El 12 de enero de
1869 las fuerzas centralistas al mando de Pedro Corvalán derrotan al caudillo
en Salinas de Pastos Grandes, Salta, obligándolo a replegarse a Antofagasta.
Dominado por el dolor de la impotencia, con la fiebre que lo abraza, Felipe Varela
va al tranco acompañado de unos pocos hombres camino a Potosí.
Así epilogó la
revolución de Felipe Varela, empresa político-militar con ribetes de epopeya
que pretendió cambiar el destino social y económico de nuestros pueblos
retomando las banderas de Unidad Americana levantadas en todo el continente a
comienzos del siglo XIX.
El ensayista
Enrique Rivera afirmaba que “el Paraguay fue destruido y sometido a la vez que
a la Argentina
se la reducía a la condición de semicolonia. Caímos juntos. Y si alguna lección
debemos recoger de la historia es que solo y también resurgiremos juntos en el
proceso que conduce a la unidad nacional de los Estados de América Latina, que
hará desaparecer esas fronteras artificiales que nos dividen, triste testimonio
de nuestro atraso y sometimiento coloniales al imperialismo.”
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