SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



jueves, 20 de agosto de 2020

ARGENTINA: Ríos subterráneos y acuíferos-

 

De los 1,38 cuatrillones de Km3 de agua existente en la tierra, sólo el 2,8% es dulce y apenas el 0,62% es subterránea. La Argentina cuenta con importantes sistemas de aguas almacenadas en el subsuelo (un 40% de lo consumido es de este origen). Uno es el acuífero Guaraní, un reservorio transfronterizo, ubicado en el subsuelo de Brasil, Paraguay, Uruguay y la Argentina, con 1.100.000 Km2. de superficie y un gran volumen de agua dulce, con temperaturas que oscilan entre 38º y 65º grados centígrados, conforme al gradiente (declive) térmico. Otro, muy explotado, es el acuífero Puelche que se extiende entre los 15 y los 120 metros de profundidad por el sur de la provincia de Santa Fe, el este de Córdoba y el noreste de Buenos Aires, destacándose por su caudal, su fácil acceso y la calidad del agua.


En la naturaleza, el agua se presenta en forma sólida, líquida y gaseosa. El líquido se transforma en vapor, sube a la atmósfera y origina nubes que, luego de generar gotas o cristales de hielo, precipitan en forma de nieve, lluvia o granizo. Una parte forma arroyos, ríos y lagos, y otra se filtra en el suelo almacenándose en rocas subterráneas.

El suelo exhibe una zona saturada o inferior (donde los poros de las rocas están ocupados por agua) apropiada para los acuíferos (unidades tridimensionales con ancho, largo y profundidad), formados por la filtración de líquido, no retenido por las plantas, que llenan los espacios vacíos de las diferentes rocas, y otra no saturada o superior, prácticamente seca. El límite entre estas zonas, denominado nivel del agua o “capa freática”, acompaña el relieve de la superficie.


El agua que se filtra en el subsuelo no forma ríos subterráneos, sino que se almacena en rocas permeables, que absorben y acumulan agua (con excepción de las rocas calcáreas que suelen producir disoluciones por las aguas infiltradas). La existencia de agua subterránea depende de la permeabilidad de la roca, prescindiendo de la mayor profundidad de un pozo para aumentar la producción.


Un acuífero está formado por rocas que almacenan, filtran y liberan agua, a través de la conexión de muchos poros que forman una red que permite el movimiento acuoso interno. Un río es una fuente abierta alimentada básicamente por lluvias.

Un acuífero limitado arriba y en su base por rocas impermeables se denomina “confinado”. Si la capa superior fuese semipermeable se llamará “semiconfinado”. En este caso el agua almacenada ejerce una presión mayor que la atmósfera y mediante perforaciones es empujada hacia la superficie a través del canal de perforación. Si llega sin bombeo, el pozo se denomina “artesiano”, de lo contrario es “semiartesiano”. Los acuíferos libres (capa inferior limitante y superior abierta) no tienen la presión suficiente para elevar el agua.

Disponibilidad, consumo y abuso

El agua circulante (nubes, lluvia, ríos y lagos), se renueva sin interrupción, por lo que en principio, la cantidad total disponible, al menos para el consumo humano, no disminuye. Entonces ¿por qué se torna escasa? La respuesta exige distinguir los términos “demanda” y “consumo”: el primero está ligado a la necesidad y el segundo al “gasto” o “utilización efectiva”.

Los principales factores de crisis están dados por la demanda y el aumento de la población (creció seis veces durante el siglo XX), el uso de fertilizantes (exige mayor demanda de agua), las prácticas ambientales inadecuadas y el estilo de vida actual. Los cultivos, a nivel mundial, utilizan 2,6 trillones de m3. de agua por año.

Los recursos subterráneos se renuevan, mayoritariamente, en forma pluvial: recarga directa o infiltración; en menor medida, por los retornos o penetración desde las zonas de riego o canales y, minoritariamente, por conexiones.

En algunos casos la demanda aumenta por una utilización incorrecta del agua subterránea ya que el bombeo excesivo y la interferencia entre pozos cercanos baja el nivel, la tasa de extracción se vuelve mayor que la recarga y el acuífero tiende a agotarse.

A los efectos de resguardar las reservas, la calidad y evitar el desperdicio de agua, se deberían localizar “áreas de protección de acuíferos”, “perímetros de resguardo de pozos de abastecimiento” y “áreas de restricción y “control del uso del agua subterránea”.

Hoy, grandes urbes, para neutralizar la “cementización”, utilizan manzanas enteras con “vasijas de espera” para el agua de lluvia, forradas en la base con arena para aumentar la infiltración y prever las recargas.

Fuente: Instituto de Geociencias de la Universidad de Campiñas y Departamento de Aguas y Energía Eléctrica del Gobierno de San Pablo

 

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