SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



martes, 28 de mayo de 2024

Costumbres de la época victoriana que hoy nos harían sentir como pez fuera del agua. “Hoy las buenas costumbres brillan por su ausencia”

 

El Periodo que abarco la época victoriana fue desde 1837 hasta 1901: Las fiestas en esta época estaban a la orden del día, y como tal, había muchas normas que seguir si se quería dar una buena impresión.






La vestimenta en la mujer: Si eras una mujer afortunada y te invitaban a la fiesta más exclusiva de la temporada, era muy importante la época del año al elegir vestido: durante la primavera o verano se recomendaban telas ligeras o de seda, por el contrario, en invierno era preferible el terciopelo junto a la seda.




También había que tener en cuenta la edad: las jóvenes solían llevar seda, finos encajes y pocas joyas, las mujeres de más edad vestían con terciopelo. En cuanto a los colores, la anfitriona debía llevar colores tenues para no eclipsar a las invitadas, y estas tenían que elegir colores adecuándose a la hora y lugar de la fiesta, siempre y cuando fueran acordes a su estatus social, en caso contrario sería considerado como el mayor de los errores y una increíble falta de gusto.




La vestimenta en el hombre: Con los caballeros todo se simplifica: la ropa, tanto de anfitrión como de invitados, consistía en pantalones, chaleco y chaqueta negros, corbata o pajarita, camisa y guantes blancos.

La conversación: Una buena conversación es la clave para una velada perfecta, por ello era obligación de cada invitado entretener a la persona que estaba a su lado siempre y cuando el tema no sea inapropiado ya que podría, de algún modo, herir la sensibilidad de los invitados. Se consideraba de mala educación hablar de temas médicos, política o religión, y se debía evitar hablar de amistades distinguidas o viajes al extranjero para presumir o suscitar envidia, pues se consideraba de un gusto dudoso.




La cena: A la hora de la cena, habría que dirigirse al servicio con una educación exquisita con expresiones como "Si/No, muchísimas gracias" o "Por favor, ¿sería tan amable de...?". Con pequeñas abalanzas se hacía notar a los anfitriones la deliciosa cena que se ha servido, sin llegar a la exageración, pues podía parecer puro teatro. Jamás se debía abandonar la mesa, a no ser que se hubiera terminado de cenar o se trate de una gran urgencia, pues era algo de muy mala educación.

 


En el caso de las damas, ellas tenían que estar atentas a todo: su imagen, sus gestos, la cantidad de comida o bebida que se llevaban a la boca... Incluso su forma de comer estaba sometida a examen: una dama poco elegante comiendo corría el riesgo de no ser invitada a más fiestas. Las jóvenes solo podían tomar dos copas de vino, en cambio, las mujeres casadas podían tomar cinco o seis sin suscitar comentarios. Se consideraba muy descortés rechazar una copa de vino a la que te hubieran invitado, incluso si es la tercera copa en el caso de una dama joven.



Los caballeros debían tener las manos muy bien cuidadas: las uñas perfectamente recortadas y sin suciedad. Debían cuidar su lenguaje en la mesa, no se podían servir si la dama sentada junto a ellos no tenía comida en el plato y siempre tenían que prestar atención a las damas de su lado.

 

 La anfitriona: Era costumbre que todo el trabajo, desde la elección del mantel hasta la temática de la fiesta, recayese en la mujer de la casa. Ella era quien controlaba la duración de la cena, no alargándola más de dos horas, ya que se consideraría demasiado larga. Se debía deshacer en sonrisas con sus invitados, no dando importancia a los problemas que puedan surgir durante la velada y siempre comportándose amablemente.

Por ejemplo, si un invitado rompiese la vajilla, ignoraría el problema y trataría de animar al culpable con sonrisas mientras pide a alguien del servicio que sustituya el plato roto, sin mostrar, por supuesto, ninguna expresión que pudiera hacer sentir culpable al huésped. El marido en este caso pasa a un segundo plano, siendo la mujer quien responderá ante los invitados y procurará que todo esté perfecto. Si el matrimonio tiene hijos pequeños, los presentará al principio y después se irán a dormir siendo vigilados por una niñera para que no molesten a sus padres en mitad de la cena.

La anfitriona es la responsable de controlar a sus invitados y reducir el ritmo de comer si ve que alguno va más lento que los demás, para acabar ella la última, haciendo que el invitado se sienta lo menos incómodo posible. También era la primera en levantarse de la mesa para dar por concluida la cena y quien anuncia el fin de la velada.

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