SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



sábado, 15 de julio de 2023

CURIOSIDADES CIENTÍFICAS: Con aporte de una investigadora del CONICET identifican en Alemania una guardería de reptiles bebés extintos hace cerca de 215 millones de años.

 

La científica Julia Brenda Desojo formó parte del trabajo liderado por una colega de la Universidad de Bonn. Del estudio se desprende por primera vez la evidencia de que estos animales vivían en comunidad.



Los aetosaurios fueron un grupo de reptiles que habitó a finales del período Triásico, unos 225 millones de años (MA) atrás, y cuya extinción se estima ocurrió hace unos 215 MA. Caracterizados por tener una cabeza pequeña, cola larga y el cuerpo –similar al de un cocodrilo– cubierto por una coraza dorsal compuesta por osteodermos, es decir pequeñas placas óseas articuladas e insertas en la piel, algunos llegaron a superar los seis metros de largo y hay registros de su existencia en todo el planeta, excepto en Australia y la Antártida.

En 1877, en una cantera de Kaltental, una localidad cercana a Stuttgart, Alemania, se descubrieron 24 ejemplares fósiles de Aetosaurus ferratus, una de las dos especies de aetosaurios característica de ese país, de entre 20 y 82 centímetros de largo. Casi 150 años después, un estudio científico del que tomó parte la investigadora del CONICET Julia Brenda Desojo, de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP), permitió establecer que se trataba de bebés de pocos meses hasta un año de vida y aportó la primera evidencia de que los aetosaurios tenían hábitos gregarios, es decir que vivían en comunidad.



El trabajo se publica hoy en Journal of Vertebrate Paleontology, la revista científica de Sociedad Paleontológica de Vertebrados de Estados Unidos, una de las entidades más grandes del mundo en la disciplina junto a la Asociación Paleontológica Argentina (APA), de la que Desojo es presidenta.

“La primera descripción de los esqueletos la hizo Oscar Fraas en 1877. En 2007, mi colega Rainer Schoch, del Museo Estatal de Historia Natural de Stuttgart, los redescribió y publicó un estudio morfológico muy detallado. Si bien las características morfológicas a simple vista hacían suponer que se trataba de crías, había que determinar si eran efectivamente bebés o juveniles”, comenta Desojo. Un trabajo anterior realizado por Schoch y la experta argentina sobre el cráneo de otro aetosaurio (Paratypothorax andressorum) hallado a 50 kilómetros de Kaltental reforzó la idea de que fueran crías: “Las características del cráneo eran las mismas. Hicimos un análisis paleohistológico, es decir de la estructura de los osteodermos, y arrojó que P. andressorum tenía 17 años. Potencialmente, podría ser la forma adulta de la especie hallada en la cantera”, apunta.




En el estudio de reciente publicación, el equipo trabajó sobre los húmeros de dos ejemplares, el más grande y el más chico de los 24 que integran el conjunto, combinando dos técnicas: por un lado, una microtomografía computarizada (micro-CT), que permite obtener información sobre la microanatomía de los huesos –que tienen menos de 3 centímetros de longitud– para “saber dónde cortar”, y luego el corte histológico. “Lo que vemos es que en los huesos no hay remodelación ni marcas de crecimiento. Es decir, ambos ejemplares tenían menos de un año cuando murieron”, destaca Desojo.

En el mismo sentido, la experta apunta que, por la distribución de los esqueletos, “La muerte pudo haber sido por algún evento ambiental que los tomó por sorpresa. Algunos estaban recostados, otros parados. Podemos decir que murieron todos juntos en el acto. Efectivamente se trataba de una agrupación biológica de la misma especie formada por individuos de pocos meses y menos de un año, es decir, una probable guardería”. Esto constituye el otro dato relevante del trabajo que es aportar por primera vez la evidencia de que los aetosaurios, en particular, y los arcosaurios pseudosuquios (ancestros de los cocodrilos que vivieron en el Triásico), en general, tenían hábitos gregarios, al menos en las primeras etapas de vida: “Es un tipo de comportamiento que vemos en muchos animales actuales, como tortugas y cocodrilos, que viven juntos desde que nacen hasta varios meses después”, apunta.

El próximo desafío de Desojo y sus colegas de Polonia y Alemania –donde se encuentra trabajando por tres meses en la Colección Estatal de Paleontología y Geología de Múnich gracias a una beca de la Fundación Alexander von Humboldt– es indagar sobre el factor ambiental implicado en el crecimiento de los aetosaurios: “Lo que vemos es que en este grupo hallado en Europa primero se da un crecimiento muy rápido que luego se frena, mientras que en las formas de América del Norte y del Sur es a la inversa, al comienzo es más lento y más tarde se acelera. Nos interesa saber qué es lo que condiciona esa diferencia”, cierra.

 

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