SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



sábado, 19 de junio de 2021

¿Por qué nuestro CEREBRO NOS BOICOTEA? Nos hace obesos, alcohólicos, fumadores, drogadictos, asesinos, violadores, suicidas, etc. ¡EL ES QUIEN ORDENA!

 

«Si tienen ustedes la sensación de que el cerebro es un objeto misterioso e inefable, una especie de concepto ideal que bordea lo místico, un puente entre la experiencia humana y el reino de lo desconocido, etcétera, entonces, sintiéndolo mucho, les diré que este libro no les va a gustar».



Y es que el neurocientífico británico desmonta en «El cerebro idiota» cualquier imagen idealizada que tengamos de ese órgano y nos expone sus «imperfecciones».

«Puede que sea el lugar donde habita la conciencia y que sea asimismo el motor que impulsa toda la experiencia humana, pero, pese a tan venerables funciones, su desorden y su desorganización no conocen límites«.

Burnett enseñó psiquiatría en la Universidad de Cardiff, donde es investigador, escribió otros tres libros dedicados al cerebro y a la psicología y tiene un blog en el que aborda temas como la salud mental.

Su página web asoma que no es un científico tradicional. Su descripción incluye: «comediante y muchas otras cosas, según quién pregunte y qué necesite».

Le gusta comunicar ciencia y, por eso, cuestiona que los escritos científicos tengan un tono solemne.

«La ciencia se trata de orden, racionalidad, análisis, repeticiones, resultados, rigurosidad», le dice a BBC Mundo. «El humor es más sobre lo irreverente, lo caótico, lo ilógico, lo impredecible».





«Cuando estaba haciendo mi PhD, incursioné en la stand-up comedy y la gente me preguntaba: ‘¿Qué vas a escoger?'»

«El cerebro idiota» (traducido por Albino Santos Mosquera) es fruto de no querer renunciar a su misión de hacer compatible lo aparentemente incompatible.

«Dedicado a todos los seres humanos con cerebro. No es fácil aguantarlo, así que ¡les felicito!», escribió.

Línea

¿Por qué dice que el cerebro es «víctima de su propio éxito«?

Tiene mucho que ver con el hecho de que hemos desarrollado estas habilidades mentales realmente poderosas para pensar racional y lógicamente, para tener un pensamiento abstracto, para llevar a cabo procesos complejos, que la mayoría de las especies no pueden hacer o, hasta lo que sabemos, ninguna puede.

Eso es genial, muy útil. Pero, las partes fundamentales del cerebro, de las que salieron estas áreas complejas (el neocórtex), todavía están ahí, hacen lo que siempre han hecho, lo que algunos llaman el cerebro reptiliano.

Eso no significa que tengamos cerebros de reptiles, lo que dan a entender es que compartimos la misma sustancia cerebral con los reptiles u otras especies primitivas.

En el mismo cerebro tenemos lo que es complejo y lo que es esencial y eso provoca que muchas de las cosas complicadas que hacemos, desencadenen reacciones primitivas que están en un nivel mucho más básico.

Normalmente sentiríamos miedo si nos enfrentamos a un depredador, como un tigre, o a peligros en la naturaleza, como un terremoto o un volcán. Es una reacción específica que busca protegernos.

Pero ahora, debido a que somos tan inteligentes y complejos, podemos experimentar la misma respuesta del miedo genuina por cosas que quizás nunca sucederán: me puedo preocupar si la economía va mal porque podría perder mi empleo o por la posibilidad de que mi pareja me abandone, aunque no tenga evidencia real de que eso va a pasar.

De hecho, es posible que nunca lo haga. Pero se desencadena la misma respuesta de miedo y eso nos causa estrés.

Ahora tenemos mucho más a que temer y eso tiene implicaciones negativas. Poseemos estas regiones cerebrales muy poderosas adheridas a las más simples, a las más directas, y eso causa mucha confusión. Por eso hay gente que está tan ansiosa.

Y es que hemos creado este entorno complejo para vivir y todavía tenemos partes simples del cerebro que no reaccionan bien ante él.

«Tener a alguien menos experimentado (pero de rango técnico superior) todo el rato encima, dando órdenes poco fundamentadas y haciendo preguntas estúpidas, solo sirve para dificultar las cosas. Pues bien, el neocórtex hace eso continuamente con el cerebro reptiliano (…)

El neocórtex es flexible y receptivo; el cerebro reptiliano es un animal de costumbres fijas y no es nada dado a cambiarlas. Todos hemos conocido a personas que piensan que saben más porque son mayores o porque llevan más años haciendo una misma cosa.

Trabajar con ellas puede ser una pesadilla, como intentar programar ordenadores junto a alguien que insiste en usar una máquina de escribir para tal menester porque ‘así es como se ha hecho toda la vida'».

A la luz del cerebro reptiliano y del neocórtex ¿por qué dice que el cerebro puede llegar a estropear las funciones más básicas del cuerpo?



Es otro ejemplo de cómo el cerebro es víctima de su propio éxito.

Nuestro cerebro superior sabe que la conciencia, el pensamiento, la lógica, la identidad del yo y todo eso a veces pueden anular o interferir en las funciones corporales más básicas de nuestros cuerpos.

Por ejemplo, tenemos que comer porque necesitamos energía, nutrientes.

Muchas veces, aunque tengamos sueño y sea la hora de dormir, tomamos la decisión de desvelarnos.

Poseemos un sistema digestivo muy sofisticado que nos ayuda a asegurarnos de que tengamos la comida adecuada en el momento adecuado, nos estimula el apetito, nos reduce el hambre, todo eso es un proceso muy complejo que ha evolucionado durante millones de años.

Pero nuestro cerebro dice: «no, de hecho, quiero más y quiero comida chatarra, calorías, dulces» y puedo comerlos porque desautoriza al sistema digestivo.

Es un ejemplo de cómo el cerebro interviene y no toma la decisión correcta.

Es como un gerente que decide que se va a involucrar en cada proyecto de la empresa, aunque no sepa lo que está haciendo, pero él es el jefe, así que todos tienen que escucharlo. Eso puede suceder con bastante frecuencia en el cerebro.

Queremos y necesitamos desesperadamente dormir, pero no hemos finalizado la serie de Netflix o no hemos terminado de revisar el celular y seguimos.

Es como si el cerebro dijera: soy el que está cargo y esto es lo que vamos a hacer, aunque después paguemos las consecuencias.

Entonces ¿es mi cerebro el culpable de siempre querer el postre o de comer chocolate tras chocolate sin parar?

Sí, es algo extraño que mi esposa llama «el tanque del budín»: cuando realmente te sientes lleno, te ofrecen el postre y, de repente, sientes que tienes espacio, como si tuvieses otro estómago listo.

Pero es el cerebro que dice: «quiero eso ahora y no me importa lo que diga el sistema digestivo».

Es algo que ha evolucionado. Piensa en nosotros como criaturas primitivas: encontrar una fuente de alto contenido calórico era genial.

Debías comer todo lo que pudieras con el fin de acumular reservas de grasa para cuando no pudieras conseguir comida.

Ese problema ya no lo tenemos en el mundo moderno, en el que presionas un botón en tu teléfono y en media hora, te llega la comida, y no es algo con lo que hayamos evolucionado.

Así que el cerebro dice: «¡Hay comida ahí, nos la tenemos que comer! Es bueno para nosotros porque necesitamos asegurarnos de que contamos con suficientes recursos».

Pero ya no necesitamos hacer eso y debemos esforzarnos para frenarlo.

¿Qué tiene que ver el ego con nuestros recuerdos?

La memoria es muy egocéntrica.

Es importante reconocer que cada recuerdo que tenemos se forma desde nuestra perspectiva: todo proviene de nuestros propios sentidos, pensamientos, comportamientos y actitudes.

Por defecto, nuestra memoria es técnicamente egotista porque no nos podemos salir de nuestro cuerpo y mirar el mundo que nos rodea y recordarlo. Todo pasa por nuestros ojos.

Pero como la memoria es tan flexible, sorprendentemente plástica, no es completamente caótica, se pueda ajustar, cambiar y modificar fácilmente y nuestro cerebro suele hacerlo por razones egocéntricas para hacernos sentir mejor con nosotros mismos, para recordar el pasado con más cariño, entre otras razones.

Existe el llamado sesgo de olvido por componente afectivo: si tienes dos recuerdos de igual importancia, uno que es positivo, lleno de experiencias felices, y el otro que es negativo, lleno de malas experiencias, y ambos ocurrieron alrededor del mismo tiempo, uno después de otro, las emociones negativas se desvanecerán en tu memoria más rápido que las positivas.

Al evocarlos un año después, el cerebro tenderá a aferrarse más a los recuerdos positivos que a los negativos.

Es otro mecanismo de defensa porque no queremos estancarnos en recuerdos demasiado negativos. Queremos aprender la lección, extraer información, pero no es necesario que sigamos experimentando las emociones negativas.

Los recuerdos positivos son más motivadores, nos hacen sentir mejor, nos hacen sentir nosotros mismos, nos dan más confianza, y esos sentimientos nos ayudan a sobrevivir y navegar el mundo.

Por eso, el cerebro modifica constantemente nuestros recuerdos, no es que elabore una narrativa falsa, sino que ajusta los recuerdos para que nos sintamos mejor con nosotros mismos.

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