En una tarde lluviosa y gris, Elizabeth Nieva llega al que hace casi dos años es su hogar: la Casa de la Mujer San Gabriel. A pesar del cansancio que le dejó un largo día de trabajo, su rostro se transforma al ver a sus hijos. “¿Podemos charlar en un rato?”, consulta, un poco bruscamente; su prioridad es merendar con los chicos: Mariana (15), Aylen (12), Guadalupe (9) y Valentino (6).
Elizabeth tiene 45 años y llegó a esta casa en Vicente López después de siete años de no tener un lugar fijo para vivir. Fundada por el padre Jorge Eduardo Scheining, la Casa de la Mujer recibe desde octubre de 2016 a mujeres que han pasado por situación de calle, junto a sus hijos, con el objetivo de brindarles un cuidado integral y ayudarlas a reinsertarse en la sociedad.
“Yo vivía con el papá de mis hijos hasta que no dio para más. Como él no quería irse de la casa, tuve que irme yo con los chicos”, cuenta. “Estuvimos dos días en la calle, hasta que nos recibieron en un hospital”, agrega. Uno de los médicos los derivó al parador Villaflor, en Constitución, y de ahí se mudaron al Amparo Maternal, en Núñez, donde vivieron por casi dos años. “Un día, vino una monja de la comisión del hogar y me contó todo acerca del proyecto de ésta casa; querían brindar una residencia de medio camino para madres solteras que estuvieran en hogares o paradores hasta que pudieran alquilar una casa propia. Mis hijos y yo la estrenamos”, relata Elizabeth.
Jorgelina Pereyra, directora de la casa, explica que su objetivo es fortalecer a estas mujeres para que logren salir adelante y, al cabo de un plazo máximo de dos años, puedan conseguir una vivienda propia. “Nosotros las ayudamos a organizarse entre el trabajo, la casa y los chicos”, explica. Actualmente, alojan a cinco mujeres con sus hijos y, además de vivienda y comida, les ofrecen ayuda terapéutica, talleres de vínculos saludables y actividades recreativas y de apoyo escolar para los niños.
Elizabeth confiesa que le cuesta un poco hablar sobre su vida; quizás porque es malhumorada, dice. “Mi pareja no estaba nunca. La noche en que se pudrió todo agarré a mis hijos y me fui sin saber dónde terminaríamos, porque yo no tenía un peso”, narra. “Todas las que vivimos acá venimos de experiencias muy fuertes”, afirma.
A medida que pasan los minutos, las palabras cada vez le cuestan menos; lo mismo le pasó con la convivencia en la casa. “Al principio me costó horrores y creía que todo lo que yo decía estaba bien, pero de a poco fui aprendiendo que todas tenemos distintas formas de ver la vida, y que la mía es solo una más”, confiesa. “La casa me ayudó a convivir, a adaptarme y ser solidaria. Siento que pude salir adelante en muchos aspectos: en mi mal humor, en cambiar mi forma de pensar, y en la conexión con mis hijos”, agrega con una sonrisa.
Además de brindarles un hogar de forma gratuita, la Casa de la Mujer también las ayuda a conseguir trabajo, algo que para estas mujeres puede ser muy complicado. “Yo con mis 45 años tenía muy pocas posibilidades de trabajar de nuevo, pero el hogar nos contactó con una empresa que ofrece servicios de limpieza a locales comerciales y oficinas”, señala. “A pesar de que vuelvo muy cansada, sé que con esto voy a poder salir adelante; tengo que salir adelante, por ellos”, dice, refiriéndose a sus hijos.
Elizabeth confiesa que, a pesar de haber recorrido un largo y difícil camino, no se arrepiente de nada. “Lo único que me cuesta aceptar es el hecho de que mis hijos hayan sufrido. Pero sé que nunca los dejé solos, y eso es lo que rescato”, afirma, y concluye: “Hoy me motiva verlos felices y ver que yo puedo. Creo que, dentro de todo, estoy haciendo las cosas bien”.
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