La electromovilidad y el desarrollo de energías
renovables ocupan un lugar preponderante en la agenda del presidente Joe Biden,
quien también busca un acercamiento con América Latina. Es un buen momento
político y económico para que Argentina trate de estrechar vínculos con ese
país, en forma bilateral o liderando una iniciativa regional del litio.
Las
oportunidades están dadas y el momento es ahora para que Argentina ocupe un
lugar preponderante en la transformación energética global. En las próximas dos
décadas, los vehículos eléctricos (VE) reemplazarán a gran parte de los de
combustión, sellando una transformación mundial de tal magnitud
y alcance que es comparable con la Revolución Industrial que transformó a la
humanidad en el Siglo 18.
Argentina es el cuarto productor mundial de litio,
que hoy es un insumo clave para la fabricación de la batería de ion de litio
recargable que hace funcionar los VE. Puede que la composición química de la
batería cambie en el largo plazo y que el litio sea
reemplazado por otro elemento, pero eso es a largo plazo. En los próximos años,
Argentina, junto con un puñado de países, dominará la oferta del tan buscado
metal. Pero además de la geología, el contexto geopolítico -regional y mundial-
es propicio para que Argentina pise fuerte en la transformación energética que
se viene. El secreto para Argentina estará en saber aprovechar el momento.
La adopción masiva de VE en el mundo responde a las
políticas de emisión cero para 2050 que asumieron más de 20 países y 70
gobiernos sub-nacionales. La demanda de litio podría
multiplicarse por 40 para el año 2040 y se estima que la actual oferta no será
suficiente para satisfacer las necesidades globales. Alrededor del 80% de la
demanda de litio es
para fabricar las baterías que hacen funcionar los VE, cuyas ventas mundiales
aumentaron 40% en 2020 y podrían ascender a 70% en 2021.
La
batería de ion de litio también
se usa para alimentar los celulares, computadoras, y demás dispositivos
electrónicos que utilizamos a diario. Es además fundamental para la transición
mundial hacia el uso de energías renovables -como la solar o la eólica- gracias
a su capacidad de almacenar esa energía. Se podría decir que la batería de ion
de litio marca el rumbo del desarrollo en el Siglo XXI. No por nada sus
inventores recibieron el Premio Nobel en 2019.
Junto
con Chile y Bolivia, Argentina es uno de los pocos países que hoy están en
condiciones de responder al tsunami de litio que está comenzando. Más del 50%
de los recursos de litio globales que se conocen hoy están en esos tres países,
en una región conocida como Triángulo del litio.
A diferencia de Chile y Bolivia, Argentina ofrece una política agresiva de
incentivos a la inversión, incluyendo la garantía legal de estabilidad fiscal
por treinta años, y otros beneficios impositivos. Gracias a esa política,
Argentina logró atraer inversiones privadas millonarias en la última década que
hoy suman una cartera de 20 proyectos de desarrollo de litio en distintos
estados de evolución.
En la actualidad, la producción de litio argentina
proviene de dos proyectos a cargo de empresas privadas: uno en el Salar de
Olaroz en Jujuy, y el otro en el Salar del Hombre Muerto en Catamarca. El litio que se
extrae de esos salares se somete a un proceso químico en el país para obtener
carbonato de litio (LCE, por sus siglas en inglés), el componente que se usa en
el cátodo de las baterías.
Cuando
todos los proyectos de la cartera de litio estén produciendo, el gobierno
argentino espera triplicar las 40.000 toneladas de LCE que actualmente exporta
el país, según expresó el Secretario de Minería, Alberto Hansel, en un evento
virtual recientemente organizado por el Wilson Center, en Washington, DC. Argentina exporta la mayor parte de su producción de LCE a Estados
Unidos.
Chile
y Bolivia son más restrictivos con la participación privada en la industria de
litio por considerarlo un recurso estratégico. En el caso de Bolivia, la
explotación está en manos del Estado, aunque la industria del litio todavía no
termina de despegar en ese país. Chile, por el contrario, fue hasta hace poco
el primer productor mundial de litio. Pero la obligación para los privados de
vender 25% de lo producido al mercado doméstico a un precio preferencial
ahuyentó a muchos inversores, y algunos terminaron yendo a Argentina.
Otros
inversores fueron a Australia, que fue tal vez el principal beneficiario de la
desinversión chilena, a tal punto que gracias al aumento de inversiones en 2018
desplazó a Chile como primer productor mundial de litio.
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