SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



lunes, 19 de febrero de 2024

DESDE el VATICANO el Papa Francisco anima a combatir en Cuaresma a las “bestias salvajes” de la vanidad y la codicia.

 



Recordando el Evangelio de hoy, tomado de Marcos 1,12-15, el Santo Padre recordó que Jesús permaneció en el desierto cuarenta días, tentado por Satanás”, donde “estaba con las bestias salvajes y los ángeles le servían”.

“También nosotros estamos invitados en Cuaresma a ‘entrar en el desierto’, es decir, en el silencio, en el mundo interior, en la escucha del corazón, en contacto con la verdad”, indicó el Papa Francisco.

“En un sentido simbólico”, señaló, las bestias salvajes y los ángeles “también son nuestra compañía: cuando nos adentramos en el desierto interior, de hecho, podemos encontrarnos con bestias salvajes y ángeles”.



“Bestias salvajes. ¿En qué sentido? En la vida espiritual podemos pensar en ellas como las pasiones desordenadas que dividen el corazón, intentando poseerlo. Nos sugestionan, parecen seductoras pero, si no tenemos cuidado, corren el riesgo de hacernos pedazos”, señaló.

El Papa Francisco indicó que se puede “dar nombre a estas ‘bestias’ del alma: los diversos vicios, la avidez de riqueza, que aprisiona en el cálculo y la insatisfacción, la vanidad del placer, que condena a la inquietud y la soledad, e incluso la codicia de la fama, que genera inseguridad. y una necesidad continua de confirmación y protagonismo”.

“Son como bestias ‘salvajes’ y como tales hay que domesticarlas y combatirlas: de lo contrario devorarán nuestra libertad. Y la Cuaresma nos ayuda a entrar en el desierto interior para corregir estas cosas”, aseguró.

El Santo Padre señaló luego que “en el desierto había ángeles. Son los mensajeros de Dios, que nos ayudan, nos hacen bien; de hecho su característica según el Evangelio es el servicio: exactamente lo contrario de la posesión, propia de las pasiones. Servicio contra posesión”.

“Los espíritus angelicales recuerdan buenos pensamientos y sentimientos sugeridos ​​por el Espíritu Santo. Mientras las tentaciones nos desgarran, las buenas inspiraciones divinas nos unifican y nos hacen entrar en armonía: calman el corazón, infunden el sabor de Cristo, ‘el sabor del cielo’”

 

 

 

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