SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



domingo, 12 de diciembre de 2021

LECTURA de DOMINGO: La IRA es un ácido que puede hacer más daño al recipiente en el que se almacena que a cualquier cosa sobre la que se vierte.

 

NO CAIGAMOS EN LA IRA, ES UNA ENFERMEDAD EN ASENSO EN ESTE MOMENTO EN EL MUNDO-

Piénsalo de esta manera: ¿cuándo fue la última vez que te enojaste realmente? Reflexione sobre esa pregunta por un minuto y trate de recordar. Mientras recuerdas, examinemos cómo funciona el mecanismo de la ira humana.



Originalmente, la palabra «ira» provenía de la rabia latina, que significa «rabia y furia». Si alguna vez has visto un animal rabioso, entenderás inmediatamente el origen del término. Las enseñanzas bahá’ís nos advierten sobre la ira, e incluso dicen que simbólicamente «quema» el hígado de la misma manera que el ácido corroe su contenedor:

Al igual que los animales, cada ser humano puede enfurecerse. Nos pasa a todos. Nos enojamos tanto, que la ira toma el control de nuestros cuerpos, nuestros cerebros y nuestras acciones.



Entonces, ¿de dónde viene esa ira? Los bioquímicos y los neurocientíficos han estudiado la ira y han descubierto que se origina en el hipotálamo, del tamaño de una almendra y la parte más interna (junto con la amígdala) del cerebro primitivo de cada vertebrado. El hipotálamo, lo que algunos científicos llaman nuestro cerebro «primitivo», controla la temperatura de nuestro cuerpo, nuestro hambre, nuestros ciclos de sueño, nuestros impulsos sexuales y nuestras respuestas de lucha o huida basadas en el miedo.

Estas respuestas funcionan de manera sorprendente. Por ejemplo: incluso en ratones que nunca antes habían visto un gato, el hipotálamo produce instantáneamente una hormona que hace que el ratón huya aterrorizado a la primera vista de un depredador felino. Este mecanismo central, que funciona inmediatamente cada vez que un mamífero se enfrenta a una situación amenazante, inunda nuestro cerebro con adrenalina y corticosteroides. Esas hormonas nos hacen desear huir del peligro o, a la inversa, enfrentarlo y luchar contra él.



Cuando el hipotálamo toma la decisión instantánea de enfrentar las amenazas percibidas o el peligro, varias cosas ocurren a la vez. El cerebro inmediatamente bombea hormonas como la vasopresina y la oxitocina al sistema límbico; la glándula pituitaria libera cantidades masivas de hormona adrenocorticotrópica; que luego hace que la corteza suprarrenal bombee rápidamente adrenalina a nuestro sistema nervioso. Cuando todo eso sucede, esas poderosas hormonas aumentan temporalmente nuestra fortaleza física. La adrenalina amortigua las sensaciones de dolor y ralentiza nuestras percepciones de tiempo, razón por la cual las personas con furia violenta informan haber experimentado cosas a cámara lenta.

En primer lugar, en vez de considerar su propio enojo interno como una fuerza «malvada», los estudiosos de las enseñanzas bahá’ís  recomiendan pensar la ira humana de esta manera:



En la creación no existe el mal, todo es bueno. Ciertas cualidades y rasgos naturales innatos de algunas personas que en apariencia son censurables, en realidad no lo son. Por ejemplo, desde el comienzo de su vida al lactar el niño de pecho da muestras de codicia, enojo e irritación. Según eso, podría aducirse que la bondad y la maldad son inherentes a la realidad humana, y que ello es contrario a la bondad absoluta de la naturaleza y de la creación. La respuesta es que la ambición, consistente en desear más y más, es una característica loable siempre que sea ejercida convenientemente. Si un hombre ambiciona adquirir ciencia y conocimiento, llegar a ser compasivo, generoso y justo, sus esfuerzos son dignos de alabanza. Si dirige su enojo y su ira hacia los sangrientos tiranos que se asemejan a las bestias feroces, ese empeño es muy loable. Por el contrario, si no emplea dichas cualidades de manera apropiada, se hace acreedor a la censura.

Es evidente, entonces, que en la creación la maldad no existe en absoluto. Cuando las cualidades naturales del hombre se ejercen ilegítimamente, resultan censurables. ‘Abdu’l-Bahá

 

Entonces, veamos si podemos descubrir, en los siguientes ensayos de esta serie, algunas formas constructivas de canalizar nuestra ira, frustración y cólera, potencialmente destructivas, y transformarlas en una fuerza espiritual.

 

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