SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



viernes, 29 de marzo de 2024

¿Por qué se suicido Virginia Woolf?

 El 28 de marzo de 1941, con 59 años, la escritora británica se llenó los bolsillos de piedras y se sumergió en el río Ouse. No era la primera vez que lo intentaba. Los periódicos, citando mal su nota de suicidio, publicaron que no había sido capaz de enfrentarse a la brutalidad del mundo. Los motivos eran otros.

 


Virginia Woolf nació un 25 de enero, hace 136 años. Moriría 59 más tarde, con los bolsillos de su abrigo llenos de piedras, amontonadas allí por ella misma una luminosa mañana de primavera para sumergirse a continuación en las profundas aguas del río Ouse. Había cargado con ellas -tan pesadas aún invisibles- durante toda su vida, apodada la Cabra, ya sin rumbo desde cría.



Perdió pronto a su padre y a su madre; tuvo que soportar, paralizada, que su hermanastro George manosease sus muslos, estigmatizándole para siempre el deseo masculino y, con él, también las relaciones sexuales -ausente el apetito junto a su marido, defensora del libertinaje, amante de la promiscua Vita Sackville-West, también escritora, abiertamente homosexual-. Sufrió jaquecas muy tempranas, siendo casi una niña; crisis nerviosas, periodos de anorexia; rechazaba su propia imagen en el espejo sumida en una profunda y muy tóxica depresión.



No era la primera vez que Virginia Woolf intentaba quitarse la vida: en 1904, la escritora londinense, responsable de una nueva subjetividad femenina, se tiró por la ventana con solo 22 años. En 1913, ingirió entre cucharada y cucharada del desayuno cinco gramos de veronal. Ninguno de los dos amagos se saldó con el éxito que ella buscaba: abandonar este mundo raro, insoportable para mentes apesadumbradas como la suya. «A veces retumba como un trueno dentro de mí el sentimiento de la total inutilidad de mi vida», le confesaba por escrito en 1930 a su gran amiga y sufragista Ethel Smyth, a quien tenía loca de amor.

El día que Virginia Woolf lo logró era viernes, 28 de marzo de 1941. A pesar de sus esfuerzos por mantenerla ocupada -quizá presintiendo la fatalidad, adivinando en sus gestos una melancolía demasiado madura-, su marido Leonard y su ama de llaves, Louie,

fueron incapaces de evitar su huida. Dijo que iba a descansar media hora, pero se calzó sus botas, se abrigó y puso rumbo al río. Antes se había asegurado de dejar repartidas por toda la casa no una, sino varias cartas de suicidio dirigidas a su esposo y a su hermana Vanessa. Unos niños encontraron su cuerpo dos semanas después, arrastrado por la marea, cerca del puente de Southe-

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