El Primer Ministro japonés,
Shinzo Abe, renovaba así el compromiso de su país contra ese
armamento, en la ceremonia para conmemorar el 70 aniversario del lanzamiento
contra Hiroshima de la primera bomba atómica. Alrededor de 55.000 personas,
según las cifras oficiales, habían acudido a rendir homenaje a las cerca de
140.000 víctimas de aquel ataque y participar en un llamamiento para la paz
mundial.
Frágiles, algunos de ellos en silla de ruedas, decenas de hibakusha -supervivientes de la bomba-
habían desafiado al fuerte calor para recordar el peor día de su historia y
rendir homenaje a sus padres, hermanos, familiares o amigos que perdieron la vida
aquel 6 de agosto de 1945 o en los días y meses que le siguieron.
A las 8.15, los
sonidos de una campana marcaron el momento preciso en que estalló la bomba. Los
participantes, entre los que se encontraban representantes de un centenar de
países, y dignatarios como el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki
Moon, guardaron un minuto de silencio, solo roto por el silencio de las
cigarras.
El homenaje había comenzado con una ofrenda de agua recolectada en 17
puntos de la ciudad, en recuerdo de las víctimas que, con terribles quemaduras,
murieron suplicando algo de beber en aquel infierno desatado por EE.UU. hace 70
años.
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