Sócrates decidió no escribir nunca sobre sus ideas sino
dedicarse al diálogo en la plaza pública o en el Gimnasio, con amigos o
conciudadanos, o incluso con aquellos que habían llegado a Atenas desde
distintos lugares.
Fruto
de la democracia, el diálogo supuso la alternativa al lenguaje dogmático. La
verdad no se desvelaba en la palabra del rey o el sacerdote sino en la
coincidencia de los hombres a través de un enfrentamiento de opiniones.
La
consecuencia de ese gran método que puso en práctica, dentro del ámbito de la
sofística, con la que fue confundido en ocasiones, es que dependemos totalmente
de los testimonios que quedan sobre lo que él dijo. Y esos testimonios no
coinciden plenamente entre sí. Los hay desde la crítica más feroz (Aristógenes
de Tarento y Espíntaro, por ejemplo), pasando por el ridículo de la comedia
(Aristófanes en Las Nubes) donde es presentado cómicamente como el sofista que
introduce una educación "moderna" que corromperá a la juventud.
Sin
olvidar a Jenofonte, que refleja en sus Recuerdos a un hombre más bien
mediocre, en el que no adivinamos de dónde pudo surgir su gran influencia
posterior. También el retórico Polícrates señala a Sócrates, peyorativamente,
como el genio malo de Alcibíades.
Incluso
las llamadas escuelas socráticas menores, cínicos, megáricos, estoicos y
epicúreos, apenas si están de acuerdo en admirarle como a una especie de santón
y procurar seguirle más bien en la austeridad y en los modos de su vida. No
tanto en el contenido de su pensamiento, si es el que se le ha atribuido.
Y
con esto llegamos a Platón. En sus diálogos, que es además un corpus
literario-filosófico que se conserva íntegro, encontramos a Sócrates como
centro de la vida ateniense en su vertiente cultural, entre los más renombrados
sofistas contemporáneos pero también con otros afiliados a otros círculos
filosóficos, eleatizantes, pitagóricos… y también con los jóvenes que aun
siendo clientes de la enseñanza sofística siguen junto a él con agrado una
discusión bien conducida o el análisis sutil de una idea, como Alcibíades o el
mismo Jenofonte.
En
los diálogos encontramos detallados rasgos biográficos, incluso físicos, y la
más rigurosa exposición de sus ideas y su método. Que yo sepa, es un caso raro
y probablemente único que un discípulo dedique toda su extensa obra, libro por
libro, a la figura, la vida y el pensamiento de su maestro.
Y
si hacemos el ejercicio imaginativo de suprimir totalmente la figura histórica
de Platón, ¿seguiríamos concediendo a Sócrates la importancia que ahora tiene
para nosotros?
Se
podría acudir al testimonio de Aristóteles, más ecuánime, que trató de
distinguir entre el pensamiento platónico y el socrático, pero, si seguimos con
nuestra hipótesis de trabajo de la no existencia de Platón, de ella se sigue
que Aristóteles no acudió nunca a la Academia, y no sabemos tampoco si hubiera
ido a Atenas. En cualquier caso podemos suponer que no hubiera dejado de ser un
gran naturalista, pero desde luego no se hubiera ocupado de la filosofía primera
y probablemente tampoco de la lógica.
En
fin, creo que tratar de separar a Sócrates de Platón es una tarea muy
problemática. Sobre todo si nos atenemos estrictamente a los datos y hechos
históricos.
Es indudable, según ellos, que Sócrates existió, y
podemos suponer por tanto que no fue simplemente un personaje de Platón, aunque
en realidad es así como se nos presenta.
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