SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



sábado, 31 de agosto de 2019

Imaginen una isla llena de conejitos, y visitenla-

Relato de Aniko Villalba: En un principio, nuestro plan era estar tres meses quietos en dos o tres lugares de Japón, al menos un mes en Tokio y dos meses en otro lugar.


Pero al final terminamos recorriendo mucho más de lo pensábamos y cuando llegó el momento de elegir a qué isla de animales ir, optamos por Okunoshima, la isla de los conejos. Lo malo de viajar por Japón es que trasladarse es muy caro (sea en tren o en bus) y para ir a la isla de los gatos de Ehime


(la que salió en las noticias) desde Kansai íbamos a tener que gastarnos entre 200 y 400 dólares cada uno (en trenes de ida y vuelta + ferry + alojamiento + comida). La isla de los conejos, en cambio, nos quedaba de paso en nuestro trayecto de Hiroshima a Okayama. Además, estos videos me convencieron:


La noche anterior casi no pude dormir de la ansiedad. Ya me veía haciendo angelitos de nieve entre cientos de conejos (eso no pasó, claramente) y revoleando conejos por los aires como un Susano tirando los cupones para elegir al ganador de un sorteo (tampoco pasó).


¿Los conejos se me acercarían? ¿Podría acariciarlos? ¿Se me subirían encima? ¿Me querrían más si les llevaba zanahorias y repollo? ¿Sería un hit entre los conejos y todos los nenes me tendrían envidia? Por unas horas, esas fueron mis únicas preocupaciones en el mundo.


Llegamos a Tadanoumi, el puerto desde donde sale el ferry a la isla, a eso de las 10.30 de la mañana y ya había gente haciendo fila, sobre todo muchas familias con chicos chiquitos. Pensé que la isla era un lugar medio secreto y que al ser un día de semana no habría nadie, después me enteré de que era feriado y la isla es más popular de lo que pensaba.

 Viven más de mil conejos super fluffly y adorables y es un lugar que trae buena suerte y fertilidad, y en una sociedad amante de lo kawaii (tierno) como la japonesa, una isla así es un hit. Mejor que nadie se interponga entre los conejitos y yo porque los tackleo a todos (tanta ternura me violenta). Como estábamos en camino a Okayama, dejamos todo el equipaje en los lockers y llevamos solamente la comida para los conejos y la cámara de fotos. 

Compramos el ticket en una máquina, nos subimos al barco y quince minutos de navegación después nos bajamos en la isla y vimos a los primeros conejos acercarse en busca de comida.
La pregunta es: ¿de dónde salieron todos estos conejos y por qué viven acá? Hay dos teorías y un pasado oscuro.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la isla de Okunoshima funcionó como una fábrica secreta de armas químicas donde se produjo el gas venenoso que Japón usó para atacar en China. Los conejos fueron llevados a la isla para probar los efectos del gas y, cuando la guerra terminó, los trabajadores de las fábricas los liberaron. Algunos creen que los conejos que viven en Okunoshima hoy en día son los descendientes de ese primer grupo, aunque otros lo niegan.
Actualmente, en la isla todavía se pueden ver las ruinas de las fábricas de gas (el acceso está prohibido) y visitar el Museo del gas venenoso, establecido en 1988 con el objetivo de «mostrarle a la mayor cantidad de gente posible las horribles verdades del gas venenoso».

Su curador le dijo al New York Times: «Mi esperanza es que la gente visite el museo de Hiroshima y este para ver que los japoneses fuimos tanto víctimas como agresores durante la guerra. Espero que la gente vea ambas facetas y reconozca la importancia de la paz».
La segunda teoría, más al estilo Bart Simpson y su rana en Australia, es que los conejos son descendientes de 8 conejos que fueron liberados en la isla por un grupo de alumnos durante una excursión escolar en 1971. Ninguna de las dos está comprobada.

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