La
muerte de Olmedo sorprendió a todos, y nos dejó pensando en lo finito de esta
existencia ante la realidad de que ni el dinero, ni la fama, ni el éxito son
armas que pueden luchar contra el inevitable destino que nos aguarda. Su vida
estuvo signada por la contradicción. Conoció la pobreza y el poder que da la
riqueza. Conoció el desprecio y el éxito. Y como una estrella de rock, vivió
rápido y murió cuando aún tenía mucho para dar.
Pasan
los años y a pesar de que sus películas y sus sketches televisivos ya han
pasado a ser testimonio de la historia argentina, y se han convertido en un
verdadero material “retro”, lo cierto es que al ver a Rucucu, a Chiquito Reyes,
al Manosanta, a José Luis Borges, a Rogelio Roldán y a tantos otros personajes
se despierta en nosotros la alegría y a la vez la nostalgia.
Alberto
Olmedo nació pobre, en el humilde barrio Pichincha de la ciudad de Rosario,
Provincia de Santa Fe, el 24 de agosto de 1933. Lo crió su madre, Matilde
Olmedo, quien abandonada por su pareja pasó a ocupar los roles de madre y padre
al mismo tiempo, trabajando incansablemente para que su hijo pudiera tener
techo, comida y educación.
Fue
en el año 1947 cuando aún muy joven Alberto realiza su primer acercamiento a la
actuación, participando en algunas obras del teatro La Comedia , de su ciudad
natal, a la vez que se suma a la agrupación artística vocacional La Troupe Juvenil
Asturiana. En el año 1954 toma una decisión que cambiaría por completo el rumbo
de su vida, ya que decide viajar a Buenos Aires para probar suerte. Una vez
allí, se incorpora como switcher en Canal 7, mientras intenta generar contactos
para lograr la posibilidad que tanto ansiaba.
Fue
precisamente en la fiesta de fin de año de 1955 que Olmedo consigue tener una
oportunidad para demostrar su talento, realizando una improvisación cómica ante
todos los asistentes al evento. El entonces interventor del canal, Julio
Bringuer Ayala, quedó sorprendido por el joven humorista, por lo que lo
incorporó inmediatamente al programa “La Troupe de TV”.
De
pequeños monólogos y participaciones en sketches, surge poco a poco el gran
Olmedo, que en principio logró su primer rol importante en un ciclo infantil,
que luego sería un éxito sin igual en la pantalla de Canal 9: “El Capitán
Piluso”. Poco después, y notando el interés que Alberto había despertado en el
público, fue incorporado al programa “Operación Ja-Já” de Gerardo y Hugo
Sofovich, en el que nacen Rucucu y el Yéneral González, personajes inolvidables
de su repertorio actoral.
La
figura de Olmedo en la televisión argentina crece de tal manera, que en 1981
comienza el ciclo “No toca botón”, que se emitía por Canal 11, y contaba con la
dirección del desaparecido Hugo Sofovich. Fue en aquel ciclo en el cual Olmedo
explotó por completo su talento y creatividad, dando origen a inolvidables
personajes como Chiquito Reyes, el Dictador de Costa Pobre, El Pitufo, El
Psicoanalista, el Manosanta, José Luis Borges y el mucamo Perkins y Rogelio
Roldán, entre otros.
Durante
su trayectoria, también el cine fue uno de los lugares que supo conquistar,
alcanzando a filmar más de 40 películas, que se inician en 1959 con su debut en
el filme “Gringalet”, y culmina en 1988 con “Atracción Fatal”.
Su dueto con Jorge Porcel lo llevó a lugares inimaginables, lográndose convertir en un binomio que sin dudas era sinónimo de comicidad. Junto al “Gordo” hizo cine, televisión y teatro, además de compartir una amistad que trascendió el ambiente laboral.
Su dueto con Jorge Porcel lo llevó a lugares inimaginables, lográndose convertir en un binomio que sin dudas era sinónimo de comicidad. Junto al “Gordo” hizo cine, televisión y teatro, además de compartir una amistad que trascendió el ambiente laboral.
El
público lo amaba y en dos oportunidades debió enfrentarse a la noticia de su
muerte, ya que el 4 de mayo de 1976 todos los medios del país anunciaban la desaparición
física de Alberto Olmedo, luego de que la noticia surgiera durante el estreno
de su ciclo televisivo “El Chupete”, por Canal 13. Y mientras el locutor leía
el texto de condolencias por el fallecimiento del capocómico, las cámaras
mostraban al elenco del programa probándose la ropa del actor. El gag había
comenzado, y no podía ser rematado de otra manera que con la llegada de Alberto
Olmedo, quien inocentemente dijo en complicidad con su público: “¿Qué pasa?,
¿acaso no se puede llegar tarde?”.
Aquello
fue una farsa, una broma que habían pergeñado el Negro Olmedo junto a director
del programa. Pero la muerte lo alcanzó como a todos los seres de este planeta,
cuando en el verano de 1988, por un accidente absurdo, Olmedo cayó del balcón
de su departamento en el piso 11, en la ciudad de Mar del Plata.
Como
presagio de su final, Alberto Olmedo había dicho: “¿Qué quiero que quede de mí?
Una estatua a mis manos en la calle Corrientes para que miren y digan: ‘Chau
negro’. Nada más”. Hoy podemos decir “Chau Negro” a sus manos, en la Avenida Corrientes
1753, donde se encuentra emplazada la escultura de José Martínez.
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