Los extremos de los países que se dicen evolucionados: Más de 200.000 menores de 18 años se han casado entre el 2000 y el 2015 en EEUU.
La mayoría, niñas de alrededor de 16 años con hombres mucho mayores.
Pero también, en algunos casos, niñas de hasta 12 años. Excepciones a la ley de
mayoría de edad que nadie parece dispuesto a anular permiten que esto siga
sucediendo.
Sara Tasneem tenía 15 años. Sus padres estaban
divorciados y ella pasaba el verano con su padre, en las afueras de San
Francisco. Era el año 1996. En una ceremonia del pequeño círculo religioso al
que su padre pertenecía, le presentaron a un señor de 28 años. Esa misma noche les casaron.
Y esa misma noche pasó a ser propiedad de este hombre, originario de un país de
habla francesa que ella no quiere desvelar, que se la llevó a su país de
origen, donde se quedó embarazada, y la trajo de vuelta a EEUU para casarse
legalmente (la ceremonia religiosa se había celebrado el
mismo día que se conocieron), unos meses antes de dar a luz, en una pequeña
capilla rural de Reno, Nevada. Freidy Reiss,
activista de Unchained
at last, los ha contado.
De los estados que guardan datos sobre la edad de los
contrayentes (38), ha contabilizado unos 167.000 matrimonios de menores de edad
en los 10 años que investigó, de 2000
a 2010. Extrapolando estos datos a los otros 12 estados
que no apuntan la edad de los contrayentes, el cálculo podría ascender a 248.000. Al menos 27
estados ni siquiera especifican lo joven que puede ser un niño o niña para
acogerse a estas excepciones: hay casos de matrimonios de niñas de 11 años,
como el de Sherry Johnson, en Florida (donde no hay un mínimo de edad para
poder casarse), obligada por sus padres a casarse con su violador. Y no se trata
de costumbres que se circunscriban a determinados grupos étnicos o religiosos:
en la ONG han
encontrado menores pertenecientes a familias cristianas, judías, musulmanas y
seculares.
Tradiciones
ancestrales; padres que vienen de culturas donde los matrimonios son
arreglados, que ven en el matrimonio una manera de que sus hijas estén,
paradójicamente, protegidas.
Y también hay ocasiones en que se hace para
conseguir una visa a un familiar, o a alguien que está dispuesto a pagar por
ella”, explica a El Confidencial Reiss. En el caso de Sara, su marido consiguió la tarjeta de residente
a través de su matrimonio con ella, nacida en EEUU y ciudadana
americana; y ella está convencida de que pagó dinero a la congregación
religiosa a la que pertenecían para que le consiguieran “una virgen”.
:(
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