**En la actualidad aun es temida esta enfermedad de transmisión sexual, también
conocida como la enfermedad de la infidelidad, se decía que era un castigo por
ese pecado, que los ponía en evidencia ante sus familias y la comunidad.
¿Cuál
era la causa de la enfermedad? Se pensó en 1495 que era un castigo de Dios por
los pecados cometidos por la sociedad. Así que el primer paso para lidiar con
la misma era arrepentirse y rezar por la protección divina. Entre los reyes que
más sufrieron y murieron de sífilis se encuentra Enrique VIII de Inglaterra, Carlos II de España, Iván el Terrible,
Francisco I de Francia y Enrique III de Francia.
Dios,
sin embargo, enviaba señales a través de otros medios. Los astrólogos de la
época afirmaban que lo ocurrido tenía relación con dos eclipses de sol y
la confluencia de Saturno y Marte.
"Las
lluvias que cayeron en el año en todos los países fueron tan copiosas, que la
tierra se contaminó con el agua estancada. No era de extrañar que la enfermedad
se hubiera presentado", afirmaba un profesor de medicina de la época.
La
conjunción de las estrellas contaminó el clima, lo que a su vez causó una
podredumbre venenosa del aire. La consecuencia fue la putrefacción del cuerpo
humano.
El comienzo
A
principios de 1495 el rey francés Carlos VIII invadió Nápoles tratando de
reivindicar su derecho a ese reino. Pero las tropas empezaron a contagiarse con
una nueva dolencia.
Nadie
había visto nada similar. Los doctores de la
época no encontraban ninguna referencia en libros médicos antiguos.
Preocupó
a la población tanto como lo hizo el VIH cuando fue descubierto en la década de
los 80 del siglo pasado.
Tenía
una similitud con esa enfermedad: se transmitía a través del contacto sexual.
Se
trataba de la sífilis.
La
gente estaba aterrorizada porque se propagó con gran rapidez. Llegó a Escocia,
Hungría y Rusia.
A
excepción de los ancianos y los niños, todos corrían el riesgo de contagiarse.
Se encontraba en el burdel, pero también en el castillo.
Se
cree que los reyes Francisco I y Enrique III de Francia, así como el emperador
Carlos V, padecieron la enfermedad. Se piensa que tampoco escaparon del
contagio los monjes ni los clérigos.
No
importaba la jerarquía. Cardenales, obispos e incluso los papas Alejandro VI y
Julio II la sufrieron.
La
velocidad con la que se propagó revela mucho acerca de los hábitos
sexuales de la sociedad en esa época.
Esperanza
Se
creía que el mercurio era el remedio para la sífilis. Era común utilizarlo para
tratar problemas de la piel en esa época. Y ese fue el tratamiento que se le
recomendó al soldado alemán. Respirar el gas del mercurio caliente.
Pero la
cura era peor que la enfermedad. Los pacientes salivaban
incontrolablemente, los dientes se les caían y perdían la razón. Sin embargo,
se siguió utilizando por muchos años, interna y externamente.
Hasta
que apareció un nuevo remedio en 1517: el guayaco, un arbusto que se encuentra
en Haití. Supuestamente, era lo que usaban los oriundos de la isla.
Virutas
del tronco se cocinaban a fuego lento en agua y el líquido se bebía dos veces
al día. El tratamiento completo incluía pasar 30 días en un cuarto
extremadamente caliente para sudar y botar la enfermedad.
En esa
misma época se estableció una relación entre la sífilis y el castigo divino por
un pecado personal y no colectivo. La persona se contagió por
haberse involucrado en una relación sexual ilícita.
En ese
contexto, las mujeres eran quienes transmitían la enfermedad y tentaban
a los pobres hombres, en el estilo de Adán y Eva.
El estigma
también afectaba a los niños cuyos padres sufrían de sífilis porque era una
condición hereditaria. Generaciones enteras se consideraban malditas.
¿América o Europa?
Los
contemporáneos pensaban que se trataba de una nueva enfermedad.
Una
vez que se detectó que se transmitía de persona a persona, se asumió que tenía
que haberse originado en un lugar en particular, y no como consecuencia del
clima.
Se
creía que había llegado a Europa con los marineros que regresaron de América
con Cristóbal Colón.
Supuestamente
atracaron en Barcelona, se unieron a las tropas en Nápoles y las prostitutas
que siguieron al ejército se encargaron del resto.
Pero a
los historiadores médicos americanos no les gustó nunca esa teoría, por lo que
presentaron evidencia arqueológica para probar que la sífilis era una vieja
enfermedad nativa de Europa que había aparecido con una nueva
virulencia.
La cura
Es
difícil saber si el debate se podrá dirimir. Pero hay certeza con respecto a
ciertos aspectos. Las décadas previas y posteriores al 1.500 fueron de gran
cambio en la sociedad europea.
La
vida urbana, mudanzas y búsqueda de lugares para vivir, nuevas técnicas de
guerra y cambios en los comportamientos sexuales.
El
ambiente de los habitantes de esa época se modificaba constantemente. Y eso,
generalmente, aumenta la incidencia de las enfermedades. Así
que el surgimiento de nuevas epidemias era, probablemente, inevitable.
La
sífilis llegó y se quedó, propagándose, en especial, en
tiempos de guerra.
Con la
llegada de la medicina moderna la bacteria que causa la enfermedad se
identificó en 1905. Y en 1910 se descubrió el primer tratamiento efectivo.
Pero
no fue sino hasta 1943, con el descubrimiento de la penicilina, que se encontró
la cura para el padecimiento.
Los
gritos nocturnos cesaron.
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