SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



lunes, 21 de mayo de 2018

LA BELLEZA y el DOLOR van de la mano en una bailarina clásica.

Siento que siempre estoy en guerra con mis pies", dice Lauren Lovette con un suspiro. Lovette, una de las bailarinas principales del Ballet de la Ciudad de Nueva York, tiene pies hermosamente arqueados y flexibles, y a menudo la matan de dolor.

Las penurias de Lovette son comunes entre los bailarines de ballet, cuyos pies sufren abusos constantes, y en el peor tipo de calzado (o sin calzado). Aunque pueden correr, saltar, ponerse en cuclillas, saltar y pivotar como cualquier estrella de la NBA, los bailarines de ballet lo hacen sin absorción de choque, soporte de arco o cualquier tipo de asistencia. 

Los atletas usan zapatillas que protegen amablemente sus pies. Los bailarines no tienen tales lujos, dado que recorren el escenario descalzos, o en tacones, o en finas zapatillas con una frágil suela de cuero o, si son bailarinas, en esas ajustadas cámaras de tortura llamadas zapatillas de ballet.

Lovette: "Cuando era joven y quería ser bailarina de ballet, tuve una breve experiencia con dichas zapatillas. Nunca olvidaré mi sensación de alarma cuando calcé mi primer par. Pequeños huesos que ni siquiera sabía que tenía repentinamente quedaron estrujados en una suerte de apretón de la muerte". Las zapatillas de ballet pueden parecer delicadas, pero hay algo de corsé isabelino en ellas que refleja su severo propósito: equipar al bailarín o bailarina para hacer maniobras para las que no ha sido diseñado el ser humano.

"Kilo por kilo, los bailarines son tan fuertes como los jugadores de fútbol americano, probablemente más fuertes", dice Lisa M. Schoene, una podóloga de Chicago y entrenadora que trata a bailarines y atletas olímpicos. "Estar en puntas de pie es una de las cosas más atléticas que puedes hacer, estás ejerciendo una fuerza equivalente a 10 a 12 veces tu peso corporal, subiendo y bajando en esas zapatillas de ballet".

Es importante la manera en que los bailarines tratan a sus pies, dice Pribut. Y eso es verdad para cualquiera de nosotros. Nuestro calzado es una herramienta esencial, al margen de lo que hagamos. Algunos zapatos, si son usados demasiado a menudo, pueden causar más daño que las zapatillas de ballet, agrega el podólogo. Los peores enemigos suelen ser las chancletas o hawaianas, los tacones altos y lo que pocos bailarines usarían fuera del estudio: los llamados zapatos de bailarina.



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