D.F. Sarmiento nació el 15 de febrero en San Juan en
1811 y moría en Asunción del Paraguay, 1888. Político y escritor argentino,
presidente de la República entre 1868 y 1874 y autor de una copiosa producción
periodística, pedagógica y literaria, entre la que sobresale su novela Facundo
o Civilización y Barbarie (1845).
Su padre, José Clemente Quiroga Sarmiento y Funes, era un
soldado veterano de las guerras por la independencia de Argentina, y su madre,
que había perdido muy joven a su propio padre, tuvo incluso que vender su
vestuario y enseres para poder costearse una casa propia. Hijo pues de una
familia humilde, aunque vinculada a las casas más tradicionales y
representativas de la ciudad, el pequeño Faustino asistió desde los cinco años
a la recién creada Escuela de la Patria, en la que a lo largo de nueve años
recibiría su única educación sistemática.
Su
formación se vería ampliamente complementada bajo la guía de los presbíteros
José de Oro y Juan Pascual Albarracín, con los que tenía parentesco, y por su
propio esfuerzo autodidacta. En 1826, con solamente quince años, Domingo
Faustino Sarmiento creó su primera escuela en San Luis, en San Francisco del
Monte de Oro. Tenía como alumnos a jóvenes de su misma edad e incluso mayores
que el maestro; a todos ellos les contagiaría su insaciable curiosidad, su afán
de aprender y su pasión por los libros.
Tras
la proclamación de la independencia en el Congreso de Tucumán (1816), las
Provincias Unidas del Río de la Plata (la actual Argentina) vivían por aquellos
años una etapa de violentos conflictos entre unitarios y federales que se
prolongaría durante décadas. Los unitarios propugnaban el establecimiento de un
gobierno centralizado en Buenos Aires; pero la opción federalista (constituir
un estado federal que dotase de máxima autonomía a cada territorio) tenía mucha
fuerza en las zonas rurales y era apoyada por los poderosos caudillos de las
distintas provincias.
En 1829, con dieciocho años, Sarmiento vio pasar por San Juan
una montonera encabezada por el caudillo Facundo Quiroga. Tal episodio
revestiría importancia decisiva en su configuración ideológica, política y
literaria: horrorizado por el violento despotismo de los caudillos federales, y
siguiendo sus ideales liberales e ilustrados, Domingo Faustino Sarmiento se
hizo unitario y se unió al ejército que luchaba contra Facundo Quiroga, a quien
retrataría años después en Facundo (1845) como
encarnación de la barbarie.
Facundo o Civilización y
Barbarie (1845)
En 1845 llegó a Chile un enviado del dictador argentino Juan Manuel de Rosas (1835-1852)
para protestar por la campaña antirrosista que estaban llevando a cabo en el
país andino los exiliados argentinos. Este hecho precipitó una rápida réplica
literaria por parte de Sarmiento: la publicación por entregas, en el periódico
El Progreso, de Facundo, que meses más tarde el
autor reunió en el volumen Civilización y Barbarie. Vida de Juan Facundo
Quiroga. Las ediciones modernas tienden a titularlo Facundo
o Civilización y Barbarie o simplemente Facundo,
conservando el título de la primera publicación por entregas.
El libro es en su mayor parte una biografía novelada del
caudillo federalista Juan Facundo Quiroga, muerto diez años antes. Desde el
punto de vista de Sarmiento, Facundo Quiroga había prefigurado el mal que en el
presente encarnaba Juan Manuel de Rosas: si Quiroga es la barbarie espontánea,
producto de un medio adverso y unos hábitos primitivos, Rosas representa la
barbarie institucionalizada, fría y sistemática, y en este sentido la obra es
tanto un alegato contra el régimen de Rosas como una indagación en sus raíces.
La
convicción de la decisiva influencia del medio físico sobre el carácter y las
costumbres de sus habitantes, así como su vivaz descripción, se apoya en un
planteamiento poco sistemático (el libro no es en puridad ni una biografía, ni
un ensayo, ni una novela, sino una singular mezcla de esos tres géneros) y, sin
embargo, plenamente eficaz para la finalidad propagandística y política de la
obra. Después de cuatro capítulos dedicados al medio geográfico y social y a la
historia reciente del país, los capítulos V-XIII presentan la biografía
novelada de Facundo; los dos últimos contienen el examen del presente y la
mirada del autor al porvenir.
Según
Sarmiento, los desastres acaecidos en la nación desde la independencia son el
resultado del enfrentamiento entre la civilización (refugiada en las ciudades,
centros de orden, progreso, trabajo organizado y cultura) y la barbarie,
producto de la influencia del medio pampeano, en cuyos rudos habitantes (los
gauchos) se manifiestan los hábitos sociales primitivos y el desorden ciego de
la naturaleza. Para el autor, la esperanza transformadora de Argentina sólo
puede radicar en un programa de reconstrucción nacional, educativo, que salve
el abismo entre la sociedad civilizada y la que se ha forjado al margen de ella
en las provincias.
De ahí que Sarmiento definiera el libro como "la visión de un país por un
joven ansioso de actuar desde dentro como fuerza transformadora". Pero las
extraordinarias dotes de observación y la magnificente fuerza de la prosa de
Sarmiento hacen que Facundo supere ampliamente
las circunstancias de su gestación y de sus propósitos políticos para
convertirse en una de las obras más singulares e irreductibles de la literatura
argentina.
En 1845 su prestigio como pedagogo hizo que el entonces ministro
y futuro presidente de Chile, Manuel Montt, le
encomendase la realización de estudios sobre los sistemas educativos de Estados
Unidos y Europa. Con tal fin viajó por numerosos países europeos y por los
Estados Unidos, y de regreso en Chile publicó Educación popular (1848),
donde sostiene que la educación primaria y las bibliotecas públicas son el
remedio más eficaz para combatir el atraso y la ignorancia. Previamente,
también por encargo de Montt, había escrito un Método gradual de lectura con
el que aprenderían a leer varias generaciones de chilenos. En 1849 recogió las
impresiones de aquel periplo en el epistolario Viajes en Europa, África y
América, donde mostró su entusiasmo por la democracia del
sistema norteamericano, que consideró modélica. Esa misma idea inspiró en 1850
su obra Argirópolis, proyecto de una capital de los Estados
Confederados del Río de la Plata.
También de 1850 es Recuerdos de provincia,
una interesante autobiografía en la que Sarmiento evoca recuerdos de su
infancia y presenta retratos de diversos personajes que tuvieron parte directa
en la formación de la nación argentina; el relato procede por cuadros rápidos,
llenos de nervio y de vigor pintoresco. El autor encuentra, al narrar sus
juegos infantiles, la psicología fresca y encantadora del niño; escribe páginas
de temblorosa emoción al retratar a su madre; y con afecto singular recuerda a
su maestro, José de Oro. Por su fina ironía y su franco realismo, los Recuerdos
de provincia son, junto con su Facundo, su libro
más vivo.
Durante su permanencia en Estados
Unidos, Domingo Faustino Sarmiento fue elegido presidente de la República
(1868-1874). El Journal des Débats de París,
al conocer la elección de Sarmiento, escribió: "el pueblo argentino se
honra a sí mismo eligiendo para presidente a un maestro de escuela,
prefiriéndolo a un general". Regresó a la patria el 30 de agosto de 1868 y
asumió el mando el 12 de octubre. Su gobierno fue uno de los más fecundos que
tuvo el país; durante el mismo se realizaron numerosos progresos y adelantos.
La estancia en los Estados Unidos le había aportado numerosas ideas nuevas
acerca de la política, la democracia y la estructura de la sociedad.
La
contribución más notable de su presidencia fue sin duda su obra educativa. No
sólo creó escuelas primarias, sino que auspició nuevos métodos de enseñanza y
contrató educadores europeos para instruir a los maestros; creó nuevos colegios
nacionales; inauguró la Escuela Normal de Paraná e hizo llegar de Estados
Unidos a maestras normales, que desarrollaron en el país una tarea proficua.
Para Sarmiento, la educación era la base de la democracia, y había que
conseguir la cultura del pueblo a cualquier precio. Entre 1868 y 1874, los
subsidios para la educación del gobierno central a las provincias se
cuadruplicaron. Se fundaron hasta ochocientas instituciones educativas, lo que
permitió acoger a cien mil nuevos alumnos.
Sarmiento
impulsó asimismo la modernización general del país, promoviendo las obras
públicas y las infraestructuras, especialmente las destinadas al transporte
(líneas férreas, navegación fluvial, tranvías urbanos) y a las comunicaciones
(telégrafos y correos). Sin embargo, no acabó siendo un presidente
excesivamente popular. El país se embarcó en la Guerra de la Triple Alianza
(1868-1874) contra Paraguay, y el gasto en obras e infraestructuras incrementó
la inflación y el déficit público.
El
inicio de la afluencia masiva de inmigrantes provenientes de Europa, por otra
parte, fue señalado como la causa del brote de fiebre amarilla que padeció
Buenos Aires y que estuvo a punto de causar una guerra civil. Cabe apuntar que
todavía entonces seguía abierta la rivalidad entre Buenos Aires y las
provincias. En 1873, Sarmiento fue el blanco de un fallido intento de asesinato
a cargo de dos hermanos anarquistas italianos, que dispararon contra el coche
en que viajaba. Al parecer, fueron contratados por el caudillo federalista
Ricardo López Jordán.
A lo largo de la presidencia de su sucesor, Nicolás Avellaneda (1874-1880), Sarmiento fue
designado senador por la provincia de San Juan, director de Escuelas de la
provincia de Buenos Aires y ministro del Interior. Durante el mandato de Julio Argentino Roca (1880-1886)
ejerció todavía el cargo de superintendente general de Escuelas y promovió la
aprobación del decreto que establecía la educación gratuita (1882). En 1883 vio
la luz una de sus obras más discutidas: Conflicto y armonías de las razas
en América. Retirado posteriormente de la política, en 1888 se
trasladó a Paraguay, en cuya capital falleció. Sus Obras completas,
reunidas en cincuenta y tres volúmenes, se editaron entre 1884 y 1903.
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