Quizás la figura más importante del barroco flamenco, Pedro Pablo Rubens fue uno de los mejores pintores de Europa en su época y por ello fue reconocido en vida.
Además fue uno de los primeros artistas en entender el mercado del arte, y creó una especie de factoría en su taller que fabricaba pinturas en cadena.
También ejerció de diplomático en diversas cortes europeas, incluida España, que encargó muchos de sus mejores cuadros.
Rubens (o su taller) pintó más de 3000 obras.
Nacido en Amberes, en
esa época la ciudad era un hervidero económico, y por lo tanto artístico. Se
invertía en cultura, y particularmente en arte, sobre todo en pintura flamenca,
que todavía gozaba de muy buena salud.
Pero también eran tiempos de convulsiones políticas y religiosas, pues no todos
aceptaban ser súbditos de la católica
España.
Pero quizás a causa del enfoque artístico no iconoclasta de los
católicos (los calvinistas eran mucho más cerrados), numerosos artistas
flamencos pudieron trabajar y encontrar mercados entre la monarquía y la
aristocracia española. De ahí que abunden los temas religiosos e históricos, y
muchísimos retratos.
Bajo este
cobijo fue ascendiendo puestos el talentoso, ambicioso y muy católico Rubens.
Inspirado por Holbein y Alberto
Durero, viajó a Italia en 1600 y obtuvo el cargo de
pintor de la corte del Duque de Mantua, además de descubrir a los clásicos Tiziano y Tintoretto; pero
sobre todo descubrió a un nuevo y revolucionario pintor, Caravaggio, que lo encaminaría
por las salomónicas sendas del barroco.
Ahí empieza a adoptar lo que ya se convertiría en su estilo: sensualidad y colorido, y un dinamismo hasta
ahora nunca visto.
En España, por
una misión diplomática (digámoslo ya: Rubens era emisario, embajador y
espía…), consigue nuevos y poderosos clientes: Felipe IV se enamora
de su arte y prácticamente lo secuestra para que pinte a las especies que
pululaban por la corte. Con el tiempo, ya reconocido como «El Homero de la
pintura», conocerá al otro grande del barroco, Velazquez, con el que entabla
amistad.
Fue característico su estilo para pintar figuras, muy musculosos los
hombres (es conocida su devoción por Miguel Ángel) y rebosantes
de carnalidad las
mujeres. Los generosos
cuerpos de sus féminas eran todo un placer para la vista
en los palacios de media Europa.
Y es que los modelos de belleza pueden cambiar en cuestión de años (meses hoy
en día?) y no había nada más sexy en la Europa de esa época que unos buenos
michelines…




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