Bajo la premisa de que las personas nacidas a
partir de 1990 son "nativos digitales", muchos padres
permiten que sus hijos, ya sean niños o adolescentes, usen los dispositivos
tecnológicos con nulos o muy pocos límites. Frente a la mirada de otros
adultos, esta decisión se basa no solo en que estos chicos tienen acceso a la
tecnología desde que nacieron, sino que su uso ofrece ciertos beneficios para
su desarrollo, pero ¿qué hay de cierto en sus argumentos?
Consultados a distintos especialistas
para que expliquen si las justificaciones de estos progenitores son mitos o
verdades, sobre todo, teniendo en cuenta que en la Argentina actualmente el 40%
de los chicos de entre 11 y 18 años están las 24 horas conectados a Internet, y
otro 30% está todo el día online pero apaga su dispositivo para dormir, según
datos de la Encuesta de la Asociación de Diarios del interior de la Argentina
2018.
Para que lea más:
Por
lo general, a los chicos les cuesta adquirir el hábito de la lectura y, en vez
de apelar a incentivar a sus hijos a que consuman cuentos o historietas, muchos
padres esgrimen que para jugar o utilizar cualquier website o aplicación móvil
los chicos tienen que leer sí o sí. Al respecto, Roxana Morduchowicz,
que es doctora en comunicación, especialista en cultura juvenil y autora del
libro Los chicos y las pantallas, explica que es cierto que
Internet ha revalorizado la lectura ya que para comunicarse, hacer la tarea
escolar o para buscar información sobre temas que les interesan, los chicos
necesitan leer páginas y descubrir nuevos sitios. "Justamente por ello
suele decirse que los chicos de hoy no leen menos que los de antes, sino que lo
hacen en otros soportes, con otros fines, y de otra manera".
Siguiendo
esta reflexión, Mariela Reiman, directora de la asociación civil Chicos.net,
explica que "la era digital propone nuevas formas de apropiarnos de la
lectura y la escritura. Aquí también la proliferación de los teléfonos
celulares tiene un lugar clave. La lectura y la alfabetización adquieren un
nuevo significado en el entorno digital. Por caso, un videojuego promedio para
chicos de secundaria contiene textos equivalentes en cantidad a otros géneros
literarios. Lo que cambia es el formato", afirma, y agrega: "a su vez
se abren nuevas posibilidades de escritura colaborativa, enriquecida y
comentada por la comunidad, por ejemplo, están los booktubers que
recomiendan libros, de la misma manera que existen muchas
aplicaciones y plataformas para escribir y compartir".
Con los dispositivos se puede aprender:
Si
bien en la web abundan los contenidos que sólo se enfocan en el
entretenimiento, también es cierto que hay material pedagógico para que los
chicos adquieran todo tipo de conocimiento jugando. De hecho, hay un amplísimo
abanico de propuestas, por ejemplo, para que los más chicos aprendan los
colores o las letras del abecedario, y para que los mayores adquirieran
habilidades de programación. En definitiva, la ubicuidad de las
pantallas permite el acceso al conocimiento en cualquier momento y en cualquier
lugar, rompiendo así las paredes de las escuelas.
"Aunque es cierto en internet se
puede aprender, esto no significa que se pueda usar de manera indiscriminada,
sin pautas y sin acuerdos. El "tiempo de pantallas" no es bueno o
malo en sí mismo, sino que se define por las múltiples formas de interactuar,
crear y aprender con y a través de tecnologías digitales", explica Reiman.
Para la especialista, restringir el tiempo de pantallas no necesariamente
protege a niños y niñas de los riegos online:
"Lo que conviene es construir juntos
(padres-madres-hijos) un contrato en donde ellos mismos expresen sus puntos de
vista. Este acuerdo debe incluir "espacios" y "momentos"
libres de pantallas más que cantidad de horas. Por ejemplo: evitar los
dispositivos durante las comidas, antes de ir a la cama, durante la actividad
física". Además, padres y madres deben cumplir con las reglas acordadas y
constituir un modelo de auto-regulación.
Pablo Aristizabal, creador de la firma transmedia
de mayor impacto en Iberoamérica, que incluye la redes de aprendizaje Aula365 y
Educatina, entre otras, coincide: "El dispositivo puede transformarse en
una herramienta de aprendizaje. El gran desafío es generar atmósferas ideales
tanto en el hogar como en la escuela para promover un hábito, un interés y el
engagement necesario para que no solo sea un recurso de entretenimiento".
Para que se entretenga mientras
los padres pasean:
Es habitual ver en los restaurantes y
locales comerciales a niños de muy corta edad en sus cochecitos mirando dibujos
animados en el smartphone de sus padres mientras los adultos comen o hacen las
compras. Sin embargo, los especialistas consultados por LA NACION indican que
no es tan así. "Es muy peligroso considerar al dispositivo como un chupete
electrónico. Lo que hay que tratar es que el niño establezca una relación
crítico-constructiva con la pantallas y los nuevos medios; pasar de un modelo
constantativo, como lo es la televisión que se consume pasivamente, a un modelo
performativo, donde el niño se vea desafiado en sus conocimientos, que haga,
que cree, que interactúe", aclara Aristizabal.
Según Reiman,
esta práctica no se relaciona con las necesidades de los chicos sino de los
padres. "Los progenitores que se comportan de esta manera subestiman la
gran influencia que tienen sobre sus hijos, especialmente en los primeros años.
Usar la tecnología con este fin es dar un mensaje empobrecido acerca de las
oportunidades de aprendizaje y de uso que queremos promover", sentencia. Lo ayuda a comunicarse con la
familia
Con herramientas como Skype, WhatsApp y
hasta las redes sociales, los pequeños pueden estar en contacto con primos,
tíos y abuelos. "La dimensión social de las TIC (Tecnologías de la
Información y de la Comunicación) es uno de los ingredientes con mayor impacto
en la sociedad. La comunicación en sus múltiples variantes, ya sean redes
sociales, mensajerías y correo electrónico, entre otros, introdujo cambios en
los conceptos de distancia/espacio y tiempo dando inicio a una nueva era en las
relaciones.
"Esto aplica a chicos y grandes,
tanto en contextos familiares, como sociales y educativos en donde el potencial
es enorme. En el caso de los chicos, la socialización y la pertenencia son
dimensiones centrales y por eso los medios digitales adquieren un lugar
prioritario", detalla Reiman. Morduchowicz coincide: "Es cierto que
Internet ha favorecido que muchos chicos pudieran comunicarse más. La mediación
de la pantalla ha permitido que los más tímidos, por ejemplo, pudieran
comunicarse con amigos a través de las redes sociales de una manera que no
hubiera sido posible en persona".
Aristizabal
recomiendo a los adultos controlar qué y con
quiénes se comunica el niño. "No sólo por los riesgos más
graves como la pedofilia, sino también para detectar situaciones que el niño
esté atravesando emocional y socialmente, donde es preciso que el adulto
acompañe y este cerca, como guía, consejero del menor", explica.
Porque nació con el celular en la
mano sabe usarlo mejor yo:
Hay
una creencia basada en el concepto de "nativos digitales" según la
cual se confunde el hecho que porque los niños saben cómo funcionalmente opera
un dispositivo tienen un pensamiento crítico en su uso. "Está comprobado
que sólo el 2% de los chicos
alcanza el nivel más alto de pensamiento crítico en cuanto a la información que
encuentra en la web. Lo que tenemos que promover en los niños son
las habilidades digitales para que puedan no sólo buscar información en las
redes, sino poder analizar, evaluarla, sacar conclusiones. Máxime en la era de
la posverdad, donde cada vez incluso a nosotros como adultos, nos es más
difícil poder identificar qué es cierto y qué no", sentencia Aristazabal.
A modo de síntesis, Morduchowicz
concluye: "de los argumentos que esgrimen los adultos para que su hijo
esté conectado, no es posible utilizarlos para proponer un hábito sin límite.
La idea es que la familia pueda construir un código de isp de Internet, definir
cuánto tiempo por día se utilizan. Además de las pantallas, los chicos deben
poder acceder a una plaza, un cine, un teatro, un club, una biblioteca, un
museo... Lo importante es recordar que cuanto más diversificado sea el uso de
los bienes culturales o tecnológicos en la vida de los chicos, más rico será su
aprendizaje y más sólido su capital cultural".
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