SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



lunes, 29 de julio de 2013

DIA de los VALORES HUMANOS, 29 de JULIO.

El hombre tiene dos facultades superiores muy nobles: la inteligencia y la voluntad.
Con la inteligencia el hombre descubre que las cosas son portadores de valores, tienen valores. Gracias a la inteligencia él sabe que puede comportarse sensatamente y guiarse no por el capricho, sino por lo que la razón le hace entender que es bueno. Con la inteligencia puede sopesar las cosas.
Sembrar valores en los mas pequeños

Con la voluntad libre: rompe su indiferencia frente a las cosas y decide lo que aquí y ahora vale más para él y elige. Y al elegir, jerarquiza las cosas y se compromete con lo que elige. Al hacer esto forma en sí actitudes que pronto se convertirán en hábitos operativos. Si lo que ha elegido es bueno y lo perfecciona, entonces llega a la virtud, que es la disposición permanente a comprometerse como ser humano.

Los principales Valores Humanos son:
• Honestidad
• Compromiso
• Lealtad
• Integridad
• Respeto
• Empatía
• Responsabilidad
• Transparencia
• Excelencia
• Dignidad
Ninguna sociedad puede encontrar el camino hacia su crecimiento progresivo e integral si no tiene a la vista nociones y modelos efectivos de conducta, de superación y de dignificación moral y espiritual. Con esa idea y con esa convicción se sancionó en nuestro país, concretamente, en 2003, una ley, la 25.787, por la cual se decidió instituir el 29 de julio de cada año como fecha para la celebración del Día de los Valores Humanos.
La citada norma dispone que ese día se impartan en todos los establecimientos educativos del país clases alusivas, destinadas a exaltar el significado de los valores que dignifican y ennoblecen las relaciones humanas. El propósito de los legisladores fue establecer un mecanismo que llevara a los argentinos a reflexionar sobre aquellos principios y sobre aquellos resortes de carácter moral que contribuyen a la autorrealización de las personas y de las sociedades, así como a una fructífera superación espiritual.
A menudo se piensa que las crisis y las dificultades coyunturales que afrontan las naciones se deben encarar y resolver mediante una aplicación estricta de principios o recetas extraídos del campo de la economía o de la dialéctica política y social. Pero se olvida que todo proceso de declinación o decadencia nacional o colectivo encubre, por lo general, un progresivo debilitamiento de los valores de orden moral que alumbran la dinámica interior de toda comunidad o de sus estructuras sociales, familiares o dirigenciales. La idea que determinó la sanción de esa norma legal muchas veces olvidada fue sin duda la de promover una sana difusión de aquellos principios y modelos de conducta que ayudan a orientar a las nuevas generaciones hacia la plena realización de sus más valiosas riquezas interiores y de su permanente enriquecimiento moral.

Lealtad, en las buenas y en las malas.
Un país se proyecta y se edifica por múltiples caminos. Se proyecta y se edifica por la vía de los grandes emprendimientos que permiten avanzar hacia el pleno desenvolvimiento de las energías que toda sociedad esconde en lo más profundo de su potencial económico y productivo. Pero el crecimiento integral de una nación o de una sociedad presupone algo más. Presupone la preservación de su mejor y más hondo reservorio de valores morales. A esos valores debe atender la comunidad en una correlación permanente con el fortalecimiento de sus estructuras educativas y de las energías que emergen de su riqueza interior y de su vocación espiritual y creativa. Y en ese proceso desempeña un papel decisivo la fuerza que emana de ese sedimento de valores humanos a los que resulta imprescindible volver una y otra vez.

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