SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



sábado, 25 de marzo de 2023

¿Por qué nos boicotea nuestro propio cerebro?

 

Los neurocientíficos han acordado que nuestro cerebro muchas veces es víctima de su propio éxito. En qué consiste y por qué lo hace.

El Dr. Dean Burnett, neurocientífico británico, en su libro «El cerebro idiota”, explica que “muchas veces el cerebro nos sabotea. Tiene mucho que ver con el hecho de que hemos desarrollado estas habilidades mentales realmente poderosas para pensar racional y lógicamente, para tener un pensamiento abstracto, para llevar a cabo procesos complejos, que la mayoría de las especies no pueden hacer o, hasta lo que sabemos, ninguna puede.



Eso es genial, muy útil. Pero, las partes fundamentales del cerebro, de las que salieron estas áreas complejas (el neocórtex), todavía están ahí, hacen lo que siempre han hecho, lo que algunos llaman el cerebro reptiliano. Eso no significa que tengamos cerebros de reptiles, lo que dan a entender es que compartimos la misma sustancia cerebral con los reptiles u otras especies primitivas”. Y agrega: “En el mismo cerebro tenemos lo que es complejo y lo que es esencial y eso provoca que muchas de las cosas complicadas que hacemos, desencadenen reacciones primitivas que están en un nivel mucho más básico”

Enseguida da un ejemplo para aclarar: “Normalmente sentiríamos miedo si nos enfrentamos a un depredador, como un tigre, o a peligros en la naturaleza, como un terremoto o un volcán. Es una reacción específica que busca protegernos. Pero ahora, debido a que somos tan inteligentes y complejos, podemos experimentar la misma respuesta del miedo genuina por cosas que quizás nunca sucederán: me puedo preocupar si la economía va mal porque podría perder mi empleo o por la posibilidad de que mi pareja me abandone, aunque no tenga evidencia real de que eso va a pasar.

De hecho, es posible que nunca lo haga. Pero se desencadena la misma respuesta de miedo y eso nos causa estrés”

¿La evolución nos paralizó?



El neurocientífico explica: “Ahora tenemos mucho más a que temer y eso tiene implicaciones negativas. Poseemos estas regiones cerebrales muy poderosas adheridas a las más simples, a las más directas, y eso causa mucha confusión. Por eso hay gente que está tan ansiosa.Y es que hemos creado este entorno complejo para vivir y todavía tenemos partes simples del cerebro que no reaccionan bien ante él.

¿Por qué dice que el cerebro puede llegar a estropear las funciones más básicas del cuerpo?

Es otro ejemplo de cómo el cerebro es víctima de su propio éxito, explica Burnett. Nuestro cerebro superior sabe que la conciencia, el pensamiento, la lógica, la identidad del yo y todo eso a veces pueden anular o interferir en las funciones corporales más básicas de nuestros cuerpos.

Por ejemplo, tenemos que comer porque necesitamos energía, nutrientes. Poseemos un sistema digestivo muy sofisticado que nos ayuda a asegurarnos de que tengamos la comida adecuada en el momento adecuado, nos estimula el apetito, nos reduce el hambre, todo eso es un proceso muy complejo que ha evolucionado durante millones de años. Pero nuestro cerebro dice: «no, de hecho, quiero más y quiero comida chatarra, calorías, dulces» y puedo comerlos porque desautoriza al sistema digestivo. Es un ejemplo de cómo el cerebro interviene y no toma la decisión correcta.

Es como un gerente que decide que se va a involucrar en cada proyecto de la empresa, aunque no sepa lo que está haciendo, pero él es el jefe, así que todos tienen que escucharlo. Eso puede suceder con bastante frecuencia en el cerebro.

Queremos y necesitamos desesperadamente dormir, pero no hemos finalizado la serie de Netflix o no hemos terminado de revisar el celular y seguimos. Es como si el cerebro dijera: soy el que está cargo y esto es lo que vamos a hacer, aunque después paguemos las consecuencias. Entonces ¿es mi cerebro el culpable de siempre querer el postre o de comer chocolate tras chocolate sin parar?

Pero es el cerebro que dice: «quiero eso ahora y no me importa lo que diga el sistema digestivo».

Es algo que ha evolucionado. Piensa en nosotros como criaturas primitivas: encontrar una fuente de alto contenido calórico era genial. Debías comer todo lo que pudieras con el fin de acumular reservas de grasa para cuando no pudieras conseguir comida. Ese problema ya no lo tenemos en el mundo moderno, en el que presionas un botón en tu teléfono y en media hora, te llega la comida, y no es algo con lo que hayamos evolucionado.

Así que el cerebro dice: «¡Hay comida ahí, nos la tenemos que comer! Es bueno para nosotros porque necesitamos asegurarnos de que contamos con suficientes recursos». Pero ya no necesitamos hacer eso y debemos esforzarnos para frenarlo.

Protección exagerada

Nuestro cerebro está atento a los peligros y crea una red de detección de amenazas que incluye partes fundamentales del cerebro, entre ellas el hipocampo y la amígdala.

Es algo bueno porque nos ha mantenido vivos. Pero es un área muy sensible que también se puede activar con cosas pequeñas. Tenemos la habilidad de imaginar, de predecir, y eso nos lleva a pensar que nos pueden pasar cosas malas, aunque posiblemente nunca lleguen a suceder. Sin embargo, el hecho de anticipar sus consecuencias, nos hace preocuparnos.

El cerebro humano moderno está constantemente imaginando escenarios, así navegamos el mundo: si voy por allá ¿qué pasará? ¿y si más bien voy por aquí? Muchos de esos escenarios son inútiles e involucran resultados negativos.

Podemos estar permanentemente preocupados por cualquier cosa porque somos propensos a eso y lo que el cerebro reconoce como negativo, desencadena el mecanismo de detección de amenazas, lo que nos provoca estrés y ansiedad.

En cierta forma, el cerebro asume constantemente el rol de su peor enemigo al intentar anticipar todo, al tratar de anticipar cosas malas.

«La tendencia del cerebro a preocuparse puede tener unas consecuencias físicas reales en nuestros organismos (presión arterial elevada, tensión, temblores, pérdida/ganancia de peso) y en nuestras vidas en general, pues, obsesionándonos por cosas inocuas, podemos hacernos mucho daño en realidad», concluye.

 

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