Filmó
más de 60 películas, actuó en infinidad de telenovelas y fue un modelo de madre
ficcional sufrida y aguantadora. Pero fue ante todo una cantante incansable,
que puso su voz en más de cuatrocientos registros y una célebre pelea con Eva Perón que la
llevó al exilio.
La noticia llegó desde México, donde estaba grabando la que
fue su última telenovela, “Carita de ángel”: ayer, en el hospital Santa Elena
del Distrito Federal, murió Libertad Lamarque, uno de esos personajes al que no
le queda tan mal eso de leyenda, con una trayectoria artística que abarcó más de
80 años, y que alcanzó al cine, la
TV y, claro, el tango.
Según sus asistentes más cercanos, la
actriz y cantante –que se radicó en México a fines de los ‘40, pero en los
últimos tiempos vivió en Miami– tenía 92 años, aunque las biografías no
coinciden en su fecha de nacimiento. Sus restos serán cremados en la capital
mexicana, y su familia anunció que serán lanzados al mar.
Como Carlos Gardel, llevaba apellido francés y tenía una asombrosa y natural aptitud para el canto. Su padre, Gaudencio Lamarque, un hojalatero anarquista, la bautizó Libertad y la incluyó en funciones destinadas a recaudar fondos para obreros en huelga.
Como Carlos Gardel, llevaba apellido francés y tenía una asombrosa y natural aptitud para el canto. Su padre, Gaudencio Lamarque, un hojalatero anarquista, la bautizó Libertad y la incluyó en funciones destinadas a recaudar fondos para obreros en huelga.
Pero en 1946
debió abandonar la Argentina
por su enemistad con Eva Perón, con la cual había reñido durante la filmación
de La cabalgata del circo. Para el momento de emigrar, con 37 años de edad,
aunque aún estaba en la plenitud de su capacidad, ya había grabado lo mejor de
su discografía. Esta alcanzó su cumbre durante el período, iniciado en 1936, en
que la secundó la orquesta dirigida desde el piano y arreglada por Mario
Maurano, aunque todas las épocas de esta artista son interesantes.
De todas
formas, quienes quieren apreciar a Libertad en su apogeo, allí donde nadie
puede igualarla, eligen escucharla en tangos como “Tal vez será mi alcohol”
(que la censura obligaría a transformar en “Tal vez será su voz”), “Fruta
amarga”, “Tabaco” o “Ya estamos iguales”, entre otros registros admirables. En
ellos luce su genio para entonar con exquisita musicalidad, pero sin por ello
renunciar al toque dramático, al mohín si se quiere kitsch, a un ocasional
sollozo irreprimible y a algún esporádico alarde vocal, que incluso las más
grandes cantantes debían envidiarle.
Aunque en 1930 fue proclamada Reina del Tango en un concurso cuya final tuvo por escenario al Teatro Colón (hasta entonces sólo había sido, según el slogan, “la novia del tango”), Libertad nunca suscitó el consenso de los sabedores. No pocos la rechazaban por su presunta “voz de pito”, o simplemente no aceptaban su agudo registro, aunque en realidad el cuestionamiento era más profundo. Cuando surgió claramente como cantante, hacia 1926, estaban ya creciendo en popularidad voces como las de Rosita Quiroga, con su tono grave y su pronunciación rea, y Azucena Maizani, de fuerte temperamento y emocionante reciedumbre, que les permitían incluso cantar tangos de denuncia social.
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