Entre las singularidades que existían dentro del predio donde
Rosas gobernó, encontramos un árbol de aromo que vino a cumplir,
involuntariamente, una función específica. De acuerdo al autor Diego A. del
Pino,
“Tanto en la historia
como en la literatura o en el teatro, dentro del sombrío cuadro de la dictadura
se destaca blanca y simpática la silueta de Manuelita; ora brillante; ora cual
astro de primera magnitud en las fiestas y saraos de la aristocracia porteña de
aquel tiempo; ora llevando el bálsamo de su consuelo moral y material hasta el
más lejano y humilde hogar; ora implorando a su padre por alguno al pie de
aquel árbol de aromo…”
El famoso aromo fue plantado por doña Manuela Ortiz de Rozas el
año 1838, y bajo su sombra resultó el rincón preferido de la hija del
Restaurador para pedirle a “Tatita” por
la vida de los infelices –en su mayoría, unitarios capturados por infractores a
la ley- a los cuales debía aplicárseles la pena capital. Ésta, de acuerdo a las
reglas de la época, consistía en el fusilamiento, el ahorcamiento o la justicia
practicada por la Más Horca del coronel Cuitiño. De allí, que el árbol famoso
pasase a la historia como “Aromo del Perdón”.
Pedro Ochoa da en decir, que cuando el caserón de Palermo fue
dinamitado en la medianoche del 3 de febrero de 1899, cuando manejaba los
destinos nacionales Julio Argentino Roca, las personas que observaron aquel
suceso “se
arrojaron sobre los escombros ávidas de descubrir entre ellos algún tesoro
escondido. Otras tomaron por asalto el histórico Aromo” donde
Manuelita pasaba, incluso, “sus
momentos de solaz”.
El
Intendente de Buenos Aires, Adolfo Bullrich, debió colocar varios custodios
para evitar la dilapidación total del aromo, pues la turbamulta lo había dejado
prácticamente pelado, sin ramas. Por esos días estaba cesando en sus funciones
el Embajador norteamericano en nuestro país, Buchanan, y a modo de agasajo
final, Bullrich “le ofreció de regalo [al diplomático] un bastón hecho con la
madera del Aromo del Perdón”, pieza que llevaba la siguiente inscripción en la
parte de arriba:
“Adolfo Bullrich a W.
I. B., 1899, Intendente de Buenos Aires.”
Y
en uno de los costados del bastón, esto otro:
“Recuerdo de la
dictadura de Don Juan Manuel de Rosas. Madera Tatané de la casa de Rosas,
Palermo, Buenos Aires, edificada 1837. Demolida 3 de febrero 1899.”
El primero que comenzó a hablar de la importancia del aromo fue
Enrique Udaondo, quien en julio de 1913 confeccionó un libro que contenía un
“Catálogo” con “información
sobre treinta y dos árboles denominados “históricos””, que de
acuerdo a su catalogación, se ligaban entre sí “por hechos históricos a las
tradiciones patrias”. Entre esas especies incluía el “Aromo del
Perdón” de la residencia de Rosas.
En
el trazado actual de la ciudad de Buenos Aires, el aromo se ubica en plaza
Sicilia, en la esquina de avenida Del Libertador y avenida Sarmiento, cerca de
donde estaba la habitación personal de Rosas y donde la venganza política de
los vencedores de Caseros decidieron emplazar un monumento en honor al
sanjuanino.
LA PRIMERA PLACA
No
se sabe con exactitud el año en que fue colocada la primera placa que
identificaba a dicho aromo y su historia, pero sí la institución que la fabricó
y mandó poner: fue la Sociedad Florestal Argentina.
Dicha
primera placa tenía forma ovalada y estaba sostenida por una columna de madera
bien trabajada. La leyenda que estaba impresa dentro de la figura geométrica,
decía en uno de sus tramos, que, en realidad, el aromo había sido plantado en
1845 en vez de 1838. Veamos el texto completo:
“AROMO
HISTORICO
LLAMADO
DEL PERDON
A
CUYA SOMBRA FUERON INDULTADOS
NUMEROSOS
PRESOS POLITICOS
POR
EL TIRANO ROZAS A PEDIDO DE SU HIJA
PLANTADORA
DEL ARBOL EL AÑO 1845.
PLACA
DONADA POR LA SOCIEDAD
FLORESTAL
ARGENTINA.”[3]
UNA QUEJA Y LA
REMOCION
La
ebullición revisionista de nuestra historia tuvo su época de gloria desde
inicios de la década de 1930 hasta comienzos de los años 50. En ese período
proliferaron destacadas personalidades que, entre profesionales, trabajadores y
hombres de envidiable cultura, dedicaron buena parte de sus vidas a desentrañar
todos y cada uno de los aspectos de la vida nacional en pos de su
esclarecimiento.
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