En realidad se llama el templo de Karni Mata, en honor a una
erudita del siglo XIV, pero incluso hay carteles en la carretera que lo
denominan como el santuario de las ratas, situado en el estado occidental del
Rajastán.
Un país inmenso como la India esconde innumerables curiosidades,
en otro tiempo reservadas a la población local pero convertidas ahora en
atractivo turístico por obra de Internet, como el templo de las ratas de
Deshnok.
En realidad se llama el templo de Karni Mata, en honor a una
erudita del siglo XIV, pero incluso hay carteles en la carretera que lo
denominan como el santuario de las ratas, situado en el estado occidental del
Rajastán.
La leyenda cuenta que Karni Mata pidió al dios de la muerte Yama
que devolviera la vida a un hijo suyo que había muerto ahogado, pero obtuvo una
respuesta negativa.
La erudita, que era a su vez la encarnación de una deidad hindú,
decidió entonces reencarnar en ratas a todos sus descendientes, para privar a
Yama de almas humanas.
Desde entonces, unas seiscientas familias de Deshnok dicen ser
descendientes de esta mujer sabia, el mismo número de ratas que los cuidadores
del templo aseguran que viven en el interior.
Miles de peregrinos recorren largas distancias para venerar a
las kabbas, como se llama en hindi a estas ratas sagradas, y con ellos se
mezclan los cientos de turistas de medio mundo que acuden atraídos por este
curioso templo de roedores.
"Me da un poco de asco, la verdad, pero en el fondo es
divertido, algo único que no vas a encontrar en otro sitio que no sea en la
India", comenta a Efe una joven turista francesa, Anne-Charlotte Fournet.
Ella y sus dos amigas intentan fotografiarse lo más cerca
posible de los animales, "aunque no hace falta acercarse tanto",
advierte la joven, mientras los fieles lanzan comida a los inquilinos del
santuario, desde frutos secos a trozos de coco.
Un turista español, Jorge Piera, relata que "caminar por
las estancias del templo bajo un fuerte olor es toda una experiencia que no
deja indiferente", ya que para muchos turistas "el sentimiento hacia
estos roedores es de una tremenda repulsión".
"No hay más que ver a alguno saliendo horrorizado y es
curioso ver las diferentes reacciones, ya que para unos estos animales son
símbolo de admiración y les dedican ofrendas, mientras que otros están más
pendientes de que no les rocen al pasar", cuenta Piera.
El visitante sale con los pies inevitablemente sucios, ya que
para entrar en el templo hay que descalzarse.
Tiendas de recuerdos, en las que no faltan ratas de peluche de
innumerables pelajes, rodean el santuario junto a puestos de comida, para los
visitantes y para ofrecer a las ratas.
El templo actual es de principios del siglo pasado y destaca por
su fachada de mármol con puertas de plata, en las que se narra la leyenda que
explica el porqué de sus peculiares moradores en estas tierras áridas otrora
reino de marajás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario