En Argentina existen 4.228
barrios populares o villas, que en conjunto ocupan un total de
330 kilómetros cuadrados, una extensión mayor que toda la ciudad de Buenos
Aires. Desde 1991 hasta la actualidad, su población se ha multiplicado casi por
cinco.
De las
52.000 personas registradas en 1991, en el 2017 había contabilizadas
más de 250.000, según el último Informe de trabajo sobre las villas porteñas
presentado en ese mismo año por el Observatorio de la Deuda Social de la
Universidad Católica Argentina (ODSA) y la Defensoría del Pueblo.
Estas barriadas marginales de
la capital argentina, las ‘villas miseria’, como se las conoce popularmente,
surgieron como consecuencia de la crisis de los años 30 cuando
las masas de migrantes del interior del país y países limítrofes fueron
atraídas por las ventajas de empleo en el Área Metropolitana.
Aún actualmente, estas adaptaciones argentinas
de las favelas brasileñas son lugares donde la
pobreza y la droga abundan entre sus precarias
construcciones, pero Romina, una de sus habitantes que sufrió problemas de
drogodependencia, se empeña en explicar como también son
un lugar amable y lleno de esperanza. “Las Villas son el sitio
donde me abrazaron y me ayudaron cuando en otros lugares donde hay riqueza me
marginaron y me ignoraron”, asegura.
Por supuesto, la tipología villas / asentamientos es –citemos a Weber–- ideal. Es posible encontrar todo tipo de situaciones intermedias, áreas que comienzan de un modo y se transforman, en un proceso muy dinámico y condicionado por miles de variables: la reconfiguración de la “ciudad formal”, la creación de nuevos polos de prosperidad, el modelo socioeconómico, que puede revitalizar ciertas industrias (y por lo tanto ciertas zonas).
Pero la
tipología vale para el análisis: la villa como una respuesta familiar a los
déficit de vivienda en el marco de un modelo todavía inclusivo, y los
asentamientos como una reacción colectiva, que demuestran la capacidad de
organización y de lucha de los sectores populares pero también su conciencia
acerca de las carencias habitaciones como un problema permanente, como si
supieran que no hay lugar para ellos en la ciudad.
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