El trabajo infantil es un delito, pero el mundo no parece darse por aludido. Los números son estremecedores: según datos del Fondo para la Infancia de Naciones Unidas, alrededor del planeta hay más de 150 millones de niños empleados. La Argentina no escapa a este panorama desalentador. Según datos del Barómetro de la Deuda Social, en el país hay más de un millón de niños y adolescentes de entre 5 y 17 años que trabajan, cuando solo deberían preocuparse por jugar y estudiar.
Hace 15 años, en 2002, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) decretó el 12 de junio como el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. La fecha es el recordatorio anual de la deuda que los gobiernos, organizaciones de empleadores y trabajadores, la sociedad civil y otros actores mantienen para tratar de erradicar este flagelo.
Por trabajo infantil se entiende a toda actividad económica y estrategia de supervivencia, remunerada o no, realizada por niñas, niños y adolescentes que se encuentran por debajo de la edad mínima de admisión al empleo, no han finalizado la escolaridad obligatoria, o no han cumplido 18 años en caso de tratarse de trabajo peligroso.
Como suele ocurrir con cualquier proceso social, es imposible analizar este fenómeno aislado de otros factores que inciden sobre él. De hecho, los motivos por los cuales los chicos se insertan en el mercado laboral suelen ser múltiples: necesidades básicas insatisfechas, aspectos culturales, dificultad de acceso a servicios y bienes, y muchos otros.
Con relación a esta problemática, la licenciada Alejandra Perinetti, directora nacional de Aldeas Infantiles SOS Argentina, expresó: “Cada vez que un niño o adolescente se ve obligado a trabajar, sus posibilidades de desarrollarse integralmente y alcanzar su máximo potencial se ven afectadas. Este fenómeno representa una vulneración severa de los derechos de niños, niñas y adolescentes que en muchos casos permite suponer otras vulneraciones tales como el abandono escolar, la falta de cuidados en la salud, la imposibilidad de jugar y descansar adecuadamente”.
En la Argentina, que un niño o niña trabaje, de manera
“Es imprescindible un cambio colectivo que garantice a cada niño, niña y adolescente las mismas posibilidades de desarrollarse. Es el principio de una sociedad igualitaria. El ejercicio pleno de derechos es el único camino para un futuro mejor”, concluyó Perinetti.
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