SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



jueves, 17 de agosto de 2017

Hoy recordamos al padre de la patria, el General San Martín: Padeció tres dolencias crónicas: asma, gota y úlcera, sepamos mas de él.

El certificado de defunción nada dice de las causas de su fallecimiento; tampoco se han conservado constancias médicas de los profesionales que lo atendieron a lo largo de su vida, en América y en Europa.

Por otra parte, el estado de la ciencia médica en aquellos tiempos hace que las deducciones sobre las enfermedades que padeció deban basarse en los testimonios –los del propio San Martín y los de terceros- sobre sus síntomas. No existía la radiografía ni el estudio bacteriológico. El estetoscopio fue inventado por Laennec recién en 1817.
Lo que se expone a continuación son las conclusiones del doctor Mario S. Dreyer, volcadas en el libro Las enfermedades del general don José de San Martín (Academia Nacional de Ciencias, 1982).
Ultima imagen tomada con daguerrotipo poco antes de morir el General.

San Martín padeció varias dolencias crónicas, graves por sus síntomas –en especial dolores agudos, por momentos invalidantes-, pero que no implicaban riesgo inmediato de vida. Básicamente fueron tres: asma, gota y úlcera, siendo esta última la más probable causa de su muerte.
Es interesante notar que en las tres afecciones citadas tienen una fuerte incidencia los factores psicosomáticos: son todas dolencias que se ven agravadas, cuando no directamente desencadenadas, por el estrés; no hace falta abundar en los muchos motivos que tuvo San Martín a lo largo de su vida para hacerse "mala sangre".

Pese a ello, no puede decirse que fuese una persona de mala salud. Sirvió en el ejército español desde la temprana edad de 12 años, hizo vida de militar durante mucho tiempo -con las incomodidades y rigores que ello implica-, estuvo en el campo de batalla en varias ocasiones, y sólo en una ocasión tuvo que solicitar unos días de reposo, posiblemente por las primeras manifestaciones del asma. En otra ocasión, haciendo de correo, fue atacado por salteadores de caminos de los que debió defenderse con la espada y que lo hirieron en el brazo y en el pecho.

Todo ello fue superado y, a su llegada al Río de la Plata, con 34 años y una larga carrera a cuestas, su activismo no disminuyó; todo lo contrario.
No es casual que la primera manifestación de la úlcera –el vómito de sangre- haya tenido lugar en Tucumán, en abril de 1814, cuando San Martín estaba a cargo del Ejército del Norte, un puesto que había aceptado por disciplina pero que no deseaba y que creía inconducente a los fines de concluir la guerra de Independencia.
Fue en aquella oportunidad que San Martín se retiró a una estancia en Saldán (Córdoba) para recuperarse de aquel primer ataque (que por entonces no era diagnosticado como úlcera, sino que se hablaba de "ataques de sangre") y allí es donde recibe a Juan Martín de Pueyrredón –futuro Director Supremo- y termina de coordinar con él el plan para instalarse en Mendoza y desde allí organizar la Campaña de los Andes. Es por eso que muchos historiadores pusieron en duda la gravedad de su dolencia; y su existencia misma.

El padecimiento existió  –y en lo sucesivo se manifestará una y otra vez en crisis recurrentes, alternadas con períodos de remisión, sin síntomas, como sucede con la úlcera-, lo que no obsta que el general se haya servido de eso para acelerar su salida del Ejército del Norte y su pase a Cuyo.
En enero de 1816, San Martín le escribía a Tomás Godoy Cruz, diputado al Congreso de Tucumán: "Un furioso ataque de sangre y en su consecuencia una extrema debilidad me han tenido 19 días postrado…"
Uno de los médicos que lo atendía, el cirujano del Ejército de los Andes, Juan Isidro Zapata, llegó a escribirle en julio de 1817 a Tomás Guido, amigo de San Martín, una carta alarmante: "Preveo muy pronto el término de la vida apreciada de nuestro general, si no se distrae de las atenciones que diariamente le agitan, a lo menos el tiempo necesario para reparar su salud, atacada ya por el sistema nervioso".
El día de la muerte del General:  El argentino Félix Frías, corresponsal de El Mercurio en Francia, llegó a Boulogne pocas horas después de la muerte de San Martín y dejó un relato detallado de lo que pasó aquel día. "El 17 (de agosto) de 1850, el general se levantó sereno y con las fuerzas suficientes para pasar a la habitación de su hija, donde pidió que le leyeran los diarios (…). Hizo poner rapé en su caja para convidar al médico que debía venir más tarde, y tomó algún alimento.
Después de las dos de la tarde, el general San Martín se sintió atacado por sus agudos dolores nerviosos de estómago. El doctor Jardon, su médico, y sus hijos estaban a su lado. El primero no se alarmó y dijo que aquel ataque pasaría como los precedentes. En efecto, los dolores calmaron, pero, repentinamente, el general, que había pasado al lecho de su hija, hizo un movimiento convulsivo, indicando al señor Balcarce con palabras entrecortadas que la alejara, y expiró casi sin agonía".

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