SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



viernes, 27 de abril de 2018

LA CRUELDAD: Así como la Ternura es la Empatía investida de instinto de vida, la Crueldad es la Empatía investida de instinto de muerte.

Si bien la Crueldad es una emoción netamente vincular (dirigida hacia un otro) prescinde del objeto, llevándolo a una contingencia extrema. Es esta una diferencia sustancial en cuanto al sadismo se refiere, que inexorablemente requiere del objeto-de- amor para ejercitarse.

La Crueldad no apuntará al objeto sino al vínculo entablado con él, lo desvasta produciendo un congelamiento emocional que arranca cualquier tipo de Fe en la Verdad, o en la vida.   En este sentido, decimos que la Crueldad despoja, arranca al odio su capa ética, su estría moral. Sea quizás por eso que es una emoción tan devastadoramente ominosa y dañina.
Hay un experimento hecho en los años sesenta que nos debería hacer reflexionar a todos sobre la crueldad. El experimento de Milgram fue un famoso ensayo científico de psicología social llevado a cabo por Stanley Milgram , psicólogo en la Universidad de Yale , y descrito en un artículo publicado en 1963 en la revista Journal of Abnormal and Social Psychology bajo el título Behavioral Study of Obedience ( Estudio del comportamiento de la obediencia ) y resumido en 1974 en su libro Obedience to authority
Se les pedía a un grupo de personas que administraran electricidad a un sujeto voluntario que estaba atado a una máquina. La consigna era ; realizar aplicaciones de corriente eléctrica de voltaje creciente independeintemente de la reacción del sujeto . El voluntario de la prueba, que era un actor hacía manifestaciones de sufrimiento, cada vez más graves hasta quedar sin signos de vida después de los 300 voltios, sin embargo tal como le habíanindicado, ninguno suspendió la prueba ni cortó el experimento basándose en la reacción del voluntario.
el 65% de los sujetos que participaron como “maestros” en el experimento administraron el voltaje límite de 450 a sus “alumnos”, aunque a muchos les situase el hacerlo en una situación absolutamente incómoda. Ningún participante paró en el nivel de 300 voltios, límite en el que el alumno dejaba de dar señales de vida. Otros psicólogos de todo el mundo llevaron a cabo variantes de la prueba con resultados similares, a veces con diversas variaciones en el experimento.
En 1999, Thomas Blass, profesor de la universidad de Maryland publicó un análisis de todos los experimentos de este tipo realizados hasta entonces y concluyó que el porcentaje de participantes que aplicaban voltajes notables se situaba entre el 61% y el 66% sin importar el año de realización ni la localización de los estudios.
La Crueldad y la Envidia
Si bien hay puntos de contacto entre la Envidia y la Crueldad (más allá de pertenecer a la misma línea evolutiva), hay diferencias sustanciales.

Así, mientras que la Envidia está dirigida a un objeto bueno (persona), la Crueldad está dirigida, no al objeto en sí, sino al vínculo entablado con él; o mejor dicho, a la devastación del mismo.
La Envidia destruye los aspectos buenos del objeto (persona), llenándolos de destructividad,.    La Crueldad, por su parte, devasta el vínculo congelándolo en un estanque yermo de dolor y miseria. Lla Envidia destruye aquello que ama y admira, aquello que existe por el sólo hecho de existir ] , la Crueldad devasta el vínculo por el sólo hecho de existir: como dijimos, su afán no es la anulación, sino la petrificación estanca de un vínculo despojado de su capacidad de transformarse, de soñarse
De alguna manera, el pensamiento de Klein implica reivindicar la idea de una “naturaleza humana”. Una suerte de “sustancia transcultural” común al género humano. Las emociones arcaicas no son aprendidas sino resultan de pulsiones cuyas vicisitudes tienen que ver en un inicio con los vínculos familiares tempranos.
La perspectiva de Klein nos dice que el sadismo es anterior a la posibilidad de amar, que la crueldad es más instintiva que la piedad, que el amor es una reparación de nuestra tendencia a herir. Entonces, la piedad no es automática, sino que depende, otra vez, de la calidad de los vínculos tempranos. Y, desde luego, de las ideologías que la fomenten o la obstruyan.

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