El INTA participa de la Fundación PROARROZ, donde se trabaja en el desarrollo de variedades “argentinas” para el cultivo. “Desarrollarlas puede llevar hasta 15 años”, plantean desde el Instituto.
Con gran peso en el Litoral
argentino, el arroz es
uno de los cultivos de más incidencia en el mundo y con un gran potencial
exportador. En el Instituto
Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), además, lo señalan
como un verdadero motor de empleo en la región.
“El arroz se cultiva en Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Chaco y Formosa,
donde forma una economía regional. Es el cultivo que más aporta mano de obra a la producción primaria y
en Santa Fe, Entre Ríos y en esta última provincia particularmente está
nucleado con la industria, lo cual le da un valor agregado a lo cosechado en el
campo”, expuso José Colazo, coordinador del programa de mejoramiento genético
de arroz del INTA, durante el desarrollo de Expoagro.
Una de las potencialidades que más observan es la de los mercados del exterior, con
países compradores que destacan la calidad del cultivo nacional.
“Las variedades del INTA se caracterizan por alta
productividad y calidad de grano. Nosotros, cuando empezamos a trabajar en la
década de los 90, veíamos que
había un escenario donde una maleza denominada “arroz rojo” invadía el lote y
lo hacía improductivo”, recordó Colazo.
“Entonces tuvimos que generar una herramienta
porque hacer un primo del arroz cultivado hacía que fuera muy difícil la
erradicación de esta maleza”, apuntó.
A partir de allí, desde INTA
se generó la tecnología
Clearfield: la misma presenta una resistencia a herbicida en
genética no transgénica. “Está presente hoy en día no solo en las variedades argentinas, sino en las
variedades que se producen en Uruguay y Brasil”, comentó.
“Antes de ese momento las variedades que se usaban
en Argentina eran 100% extranjeras, que eran muy rendidoras en cantidad pero
que le ponían un techo a la calidad. Los investigadores
tomaron nota al respecto y decidieron poner manos a la obra para
lograr el salto cualitativo. Eso hacía que no pudiéramos acceder a mercados de
alto valor”, expuso.
EL ARROZ QUE CONSUMEN
LOS ARGENTINOS
El especialista explicó
que la industria bonifica ciertos parámetros a la hora de
realizar la compra del cereal. El primer factor es la apariencia del grano.
“El consumidor argentino quiere un grano translúcido, algo que se
logra con genética más ambiente. Entonces, nos hemos focalizado en desarrollar
variedades que presenten poco porcentaje de panza blanca, que es una mancha
opaca que se genera por el mal empaquetamiento del almidón”, indicó Colazo.
Luego incide el factor
del “porcentaje entero” de arroz. “Cuando el arroz
cáscara llega al molino, eso se descascara y si quiebra mucho, el productor
recibe una penalización. Entonces, nuestras variedades se caracterizan
por tener alto porcentaje de entero y alto porcentaje de total, sumado con esta
transparencia cristalina del grano”, sostuvo.
El criterio de selección se
basa en el “tenor de amilosa”, el predictor más utilizado para la
cocción que inevitablemente conlleva un requerimiento relacionado a la cocina
occidental. “Más secos y más sueltos, para platos como guarniciones o
ensaladas”, remarcó.
La
movida genética generó consecuentemente que se recuperen lotes improductivos, los cuales señalan desde INTA “actualmente tienen una calidad
de grano con el que reconocen al argentino como uno de los productos
de mejor calidad”.
“Cuando
hablo de calidad, hablo calidad industrial y calidad culinaria: el 90%
de la producción es tipo largo fino. Es un arroz que tiene o ha sido
seleccionado con alto contenido de amilosa en grano que genera una
cocción seca y suelta, que es como nos gusta a los argentinos comer arroz”,
repasó.
Luego
lo sigue el “doble Carolina”, un arroz que representa el 8% de la producción
nacional. “Está destinado a variedades especiales donde tenemos los
largo ancho o doble Carolina. Es la genética ideal para preparaciones
como guiso, porque tiene una textura suave, pegajosa y absorbe mejor la salsa”,
expresó.
“Todo
esto es un trabajo de mejoramiento. Hacer mejoramiento lleva mucha paciencia,
porque diseñar una variedad lleva entre 10 y 15 años, y cuando la
diseñamos no sabemos si va a tener adopción por el productor”, reflejó.
ARTICULACIÓN
CON EL MUNDO DE LAS EMPRESAS
El
INTA forma parte de la Fundación PROARROZ, con sede en Entre Ríos. En la misma
se apuesta al desarrollo genético de las variedades y se nuclea a toda la
cadena, desde el laboratorio hasta los buques de exportación. La articulación
está garantizada a través de una ley que le da sustento y le otorga fondos.
“El
lema de la fundación es que para tener un arroz competitivo hay que apoyar y
que tenemos que usar la investigación para solucionar los problemas.
Eso a nosotros nos trae dos ventajas: sabemos de primera mano cuáles son los
problemas del sector y, con los escasos recursos que tenemos, poder
focalizarnos. Y también que tenemos fondos de investigación para poder hacer
esta tarea de mejoramiento”, sostuvo
La movida genética generó
consecuentemente que se recuperen lotes improductivos, los cuales señalan desde INTA “actualmente tienen una calidad
de grano con el que reconocen al argentino como uno de los productos
de mejor calidad”.
“Cuando hablo de calidad,
hablo calidad industrial y calidad culinaria: el 90% de la producción
es tipo largo fino. Es un arroz que tiene o ha sido seleccionado con alto contenido
de amilosa en grano que genera una cocción seca y suelta, que es como
nos gusta a los argentinos comer arroz”, repasó.
Luego lo sigue el “doble
Carolina”, un arroz que representa el 8% de la producción nacional. “Está
destinado a variedades especiales donde tenemos los largo ancho o doble
Carolina. Es la genética ideal para preparaciones como guiso, porque
tiene una textura suave, pegajosa y absorbe mejor la salsa”, expresó.
“Todo esto es un trabajo de
mejoramiento. Hacer mejoramiento lleva mucha paciencia, porque diseñar
una variedad lleva entre 10 y 15 años, y cuando la diseñamos no sabemos si
va a tener adopción por el productor”, reflejó.
ARTICULACIÓN CON EL
MUNDO DE LAS EMPRESAS
El INTA forma parte de la
Fundación PROARROZ, con sede en Entre Ríos. En la misma se apuesta al
desarrollo genético de las variedades y se nuclea a toda la cadena, desde el
laboratorio hasta los buques de exportación. La articulación está
garantizada a través de una ley que le da sustento y le otorga fondos.
“El lema de la fundación es
que para tener un arroz competitivo hay que apoyar y que tenemos que
usar la investigación para solucionar los problemas. Eso a nosotros nos
trae dos ventajas: sabemos de primera mano cuáles son los problemas del sector
y, con los escasos recursos que tenemos, poder focalizarnos. Y también que
tenemos fondos de investigación para poder hacer esta tarea de mejoramiento”,
sostuvo Colazo.
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