¿Cuál
es el mejor pan?
El pan no es un alimento esencial,
aunque forme parte de la dieta de muchas culturas. Su inclusión depende más de
costumbres que de necesidad nutricional. Por eso, si se decide consumir pan, lo
importante es elegir bien.
Pan
artesano, sí. Pan industrial, mejor no
El primer filtro es claro: buscar
panes artesanales reales, hechos solo con harina, agua, sal y
levadura o masa madre. Muchos panes industriales usan la etiqueta
«artesano», pero siguen llevando conservantes, mejorantes, aceites refinados o
aditivos. Si el pan viene en bolsa y tiene una lista larga de
ingredientes, es industrial.
En cambio, en una panadería
tradicional se puede preguntar por los ingredientes. Deberían estar registrados
y disponibles para el cliente. En estos casos, la transparencia es un
derecho del consumidor.
Qué
harina elegir: integral, pero de verdad
Un pan es nutricionalmente más
interesante si está hecho con harinas integrales. Pero cuidado: muchas veces el
pan “integral” de trigo es simplemente harina refinada con salvado añadido. Por
eso es preferible optar por:
·
Centeno integral: más fibra, más densidad nutricional.
·
Espelta integral: una variedad antigua del trigo, más rústica
y más digestiva.
·
Ambas harinas ofrecen mayor
saciedad, mejor perfil nutricional y menos procesamiento.
·
Masa madre: la fermentación como
aliada
·
Si el pan es de masa madre, mucho
mejor. Esta fermentación prolongada mejora el sabor, el aroma y sobre todo
la digestibilidad. La masa madre ayuda a descomponer parte
del gluten, facilitando la absorción de nutrientes y reduciendo molestias
digestivas. Es una opción especialmente recomendable para personas con digestiones
sensibles.
·
¿Engorda el pan?
·
El pan no engorda por sí solo. Lo que
importa es la cantidad total que se consume y el contexto de
la dieta. Una rebanada al día en una alimentación equilibrada no representa un
problema. Comer medio pan al día, sí.
·
Además, los panes integrales y de
masa madre sacian más, lo que ayuda a controlar la ración sin
esfuerzo. La clave está en la moderación y la calidad, no en
eliminar el pan por completo.
·
Panes enriquecidos: atractivos, pero
no siempre necesarios
·
Los panes con semillas, nueces o
pasas tienen más nutrientes… pero también suelen llevar más ingredientes y
aditivos para que la masa los soporte. Suelen ser panes más densos, más
sabrosos y más adictivos. Eso puede llevar a comer más cantidad casi sin
darse cuenta.
·
Una alternativa es consumir estos
ingredientes por separado, como parte de una ensalada o un snack, en lugar de
integrarlos en el pan.
·
Panes de molde y panes secos: qué
tener en cuenta
·
Los panes de molde artesanales pueden
ser una buena opción, pero suelen tener más ingredientes que el pan
tradicional. Los más industriales incluyen proteínas lácteas, azúcares
y aditivos para mejorar textura y duración. Su aspecto es más
esponjoso, pero suelen tener menor valor nutricional.
·
Los panes secos o deshidratados
(picos, regañás, grissinis) ocupan poco volumen, pero al no tener agua, aportan
más calorías por gramo. No sacian tanto como el pan fresco, por lo que es
más fácil pasarse con la ración.
ambién existen los llamados «panes de
fibra», crujientes y sin miga. No se digieren del todo y pueden resultar
pesados si no se está acostumbrado a un consumo alto de fibra. Aportan
pocas calorías, pero tampoco son una fuente significativa de nutrientes.
Optar por panes artesanales
elaborados con masa madre y harinas menos refinadas puede ser un paso
importante hacia un sistema alimentario más sostenible. ¿Por qué?
·
Fomenta la producción local y
de pequeña escala.
·
Reduce el uso de aditivos y
procesos industriales intensivos.
·
Favorece cultivos antiguos como la
espelta o el centeno, que requieren menos fertilizantes y pesticidas.
·
Promueve un consumo más
consciente y moderado.
Además, los panes de fermentación
lenta aprovechan mejor los ingredientes, alargando su vida útil sin necesidad
de conservantes artificiales.
¿Qué
podemos aprender de todo esto?
·
Menos es más: alimentos con pocos ingredientes suelen ser más
saludables.
·
Leer o preguntar es
clave: la información está ahí, pero hay
que buscarla.
·
Lo artesanal,
cuando es real, vale la pena:
no solo por la salud, también por el sabor.
·
La calidad importa
más que la cantidad: un pan bueno y en su justa medida
encaja en cualquier dieta.
·
Evitar lo
ultraprocesado es una regla útil en casi
cualquier aspecto de la alimentación.
Este enfoque no solo mejora nuestra
salud individual, también apoya modelos de producción más sostenibles y
responsables con el entorno.
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