo es el Centro de Investigaciones Sociales (CIS, CONICET-IDES). “El feminismo y los movimientos de la disidencia sexual se expresan en el campo académico e intelectual, son corpus de ideas, teorías, visiones del mundo, análisis, modos de nombrar, y, además son diversos y polemizan entre sí. Pero, obviamente, no se trata sólo de teorías. Son a la vez luchas políticas en las que se pone la cabeza y el cuerpo. Por ende, también impactan de un modo político y subjetivo en las juventudes”.



En este sentido, Lione, que trabaja en el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales del Litoral (IHUCSO, CONICET-UNL) orientando sus estudios en cómo se introduce el género en la trayectoria de investigadoras científicas, señala que “si bien los feminismos tienen una larga historia en nuestro país, en la actualidad nos encontramos frente un nuevo clima de época caracterizado por la masividad y la fuerza del movimiento en el espacio público”.

Tanto Lione como Larrondo ubican al año 2015 como un punto de inflexión para el movimiento feminista. “En 2015, con las marchas de Ni Una Menos, los feminismos ingresan a los debates públicos, produciendo un impacto en las subjetividades de much*s investigador*s y en las instituciones científicas”, apunta Lione.



Y Larrondo, que estudia la relación entre la política y la escuela secundaria, agrega que “en América Latina, a partir de entonces, la juventud ha tomado fuertemente un conjunto de demandas concretas pero también de posiciones político subjetivas que han transformado -o están en camino a transformar- sus ideas políticas, sus formas de pensar y pensarse en un sentido muy profundo, sus modos de estar en el mundo, de vincularse con sus cuerpos, con lxs otrxs, hasta el modo de mirarse a si mismxs y su sexualidad.

Los feminismos y el antipatriarcado han permitido poner en cuestión lo establecido. Los y las jóvenes de hoy no están dispuestos a asumir como propios y a sufrir las consecuencias de un régimen patriarcal de subjetividad, o, dicho de un modo más simple, formas de vivir, sentir, vincularse sexo afectivamente, trabajar y expresarse bajo la órbita del machismo”.



¿Cuáles son, concretamente, esos cambios acaecidos y que se hicieron más visibles a partir de 2015? En el caso de las y los estudiantes secundarios, Larrondo señala que “hoy los chicos y las chicas piden libertad para vestirse con la ropa que deseen más allá de los uniformes, de expresar su identidad sexual, usar aritos, piercings, colores de pelo. Esto tiene que ver con la libertad en el uso de sus cuerpos y su identidad. En segundo lugar, en la denuncia y escraches a personas y situaciones vinculadas al abuso sexual.

En tercer lugar, en denuncias y escraches a situaciones machistas y de otras violencias más simbólicas hacia las chicas”. En el caso del ámbito científico, Lione, que como científica analiza los modos en que las desigualdades estructurales se producen y reproducen en las instituciones a la par que condicionan a las personas que las integran, subraya que en las entrevistas que realizó con científicas para su trabajo de campo vislumbró cambios discursivos profundos que se han dado en los últimos años: “Las mujeres científicas ahora dan cuenta de conocer los temas en agenda, entendiendo como problemática la mayoría abrumadora de varones en los espacios de mayor jerarquía del sistema científico y la concentración de mujeres en algunas disciplinas y no en otras. Estos dos ejes son los que mayormente han sido puestos en agenda mediante acciones de sensibilización llevadas adelante por jóvenes investigador*s y por los grupos de género institucionales y han impactado en la comunidad científica”.

En tal sentido, Lione reconoce que, con posterioridad a 2015, el hecho de que se hayan multiplicado las charlas sobre género y ciencia en los institutos, universidades y centros de investigación también es un punto crucial que favoreció todos estos cambios: “Las charlas hicieron que muchas personas hayan podido ponerle nombre a sus malestares y que se produzca un pasaje de lo personal a lo social y político”.

Puntualmente trae a colación el relato que una investigadora realizó para una de sus entrevistas de trabajo de campo, en el que “ella contó que, no sin prejuicios ni malas caras de sus superiores, asiste a una actividad por el día de la mujer donde da una conferencia Dora Barrancos y queda sorprendida porque todo lo que Dora decía le había pasado a ella a lo largo de su carrera. Ahí se produce una ruptura en los modos en los que ella misma se pensaba porque algo que consideraba del orden personal y vivía con peso y culpa, ´le pasaba a muchas mujeres que se dedicaban a la ciencia`. Creo que, parafraseando a Bourdieu, si el feminismo logra que quienes sufren desigualdades puedan atribuirlas a casusas sociales y puede continuar produciendo conocimientos sobre el origen social de las desigualdades, ello puede contribuir a deshacer lo que el sistema androcéntrico ha hecho”.

Ante la pregunta, entonces, de cómo está transformando la juventud al feminismo, o a los feminismos y movimientos de la disidencia sexual, Larrondo resume: “Las juventudes han aportado nuevas discusiones y reclamos, han decidido retomar y tomar en sus manos una tradición teórica, política y de lucha. En los feminismos siempre hubo jóvenes pero no siempre fueron activistas que planteaban una agenda juvenil. Llo nuevo de las nuevas generaciones no puede ser pensado sin lo viejo, sin lo que estaba, sin aquello que le precede. De todos modos, es importante aclarar que cuando hablamos de que las nuevas generaciones están emprendiendo luchas en post de una mayor igualdad de género, esto no implica que el patriarcado esté desterrado de las juventudes, que no existan en absoluto violencias o que los jóvenes sean portadores de prácticas emancipatorias per se. Esto sería esencializar, y nada más lejos no sólo de lo que sucede si no del modo científico de mirar lo social. Hablamos siempre de tendencias, de fenómenos que se observan en mayor o menor medida en determinados grupos, de cosas que antes no pasaban y ahora sí están pasando o son más visibles”.

Lione, por su parte, reflexiona: “El feminismo nos está mostrando que otros mundos posibles, y nos permiten romper con la hegemonía discursiva actual. Necesitamos desestabilizar el análisis binario y cisexista, cambiar las prácticas, lógicas y modos de ser-hacer-estar en las diversas esferas del mundo social, incluso en el campo científico. Debemos crear otros mundos posibles, mundos sin opresión, dominación, ni explotación”.

 

 

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